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La Nación-Domingo 8: Los que deciden volver

Comienza a revertirse la fuga de cerebros de la Argentina

09 de mayo de 2005, 13:49.

Carina Basualdo es psicóloga, doctorada en París. Dante Chialvo trabaja desde hace veinte años en los Estados Unidos en sistemas biológicos complejos. Mariano Sigman es físico e investiga en neurociencias en el Laboratorio de Neuroimágenes Cognitivas del Institut National de la Santhé et la Recherche Medicale (Inserm), de Francia. Adolfo Villanueva se fue un día a hacer una maestría en Brasil sobre su tema de estudio, la hidrología, y se quedó dos décadas. Todos ellos tienen algo en común: son científicos que se fueron a vivir y trabajar en el exterior, y regresaron o están a punto de volver a la Argentina. A pesar de los problemas de larga data que todavía encuentran en el país, y de los sueldos tentadores o las carreras brillantes que dejan en suspenso en el extranjero, hay signos de que lentamente el intenso drenaje de cerebros que se registró después de 2001 se está haciendo menos compulsivo y algunos científicos están decidiendo "volver a casa".

Es el caso de Javier Fernández, matemático, que estuvo trabajando y estudiando ocho años en los Estados Unidos. Y de Rodolfo Romero, docente en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional del Nordeste y Manuel Pulido, físico, que acaban de terminar sus posdoctorados, el primero en la Universidad de Helsinki, Finlandia, y el segundo en la de Reading, Gran Bretaña.

"Sólo en 2004 regresaron más de cien", afirma la ingeniera agrónoma Agueda Menvielle, directora de Relaciones Internacionales de la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y titular del programa Raíces, que junto con las becas de reinserción que otorga el Conicet ayudan a concretar el regreso.

"Las becas de reinserción existen desde hace tres años -cuenta el doctor Ricardo Farías, vicepresidente de Asuntos Científicos del Conicet-. Están destinadas a investigadores menores de 40 años. Se les asigna un monto de entre 5000 y 10.000, pesos y se les otorga una beca por dos años de entre 1500 y 1800 pesos, dependiendo de las zonas. Durante ese período tienen que presentarse a la carrera del investigador, o ingresar en una empresa o en una universidad."

Desde que comenzaron, hace unos tres años, se reinsertaron en el país gracias a las becas del Conicet 162 investigadores. "Este año pueden llegar a 200", destaca Farías.

Programas complementarios

Raíces, por su parte, paga pasajes de regreso, organiza una bolsa de trabajo que incluye empresas de base tecnológica, universidades y centros de investigación, y distribuye esas propuestas a 2500 científicos en el extranjero, dice Menvielle.

"Cuando obtienen el puesto, nos llaman para que les facilitemos el viaje", agrega. Un dato para tener en cuenta es que, aunque el programa Raíces dispone en principio de un presupuesto de 500.000 pesos, la ingeniera Menvielle afirma que "no tiene límites estipulados" y cuenta con la promesa de que se le adjudicarán los fondos que sean necesarios para el retorno de los científicos argentinos en el exterior.

"Siempre quise volver al país, y cuando me postulé para un puesto como investigador principal del Conicet, el año pasado, me sorprendió que en cuatro meses hubiera una respuesta positiva. Algo cambió en estos años", afirma Dante Chialvo, egresado de la Universidad de Rosario y en la actualidad docente de las universidades de California en Los Angeles (UCLA), de Chicago y Rockefeller.

"Mi director de tesis en Buenos Aires decía que los que están afuera siempre quieren volver. Y lo cierto es que cuando mejoran un poco las condiciones se genera una ola de optimismo que hace que muchos se decidan", coincide Sigman.

Si bien esta tendencia incipiente no basta para revertir décadas de drenaje de talento científico, al menos infunde un optimismo que lentamente empieza a palparse.

"Me fui quedando... hasta que empecé a pensar cómo quería vivir el resto de mi vida", cuenta Villanueva.

Hace un mes volvió de Brasil a la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires. "El trabajo parecía muy interesante -afirma-. Tenían interés en que volviera y Raíces no sólo me pagó el pasaje, sino que se contactó conmigo para montar redes. Manejaron las cosas de manera eficiente, en un mes."

