Los humores políticos son precisamente eso: humores. Expresan elementos permanentes, que hacen a la cultura política, al valor de las instituciones y a la ley o a la confianza en la acción colectiva o individual, y otros más volátiles, que combinan la experiencia inmediata, el estado de ánimo y la actitud personales.
Cabría plantearse si lo que dicen estos jóvenes es un eco de lo que sucede en la sociedad en general.
Los jóvenes universitarios supieron ser, ya casi desde la Reforma de 1918, un buen termómetro de lo que pensaban las clases medias urbanas en nuestro país. Es difícil saber si todavía lo siguen siendo, habida cuenta de las enormes transformaciones posteriores a la crisis.
Un ejemplo da cuenta de ello. Hace poco un banco cordobés ofreció préstamos a las clases medias, requiriendo un ingreso mensual mínimo familiar de 1500 pesos. Las radios cordobesas recibieron múltiples quejas de ciudadanos que afirmaban pertenecer a la clase media, pero no reunían ese ingreso. La disparidad de percepciones y realidades es tan dramática en la Argentina de hoy que conviene ser cauteloso a la hora de interpretar opiniones, conductas y reclamos.
La encuesta sí es útil para reflexionar sobre percepciones y estados de ánimo que pueden tener influencia en el futuro. Porque, como dijo Freud hace tiempo, el futuro es sobre todo ilusión. Y la ilusión, dice él, no es verdadera ni falsa. Es una creencia que está empujada por la fuerza del deseo. No alcanza con desear o imaginar algo para que ocurra, pero si no somos capaces de imaginarlo o de hacer alguna acción para alcanzarlo, es menos probable que acontezca. El futuro también depende de lo que hagamos, pensemos e imaginemos hoy.
Es interesante que muchos menos jóvenes que hace dos años piensen en emigrar. Es llamativo que haya una leve recuperación de la confianza en las instituciones políticas. Se confirma que las ONG cada vez tienen más ascendiente como alternativa organizativa frente a instituciones más tradicionales.
Los jóvenes universitarios manifiestan como preocupaciones centrales la educación y la inseguridad, en lo que sí parecen seguir el humor de las clases medias. Por otro lado, se mantiene la incongruencia entre cómo ven el futuro del país (60%, igual o peor) y cómo imaginan su futuro personal (60%, mejor). Algunos criticarán que sigue imperando el individualismo de la década del 90; pero antes de quejarse habría que pensar que es un buen signo que la expectativa personal sea mayoritariamente positiva.
¿Es eso señal de que el país está mejor o de que está empezando a ofrecerles alguna alternativa más esperanzadora a los jóvenes? Habría nuevamente que ser cautelosos en este punto.
En una investigación realizada en Flacso por Guillermina Tiramonti y su equipo (\"La trama de la desigualdad educativa. Mutaciones recientes en el nivel medio\") también se preguntó a los estudiantes, esta vez de enseñanza secundaria, cómo perciben el futuro.
La investigación tuvo lugar en 2002 y 2003, y las respuestas fueron menos optimistas que las actuales. Pero lo más significativo fue la distancia entre los sectores sociales: mientras que los jóvenes de colegios de elite se imaginaban dirigiendo empresas o viajando al exterior, los de clase media dijeron mayoritariamente \"no saber\" cómo iba a ser su futuro, y los de sectores marginales manifestaron el deseo de tener algún trabajo, una familia, un poco de amparo.
Es quizás esta brecha la más preocupante, y la que va a decidir más sobre nuestro futuro como sociedad. Que todos los argentinos podamos empezar a imaginar que puede haber un futuro más esperanzador, menos fracturado y más inclusivo seguramente lo hará más posible.
Por Inés Dussel, la autora es doctora en Educación y coordinadora del Area Educación de Flacso Argentina