Corre el año 2015. En Buenos Aires, el ex presidente Néstor Kirchner (65) comenta por televisión con otros invitados las vicisitudes de las elecciones presidenciales venideras en, quién sabe, \"Almorzando con Mirtha Legrand\" (lozana ella, a los 88, repetirá enfática: el año que viene me retiro). A propósito de edades: este 2015 encuentra a Eduardo Duhalde con 74 años, a Cristina Kirchner con 62 y a Mauricio Macri con 56. Daniel Scioli, igual que Elisa Carrió, se acerca a los 60. Carlos Menem tiene 85. Raúl Alfonsín, 88. Claro que hay nuevos protagonistas de la escena pública. Después del (¿primer?) mandato de Kirchner, ya hubo dos períodos presidenciales. Pasaron cinco elecciones legislativas, lo que significa que la gran mayoría de los diputados y senadores de 2004 (¿incluido el eterno senador Eduardo Menem, que arrancó en 1983?) ya no están en el Congreso. Ha habido, se supone, cierta renovación generacional de la dirigencia, aunque más no sea por razones biológicas. Los problemas de representatividad bien podrían ser, después de once años, cosa del pasado.
Sin embargo, no es eso lo que hoy se espera. Existen en el país muy pocas expectativas de mejoras sustanciales en cuanto a la credibilidad de la dirigencia política. Esa es una de las conclusiones de una investigación realizada por la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES), nodo latinoamericano del Proyecto Millennium, titulada \"Visión de Argentina 2015\", que se realizó con el Método Delphi entre profesionales universitarios de todo el país. El trabajo aborda expectativas institucionales y económicas para dentro de once años. Los peores comportamientos esperados se concentran en la funcionalidad social y en los asuntos vinculados directamente a la política. No se esperan mejoras importantes en ningún campo ni variable -de acuerdo con esta investigación-, si bien el escepticismo decrece en los campos de relaciones exteriores y en lo relacionado con la economía real. Antes de desmenuzar el inquietante estudio conviene recordar que, como es público y notorio, la faena de imaginar el futuro, que no es fácil para nadie, enfrenta vallas adicionales en la proverbial visión cortoplacista argentina, ahora apuntalada por el concepto de emergencia permanente. Vaya esfuerzo, elevar la vista. Entre académicos funcionan con aceptable acierto, eso sí, las proyecciones demográficas (para 2015 el Indec calcula que habrá 43.497.670 argentinos; seguirá produciéndose el envejecimiento de la población). Pero no cualquier serie del pasado puede ser proyectada con asidero científico. Por caso, por el hecho de que en 1993 Gustavo Beliz salió eyectado en forma espectacular del gabinete de un presidente justicialista y en 2004 eso sucedió de nuevo no hay por qué pensar que el fenómeno se repite cada once años y debe ser esperado para el 2015, como si su regularidad fuera la del Halley. En un terreno más formal y sustancial, ni siquiera existe consenso para trazar hacia adelante la evolución de grandes variables económicas.
Lo improbable
Si se toman del Presupuesto Nacional los datos del crecimiento real del PBI para 2004 y 2005 y a partir de 2006, la tasa supuesta en los \"Lineamientos de la Reestructuración de la Deuda Soberana\" presentada por el Ministerio de Economía en Dubai, podrá decirse que para 2015 la economía habrá crecido un 43,3 por ciento con respecto al presente (con un PBI estimado en 609.328 millones de pesos, lo que significa un PBI per cápita 27% mayor que hoy). Sin embargo, como dice el experimentado analista Rosendo Fraga, \"la historia muestra que los cambios se producen cuando sucede lo improbable y en la Argentina ello ocurre con más frecuencia que en la mayoría de los países\".
El 2015 comenzó a ser considerado mojón sobre todo desde que la Cumbre del Milenio de la ONU, en 2000, apuntó hacia ese horizonte para intentar reducir a la mitad la cantidad de personas que viven en el mundo con menos de un dólar diario, bajar la mortalidad infantil en dos tercios, dar más facultades a las mujeres y evitar que 74 millones de personas mueran de HIV sida en este período por la dificultad de distribuir remedios en los países del tercer mundo. Lamentablemente, las metas se fueron por la alcantarilla apenas se vieron los guarismos del primer lustro, mucho peores que lo planeado, escalofriantes frente a lo deseado.
Pero volvamos a la prognosis argentina y el estudio de la UCES. Se usó allí una escala que va de -2 a 2, donde cero significa \"igual\" que ahora, 2 quiere decir \"solucionado\", -1 es \"peor\" y -2 \"en colapso\". La mayoría de las respuestas a las distintas variables relacionadas con funcionalidad política dio en promedio levemente por arriba de cero, lo que equivaldría a \"apenas mejor\". Optimismo homeopático.
