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La Nación-Domingo 29: Cuando el éxito no está garantizado

No todos los que dejaron el país durante la crisis consiguieron la inserción laboral que esperaban. Un estudio de la UBA revela que el 40% de los universitarios que emigraron no consiguió un empleo relacionado con su profesión. Un 20% sólo obtuvo trabajos no calificados

30 de mayo de 2005, 12:53.

El hecho de tener estudios universitarios no garantizó a los jóvenes argentinos que emigraron durante la crisis económica una inserción laboral mejor a la que tenían en la Argentina.

Un 40% de los egresados universitarios no consiguió un empleo relacionado con su profesión y, dentro de ese porcentaje, un 20% sólo pudo obtener trabajos no calificados o precarios, como mucama, albañil, mozo o vendedor, o está desocupado, según un trabajo que presentaron en marzo último las investigadoras del Instituto Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Susana Novick y María Gabriela Murías.

Las conclusiones a las que llegaron las investigadoras surgen de un relevamiento cualitativo que realizaron a partir de 65 entrevistas realizadas a argentinos que residen en el exterior: 55 de ellas se hicieron vía mail y otras 10 fueron entrevistas personales en profundidad, hechas en la ciudad de Alicante, España.

Si bien el tamaño de la muestra no permite hacer generalizaciones estadísticas, cobra valor si se considera que sólo el 40% de los entrevistados declaró no tener status de ciudadano legal en el país donde reside. El 42% de los entrevistados se instaló en España, mientras que el 14% vive en Estados Unidos y el 44% restante se distribuye entre Alemania, Inglaterra, Italia, Francia, Canadá e Israel.

Un 77% de los entrevistados es profesional y el resto tiene secundario completo. Las mujeres que emigraron tienen mayor formación que los hombres: el 57% de ellos cursó estudios universitarios, mientras que cuatro de cada diez mujeres tiene estudios de posgrado, concluidos o no.

Sin embargo, según el estudio, no fue la falta de trabajo lo que impulsó a los jóvenes argentinos a emigrar durante la crisis: el 90 por ciento de ellos tenía trabajo al momento de hacer las valijas y más de la mitad se desempeñaba en relación de dependencia.

El porcentaje de los que estaban desocupados al momento de emigrar es muy bajo, tanto en los más jóvenes como en los de edad intermedia. Las mujeres registraban una tasa de actividad superior a la de los hombres, antes de dejar el país.

El gran desgaste producido por la falta de perspectivas y futuro fue la principal razón a la hora de decidir mudarse a otro país o a otro continente, según aseguran las investigadoras. Aunque ahora, después de entre dos y cuatro años de haber partido, la nueva vida de estos jóvenes profesionales no les haya permitido ejercer aquello que estudiaron o no les haya dado una mejor calidad de vida.

"En la mayor parte de los relatos se destacó una fuerte relación entre la decisión de emigrar y el desgaste causado por las sucesivas crisis y la consiguiente inestabilidad e inseguridad laboral y económica que obstaculizaban las expectativas de crecimiento", asegura Murías.

La vida en el nuevo país no resultó más sencilla. Si bien el grueso de los entrevistados tiene formación profesional, sólo el 40% tiene un trabajo relacionado con su profesión. Otro 20% de los que tienen formación académica se encuentra desarrollando una beca de investigación y no tiene garantía de la continuidad de su profesión. El 40% restante de los profesionales tiene trabajos no relacionados con su formación, incluso trabajos no calificados o precarios, o están desempleados.

"En contra de lo esperable, el hecho de tener estudios universitarios no garantizó de por sí el logro de una buena inserción laboral. La posibilidad de planificar el viaje y de establecer contactos previos fueron clave en las inserciones laborales satisfactorias", asegura el trabajo.

De los diez entrevistados en Alicante, sólo cuatro tienen los papeles en regla. De los 55 entrevistados por Internet, un 40% tiene la ciudadanía correspondiente al país en el que vive, o bien una que le permite tener un status de ciudadano legal. El 14,5% reconoció abiertamente que no tiene los papeles en regla y que por lo tanto es "ilegal". El 21,7% tiene visa de estudiante. Otro 14,5% tiene permiso de residencia y/o trabajo y el 1% no respondió.

"En los casos en los que la persona no tiene un status jurídico legal, la inserción laboral está no sólo por debajo de sus expectativas, sino también que lo obliga a llevar una calidad de vida inferior a la que tenía en la Argentina", dice Murías.

