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La Nación-Domingo 6: América latina, ante una oportunidad histórica

El contexto internacional favorable invita a acentuar reformas

07 de noviembre de 2005, 15:32.

LISBOA.- Lo que los economistas denominan el "vuelo de la gallina", o sea, los espasmos de crecimiento a los que enseguida sucede la torpeza del aterrizaje por carencia de sustentación, estuvo varias veces presente en los debates del VI Foro Iberoamérica.
Más que un lamento, la evocación del "vuelo de la gallina" ha sido una advertencia a los gobernantes latinoamericanos para que no desperdicien una nueva oportunidad, y sobre todo ésta de los días que corren, calificada por Ana Botín, bella y poderosa banquera española, del "mejor momento de las últimas tres décadas".
Reservas monetarias altas; cuentas públicas en positivo; inflación controlada (la Argentina, renglón aparte); una racha de trimestres con aumentos del producto bruto y de las exportaciones y disminución relativa de la deuda pública fueron las referencias que se puntualizaron para señalar implícitamente que la responsabilidad de quienes conducen será ahora, si fracasan, mayor que las de otras generaciones de gobernantes.
América latina, se observó, viene de décadas con chivos expiatorios que han ido cambiando de nombre, pero en adelante deberá arreglarse por sí misma. A pesar de las calificaciones entusiastas del presente, se divisaron nubes negras en el horizonte y hasta se habló del "fin de la fiesta de los países emergentes", de una retracción general de los flujos financieros como consecuencia de la suba de las tasas de interés en los Estados Unidos y de costos impulsados por el precio del petróleo.
El crecimiento se está moderando: la tasa general para América latina fue, según cifras recientes del Institute of International Finance, del 5,9 por ciento en 2004. Lo estima del 4,3 para 2005 y del 3,9 para 2006. Venezuela, por lo que es con Chávez, y Bolivia, por lo que pueda llegar a ser con el triunfo eventual de uno de los candidatos populistas en las próximas elecciones, ocuparon el primer plano en las preocupaciones por un desequilibrio general en la región.
En realidad, las cifras de la macroeconomía regional nada dicen de la prosperidad que sigue siendo negada a una inmensa proporción de los latinoamericanos, entre los que se abren paso graves conflictos de identidad, como en el área andina. Felipe González, ex presidente de España, reveló que durante años los aimaras hicieron que la parte quechua contaminada por Sendero Luminoso hallara obstáculos para ampliar su espacio territorial y demográfico.
Pero hoy son los aimaras quienes se rebelan, desde poblaciones satélites de La Paz, en nombre de la postergación indígena. Con su llamada economía de subsistencia vivían mejor, junto al lago Titicaca, que en las proximidades de un centro urbano como La Paz.
España y Portugal, de progreso elocuente desde que ingresaron en la Unión Europea, quedaron expuestos a manera de modelo práctico para verificar que ha sido superada la famosa tesis de Max Weber. Si los latinos, por ser católicos y ajenos al protestantismo, tenían una moral difícilmente compatible con el capitalismo, en los últimos veinte años se ha demostrado lo contrario.
Aparte de que el protestantismo, pero en lo que tiene de peor, en su fundamentalismo religioso, fue denunciado como uno de los nuevos riesgos de acecho en América latina, la tendencia general de las discusiones llevó a concluir que no habrá un capitalismo eficaz si las reformas económicas prescinden de las reformas políticas: menos clientelismo, menos corrupción política y un Estado ni grande ni chico, sólo el Estado necesario.
 