Guillermina Dolcini se graduó de veterinaria en la Universidad del Centro y en 1998 decidió irse a París. "La idea era que me formara en unas técnicas de diagnóstico de HIV y luego instalara un laboratorio en mi universidad. Después, todo se fue complicando y me quedé en el Inserm, pero siempre pensé en volver. Ahora estoy circunstancialmente en Buenos Aires, aunque la idea es que forme mi grupo en Tandil."

"Fuimos con la mente abierta a ver qué encontrábamos, pero en el fondo siempre me había gustado la idea de establecerme en la Argentina, aunque fuera a largo plazo", cuenta Fernández. Raíces le pagó el pasaje de regreso desde Salt Lake City hasta el Instituto Balseiro. "Es una especie de apuesta al futuro, pero si bien todavía me estoy reajustando, en lo profesional estoy muy contento", agrega.

Mariano Sigman, egresado de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, se entusiasma: "Los alumnos argentinos son excelentes, los mejores del mundo. Por otro lado, lo que yo hago, neurociencia integrativa, es un campo emergente en la Argentina. Desarrollarlo es un desafío que excede lo académico. Como proyecto de vida, me agrega un valor de trascendencia."

Una tarea agridulce

Claro que, para los que toman la decisión de regresar, las cosas no son sencillas. Algunos, como Basualdo, se sienten frustrados. "Me habían dicho que iba a tener un puesto de profesor adjunto full time y ahora me encuentro con que soy auxiliar de primera. Desde el punto de vista económico, no es tanta la diferencia, pero en la jerarquía sí. Por otro lado, se hace difícil encontrar un entorno de trabajo adecuado. Yo no siento que pueda desplegar mis inquietudes intelectuales."

Otros tienen problemas "técnicos" insoslayables: Javier Fernández se doctoró en matemática en la Universidad de Massachussets y fue profesor en la de Utah. El 3 de junio de 2004 llegó al Balseiro para hacerse cargo de un puesto de profesor adjunto que había ganado por concurso. Pero su mujer, especialista en estadística aplicada a la medicina, sigue en los Estados Unidos porque hasta ahora no encontró trabajo en Bariloche. "Por eso digo que mi estadía es temporaria, hasta que se arregle la situación familiar", confiesa Fernández.

Pulido cuenta: "Uno siempre se siente en deuda por haber estudiado gratuitamente... Pero por otro lado están las limitaciones. Yo vine a trabajar en un área que no existía en Corrientes y nos hace falta infraestructura, bibliografía; carecemos de subsidios. La burocracia es bastante complicada, pero con el tiempo uno se va olvidando y se adapta".

Por suerte, la mayor parte de los que llegan están decididos a darles batalla a los obstáculos.

"No me arrepiento; sólo espero que haya apoyo para la ciencia", dice Pulido.

Villanueva confiesa que, a la hora de decidir, no le importó que su sueldo en Brasil fuera más alto: "Hay una diferencia entre tener más plata o mejor calidad de vida. Allá la inseguridad es enorme. Hay que convivir con niveles de miseria extremadamente altos. En algunas cosas puede ser más agradable Brasil, pero creo que mi sistema de valores es más argentino".

Dolcini trabaja en investigación básica en la transmisión del HIV de la madre al hijo a través de la placenta. Estudia los mecanismos naturales que le permiten a ésta defenderse y cómo interfieren las coinfecciones para favorecer la acción del virus. "Añoro desde el queso de cabra hasta la manera de trabajar, el orden, y ni hablar de París -confiesa, acerca de su estadía en la Ciudad Luz-. Pero me voy adaptando a la realidad argentina y estoy contenta. Fuimos formados acá y es justo que volquemos nuestros conocimientos en el país."

"No como bulones -resume, por su parte, Chialvo, que está haciendo las valijas-. No pienso que mañana llego a la Argentina y todo es color de rosa. Entiendo que hay miles de historias de horror, pero no las escucho, porque historias de horror hay en todos lados. Quiero ir a la Argentina a formar gente, a hacer difusión de la ciencia. La vida es corta y uno está rodeado de fantasías que tiene que sacarse de encima o frustrarse en el intento. Es una decisión muy irracional y emocional, como finalmente es toda decisión importante."

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