De este modo, lejos de producirse la deseada reducción de la brecha educativa, se advierte una mayor distancia entre quienes reciben una enseñanza cualitativamente superior y los que deben aprender con limitación de recursos humanos y materiales.
Vale la pena reiterar que la igualdad de oportunidades es un principio consagrado por la educación contemporánea y se halla asociado íntimamente con las demandas de una sociedad democrática, tal como está entendido en la ley federal de educación. En el artículo 5º de la citada norma, donde se expresan los lineamientos de las políticas educativas por seguir, se enuncia con claridad el objetivo de concretar "...una efectiva igualdad de oportunidades y posibilidades para todos los habitantes...", meta factible "a través de la justa distribución de los servicios educacionales a fin de lograr la mejor calidad posible y resultados equivalentes a partir de la heterogeneidad de la población".
Sobre ese tema realizaron una metódica investigación Juan J. Llach y Antonio Schumacher, quienes buscaron establecer de qué modo las desigualdades existentes en las escuelas inciden en los rendimientos del aprendizaje. Los nombrados autores, en un trabajo titulado "¿Escuelas pobres para los pobres?" plantearon el problema a partir del concepto de "capital de las escuelas", del cual se desprenden tres índices significativos y mensurables objetivamente.
El primero de esos índices es el de "capital humano", determinado por la calidad de directivos y docentes, el nivel de sus títulos, sus antecedentes, la capacitación alcanzada. El segundo índice es el de "capital físico", que se mide por las características edilicias de los establecimientos, su funcionalidad, condiciones de sus aulas, de su biblioteca, de sus recursos didácticos (mapas, ilustraciones, videos, computadoras, etcétera). El tercero es el de "capital social", que se refiere al modo en que cada escuela se inserta en su comunidad y que se revela en las asociaciones cooperadoras capaces de generar recursos propios, la integración de los padres, la organización escolar y los climas internos. Los tres índices permiten una evaluación de las escuelas.
Con esa base se analizaron los rendimientos de los alumnos en Matemáticas y Lengua en las pruebas tomadas en el Operativo Nacional de Evaluación de 2000 y en el cual participaron 613.919 alumnos de todo el país. Las conclusiones corroboraron las previsiones. La relación entre mejor capital humano, físico y social - aseguraría una educación de mayor calidad- se reflejó en los promedios generales obtenidos por alumnos de esas escuelas. Inversamente, los niños pertenecientes a escuelas cuyos índices considerados eran más bajos, tuvieron promedios generales inferiores.
Se puede inferir, entonces, que las desigualdades del servicio educativo contribuyen a acentuar las diferencias que, al acumularse, agravan la temida marginación social. Consecuentemente, ningún esfuerzo debe omitirse para que sea efectiva la aspiración de que la escuela sirva como trampolín de ascenso social a partir de una necesaria igualdad de oportunidades.
En ese sentido, el Ministerio de Educación se ha esforzado por llevar a la práctica diversos programas -tales como la provisión de diez mil computadoras destinadas a diversas escuelas y colegios, y la construcción de 700 edificios escolares-, cuya puesta en funcionamiento revela que se ha comprendido la necesidad urgente de limar aquellas inadmisibles diferencias. Así, mediante esa metodología, se logrará cerrar, aunque más no fuese en forma paulatina, la brecha educativa que hoy conspira contra la evolución de los sectores menos favorecidos de nuestra sociedad.