La marca más alta corresponde a la variable gobernabilidad (apenas 0,35). También dan positivo republicanismo (0,29), federalismo/relaciones políticas (0,21), federalismo/relaciones económicas (0,17) y el sistema federal en sí (0,16). Las que dan negativo son dos: credibilidad en la dirigencia política (-0,18) y autoritarismo (-0,12). Esta última aparece hundida por el peso regional en las respuestas: en el interior es donde más se teme que el autoritarismo empeore (-0,42), algo que podría interpretarse como el temor de que los caudillismos provinciales no desaparezcan en los próximos años ni mucho menos.
En el campo funcionalidad económica todas las variables menos una dan positivo, con un pico de 0,82 para volumen de exportaciones. La que da negativo, significativamente, es el estado de la deuda pública. En cambio, en evasión impositiva, inversiones, crédito, producción y servicios, exportaciones y Producto Bruto Interno, donde se esperan leves mejoras, lo que parecen estar diciendo los profesionales encuestados es que la economía real va a andar mejor. O, en todo caso, un poquito mejor. No obstante, creen que será modesta la mejoría en el poder adquisitivo del salario real (0,12). Al promedio de -0,19 en la respuesta sobre el estado de la deuda pública contribuyen los hombres, generosamente, con -0,24. Las mujeres son aquí mucho menos pesimistas: sólo promedian -0,03. Casi como si ellas dijeran que el problema de la deuda pública será igual que hoy.
Educación y salud
En materia de funcionalidad social se registra, según este trabajo, menos fe aún. Sólo para las preguntas de cómo estarán la educación y la salud en el año 2015 con respecto a la actualidad se hallan respuestas despegadas del piso (0,1 y 0,05 respectivamente). De los haberes previsionales dan los encuestados, dentro de este campo, la peor respuesta (-0,38), opinión consonante con lo que muchos especialistas consideran que va a ser el gran problema argentino del futuro, en parte porque el actual 13 por ciento de adultos mayores que forman la población va a subir dentro de once años a un 15 ó 16 por ciento. Vale la pena aquí salirse del trabajo de UCES y escuchar, otra vez, a Fraga: \"El problema de los adultos mayores y su sustentabilidad económica se incrementará, dado que hoy están realizando aportes jubilatorios sólo 6 millones de los 14 que integran la población económicamente activa, con lo cual la gente mayor sin prestaciones aumentará para esa fecha\".
¿Dónde más se esperan empeoramientos? En los tres ítems más mentados, quizás, de la Argentina de los últimos años: corrupción y moral pública (-0,26), seguridad (-0,21) y desempleo, pobreza, indigencia, marginación (-0,11). Es éste el capítulo en el que se ratifica la idea de que llevará muchísimo tiempo superar la formidable crisis estallada con el cambio de siglo. Por lo menos en materia de servicios públicos el guarismo es casi neutro: -0,03.
En cuanto a la justicia, los profesionales de todo el país encuestados dicen que tanto la seguridad jurídica como la independencia del Poder Judicial van a mejorar (0,19 y 0,09), pero la eficacia del Estado en aplicación normativa, la aceptación social y el cumplimiento de las normas, y la transparencia y el control de la corrupción empeorarán levemente (-0,3, -0,3 y -0,14). La opinión femenina es marcadamente más optimista que la masculina. Pero como todo queda muy cerca de cero, en el total se prevé una continuidad de lo existente.
El campo donde se registran las respuestas más optimistas de toda la investigación es el de las relaciones exteriores. Todos los ítems dan positivo. ¿A la cabeza? Relaciones con Asia (0,87). Siguen integración regional (0,84) y relaciones con Brasil (0,74). La marca más baja, cercana a cero, es para integración con Estados Unidos (0,2). También se preguntó cómo estará la imagen argentina en el mundo, siempre con respecto al presente. Dio 0,35, apenas mejor que ahora.
El estudio desglosa en otros dos capítulos los impactos de las distintas variables sobre el sistema institucional republicano (visión sociopolítica del conjunto) y sobre la calidad de vida (visión individual). En el primer caso se demuestra que es muy difícil y costoso mejorar el sistema, pero mucho más posible es degradarlo por acumulación de degradaciones en diversas variables. En el segundo, se advierte que la esperanza general de mejora es muy baja.
\"El resultado de esta investigación, mostrando comportamientos esperados casi ?planos´ respecto de la situación actual -dicen los autores en uno de los párrafos finales-, llama poderosamente la atención, pues demuestra una percepción generalizada de escepticismo, posiblemente también de resignación, hacia el futuro\".
Bien haría el lector en guardar esta nota hasta el 2015 para chequear pronósticos contra realidades. Aunque a los encuestados se les garantizó el anonimato: no será fácil reclamarles nada si es que pecaron de algo (¿pesimismo?) o si los imponderables, hulla de la historia, meten la cola como de costumbre.