Saltar a contenido principal Saltar a navegación principal

La Nación: Editorial I: Utópico proyecto educativo

Si aspiran seriamente a merecer el respaldo de la sociedad -sin el cual no excederían los límites de los meros formulismos-, las iniciativas parlamentarias deben ser, en primer e ineludible término, razonables. Basta con un somero análisis para determinar que no es ése el caso del proyecto presentado en la Legislatura porteña mediante el cual se aspira a crear una denominada Universidad de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

23 de agosto de 2004, 13:01.

Sus autores, los diputados locales Rodrigo Herrera Bravo y Marcelo Godoy, han expresado en los fundamentos que los anima el propósito de convertir la zona sur de la metrópoli en polo productivo. También los guía la intención de crear otra alternativa a la oferta educativa existente, de manera tal que se abran mayores posibilidades de cursar estudios universitarios.

No hay duda -nadie se atrevería a afirmar lo contrario- de que la zona sur de la ciudad es la más postergada de la urbe y que en infinidad de oportunidades fueron elaboradas y anunciadas, hasta con bombos y platillos, iniciativas encaminadas a subsanar tan injusta postergación. Planes optimistas que, a la postre, languidecieron y cayeron en franco olvido por causa de impedimentos burocráticos, falta de recursos y pertinaces indiferencias. De allí, entonces, que resultaría imprudente restarles importancia a las propuestas tendientes a revertir tan letárgica situación, siempre y cuando fueren razonables.

En este caso en particular, el supuesto de razonabilidad se estrella contra el hecho concreto de que en el seno de nuestra ciudad ya existen tres universidades nacionales y veintisiete privadas, a las cuales, para colmo, es menester sumarles por lo menos otras cuatro con sede en muy cercanos partidos de la región sur del conurbano bonaerense. Frente a esas cifras contundentes, no cabe otra cosa que coincidir con la opinión de la titular de la Secretaría de Educación porteña, Roxana Perazza, que no cree que la apertura de una universidad local tenga carácter prioritario. Y con las manifestaciones del presidente de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Coneau), Ernesto Villanueva, acerca de que lo recomendable sería "fortalecer las instituciones existentes".

Fundar una universidad, dotarla de recursos humanos y financieros y darle estructuras académicas creíbles y eficientes no es, por cierto, labor que pueda ser llevada a cabo en un abrir y cerrar de ojos. Estas consideraciones bastarían, pues, para consolidar la sospecha de que este proyecto es adscribible al voluntarismo utópico que tantas frustraciones y desengaños les ha provocado al país y a sus habitantes.

Además, se podría agregar que los vecinos de nuestra ciudad no son insensibles, por supuesto, a estas manifestaciones de creatividad que suelen mostrar sus legisladores. Pero verían con sumo agrado que esas plausibles aptitudes fuesen aplicadas en forma primordial a buscar soluciones también eficientes y razonables para ese cúmulo de cuestiones esenciales -inseguridad, ley de comunas, avasallamiento de los espacios públicos, etcétera- que sigue esperando en vano tratamiento legislativo, aun a pesar de que afecta de manera profunda y negativa su calidad de vida.

Contenido relacionado