Si en el nuevo país viven en peores condiciones, ¿por qué no regresan? Esa es la pregunta obligada. Según asegura Novick, los profesionales que ejercen en el nuevo país se mostraron muy conformes con el trabajos que tienen. Pero también algunos profesionales con trabajos poco calificados destacan aspectos positivos de su nueva vida.

"La mayor parte de los entrevistados, incluso los que se encuentran en una situación laboral deficiente respecto de sus expectativas, destacan que la vida en el nuevo país es mejor en relación con la que tenían en la Argentina. A la hora de enumerar las ventajas, mencionan la posibilidad de proyección del futuro, el aumento en la calidad de vida, la mejora en el estado de ánimo y la salud, y el correcto funcionamiento de los servicios básicos y de las instituciones", dice el trabajo en las conclusiones.

* Por Evangelina Himitian, De la Redacción de LA NACION 

Desde Inglaterra

Mariana, de 30 años, vive en Inglaterra. En Buenos Aires trabajaba como contadora en la auditoría interna de un banco. "Aquí hago tareas simples. No quiere decir que sea menos feliz; por el contrario, en esta etapa me siento satisfecha. Además desaparecieron mis afecciones del aparato digestivo (acidez, etc.) que padecía a causa del estrés laboral y por los problemas de la Argentina. No es que ya no me interese mi país. Estoy al tanto de las noticias, pero ya no es lo mismo escucharlas desde afuera." 

Textuales

Cecilia, 30 años, vive en España. Estaba cansada de no poder pensar en el día de mañana y vivir pendiente del dinero.

José Luis, de 38 años, España. "Supongo que para cualquiera que puede planificar su vida, más allá de dos días, implica un cambio importante, eso es posible aquí. España no es Suecia ni Holanda, pero uno tiene la tranquilidad de saber que su dinero valdrá más o menos lo mismo y seguirá siendo suyo."

Andrea, de 36 años, ahora vive en los Estados Unidos. "Trabajo como housekeeping (mucama) en un hospital, dado que aún soy inmigrante ilegal. El pago es muy bueno, pero aspiro a tener un trabajo mejor cuando pueda conseguir la ciudadanía."

Historias sobre nostalgia y desarraigo

Los mayores inconvenientes por vencer

Si la inserción laboral para los que se fueron del país en busca de otra vida ya representa un problema que muchas veces no es tan fácil resolver, mucho más complicado aún puede resultar la inserción social en la comunidad a la que ingresa el emigrado.

Según un trabajo realizado por las investigadoras de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, España parece ser uno de los países menos complicados en ese sentido.

Aunque la mayoría de los entrevistados reconoció que prácticamente no existen redes sociales o institucionales argentinas que los contengan. 

La ayuda del idioma

En el caso de España, el idioma parece haber ayudado bastante con la inserción de los emigrantes argentinos. La mayoría de los consultados dijo haber establecido "buenos vínculos con la gente del país receptor, o bien con los argentinos que estaban en la misma situación".

Mucho más complicada es la realidad de los eligieron dejar la Argentina para residir en países en los que la cultura y el idioma son muy diferentes.

Ellos contaron que les resulta dificil integrarse con la gente nativa y, en general, lo hacen casi exclusivamente con otros argentinos que están en la misma situación.

"Aproximadamente el 50% de los habitantes de la ciudad de Toronto son inmigrantes, por lo que muchos están en nuestra misma situación. La gente nativa es muy diferente en sus costumbres a las argentinas. Una pequeña dificultad que todavía siento es el idioma; es muy diferente tener un nivel de inglés suficiente para ser turista a tener un nivel fluido para una jornada laboral completa", contó Edgardo, de 31 años, que al mismo tiempo reconoce que trabaja sin inconvenientes. 

Mate e Internet

Ocurre que, según los resultados de ese estudio, la nostalgia y el desarraigo son el principal aspecto negativo de la experiencia migratoria, y la discriminación es el mayor problema que deben afrontar los que eligieron vivir en el exterior.

Así lo reconoce Silvia, de 31 años que vive en Alemania. "Extraño mucho mi país. Me lo paso tomando mate y escuchando radios argentinas en Internet. También leo los diarios argentinos en la Web y la verdad es que no se lo que sería de mí si no pudiera tener contacto a diario con toda mi familia vía correo electrónico." 

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