El informe dice que el 80% de los encuestados de esos estratos redujo su dieta alimentaria por problemas económicos; el 40% de los del área metropolitana de Buenos Aires carecía de ropa de abrigo adecuada para el frío del invierno, y en los sectores populares urbanos un 4,6% pensó en el suicidio como forma de escape (la cifra trepa al 9,7% del estrato medio bajo en ciudades del interior).
Durante los seis meses anteriores a la encuesta, uno de cada cinco hogares de los estratos más vulnerables sufrió hambre varias veces. Y uno de cada diez tuvo hambre y no recibió alimentos en bolsones ni en comedores comunitarios ni ayuda en dinero de instituciones públicas.
La encuesta fue realizada en junio último a 1100 personas de estratos sociales bajos y medios bajos de la Capital y el conurbano y de seis ciudadesde más de 200.000 habitantes (Córdoba, Mendoza, Salta, Resistencia, Bahía Blanca y Neuquén). Como grupo de control se encuestó a 100 personas de clase media próspera. La encuesta indica que sólo el 35% de los hogares de sectores populares cuenta con obra social o capacidad para atenderse en un consultorio privado; en la clase media, el 85% tiene esa posibilidad.
El estudio será presentado en un libro el martes, a las 19, en la UCA, por el presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, monseñor Carmelo Giaquinta, que hablará sobre \"Las grandes desigualdades\".
Una sociedad fragmentada
El director del Observatorio de la Deuda Social y jefe de la investigación, Agustín Salvia, sociólogo, dijo a LA NACION que se advierte una sociedad no sólo polarizada por la desigualdad, sino muy fragmentada. La pauta de solidaridad aparece como un instrumento para el beneficio personal, en forma inmediata y directa, en la actitud de \"sálvese quien pueda\".
Según la encuesta, ante situaciones de catástrofe en el barrio, los estratos más vulnerables perciben que cuentan con menos redes de contención interna que el resto de la población. El Estado y las organizaciones de la sociedad civil están casi ausentes en la representación de las personas, y la solidaridad se concentra en la ayuda mutua. Pero un 25% siente un desamparo absoluto, incluso en relación con sus propios vecinos.
El estudio no se limita a cómo está la gente, con parámetros materiales como los ingresos. \"Entra en otras dimensiones: cómo la gente siente su situación y la idea de no poder modificar el entorno\", comentó la socióloga Silvia Lépore, que integra un equipo interdisciplinario con psicólogos y otros especialistas. Inspirándose en el premio Nobel de Economía indio Amartya Sen, que entiende el desarrollo humano como expansión de capacidades, el estudio incursiona en la capacidad de estar integrado al barrio, planificar la propia vida o contar con tiempo libre para el descanso.
El estudio continúa la labor encarada desde la crisis de 2001 por el Departamento de Investigación Institucional de la UCA, dirigido por el economista Felipe Tami, que dio lugar a tres libros, sobre pobreza y desempleo. Como tarea previa, en 2003 se efectuó una muestra cualitativa de 120 entrevistas en profundidad, que revelaron, en las clases medias empobrecidas, depresión y pasividad, vergüenza e irritación, y una mayor adaptabilidad en las clases populares.