A mitad de camino
Se habló poco de la Argentina, pero se habló precisamente en ese punto: las reformas económicas que se realizaron en los noventa no alcanzaron para transformar al país, pues no se comprendió que, "sin instituciones sensatas", al final el mercado no funciona. Hubo reclamos por instituciones que funcionen, no sólo en cuanto a la obviedad de la seguridad jurídica y de la seguridad física que brinden a los habitantes, sino también instituciones para minimizar los efectos de los diferentes ciclos económicos y hacer que los costos se afronten de forma equitativa.
Olvidarse de la calidad institucional ha sido equivalente a haberse olvidado de que con graves desigualdades sociales se hace imposible el crecimiento sostenible. "Chile tiene que fabricar una clase media -urgió Narcís Serra, ex ministro español de Defensa-. Tiene que resolver ese tema o su crecimiento se agotará."
Sergio Ramírez, el celebrado novelista nicaragüense que al final rompió con el sandinismo del que había sido dirigente, sugirió que deberíamos preguntarnos un poco más sobre de qué crecimiento se hablaba de América latina. ¿Qué ocurriría -dijo- si se cortaran de pronto los flujos financieros provenientes de los expatriados en Europa y los Estados Unidos, es decir, de los resultados de una producción lograda en otra parte?
Las remesas de ese origen han significado para la región casi 100.000 millones de dólares en estos dos últimos años. En lo que va de 2005 totalizan unos 52.000 millones, de los cuales a México han ido 19.000 millones de dólares.
Aquello de H. G. Wells de que siempre enfrentamos una dramática disyuntiva entre la educación o el desastre abrió paso a exposiciones que pusieron a la universidad en el centro de la discusión.
Para hacer inteligibles la complejidad de los cambios, para encontrar nuevos caminos en medio de tantos enfrentamientos, se requiere inteligencia, y ese es el papel promotor al que deben atender las altas casas de estudios, según dijo José Marota Moura, rector de la Universidad de Lisboa.
Una universidad, insistió, que sirva al diálogo de las culturas, y en Europa, al diálogo de las soberanías, porque la incomunicación lleva a una tolerancia engañosa.
Pero ¿hay verdaderas universidades -terció el filósofo argentino Santiago Kovadloff- o hay sólo facultades, con visiones parciales y una feudalización del conocimiento?
Kovadloff subió la apuesta: "Todo físico sabe que su mujer es un conjunto de átomos y de células, pero si la trata así, la pierde. El hombre culto es el que aprecia la interdependencia entre lo que sabe y lo que necesita saber".
"La Universidad debe dar una visión de universalidad", respaldó Julio María Sanguinetti, ex presidente del Uruguay. Y también Guillermo Jaim Etcheverry, rector de la Universidad de Buenos Aires, al afirmar que la universidad debe responder a dos impulsos: uno, el de conocer, el de investigar; otro, el de transmitir conocimiento.
"A veces -se quejó- se abusa de la universidad, se la trata como a una empresa, cuando el criterio debería ser el de evaluarla por el aporte cultural que hace a la sociedad. La universidad debe, por un lado, expresar un conocimiento de avanzada y, por el otro, su capacidad de dar a quienes pasan por las aulas una visión del mundo más allá de los saberes específicos."
 
Por lo menos, por miedo
¿Hay un dilema entre una educación que atienda a la demanda de las empresas y otra, como dijo Jaim Etcheverry, que preste atención a la formación teórica, al cultivo de las artes y saberes dignos de ser preservados y transmitidos como herencia de la humanidad? ¿O no sería del caso que las empresas actuaran también con la vastedad de espíritu de la universidad?
El propio rector argentino reencauzó la discusión cuando concluyó que lo realmente significativo es que los graduados salgan con flexibilidad intelectual, sin excesiva parcelación del conocimiento.
Tal vez una de las grandes coincidencias del Foro de Lisboa haya sido que no basta con crecer, que es necesario construir una sociedad más igualitaria y que, por lo tanto, la igualdad de oportunidades es una política insoslayable.
Y otra vez, aquí, el reclamo tantas veces hecho por el rector de la Universidad de Buenos Aires, al retomar palabras dichas por Sarmiento en 1848: "Si no los queréis educar por caridad, hacedlo por lo menos por miedo".
Por José Claudio Escribano Enviado especial 
 

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