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La Nación: Editorial II: La filosofía en la escuela media

Se ha celebrado recientemente el Día Mundial de la Filosofía, fecha instituida por la Unesco con el propósito de contribuir al desarrollo de los estudios de una disciplina que, desde los tiempos de la Grecia clásica, marcó un hito fundamental en la cultura de Occidente. Uno de los objetivos de la Unesco es alentar la presencia de la filosofía en la escuela media.

29 de noviembre de 2005, 11:15.

Si hubiera que responder hoy al porqué de la inserción curricular de esta materia, a las razones que tradicionalmente han justificado su incorporación se les podría sumar la gravitación de la ardua problemática contemporánea que afecta al hombre y la sociedad, en términos globales y, específicamente, en el contexto del país.
La escuela es una organización abierta en continuo intercambio con el medio externo, de ahí que nada de cuanto ocurra en el seno de la sociedad sea ajeno al ámbito escolar. Entre otras cuestiones de nuestro tiempo, emergen con énfasis los temas vinculados con los avances de la ciencia y la tecnología y las transformaciones que ellos han traído, los renovados planteos de la vida moral y, como basamento de esta arquitectura, la demanda creciente de un pensamiento lógico capacitado para acceder a la verdad, analizar y argumentar con sentido crítico.
La probabilidad de que los estudios filosóficos generen un espacio apto para la reflexión y el ejercicio racional constituye una rigurosa necesidad, ya que nuestra época está lamentablemente perturbada por la violencia, la acción directa, la manipulación de las opiniones y el tratamiento irracional de los problemas. Podría afirmarse que nunca tanto como hoy se requiere aprender aquello que la filosofía enseña.
La etimología de la disciplina que nos ocupa autoriza a creer que mientras se mantenga vivo el amor por el conocimiento, siempre se escuchará el llamado a recorrer los caminos que la filosofía permite explorar. La duda reside en cuanto a lograr de los jóvenes la actitud apropiada para un estudio que reclama sosiego y comprensión de los interrogantes, antes que respuestas inmediatas. Es más, a menudo parece enfriar la disposición a encarar problemas de esta índole el contenido de la hermosa metáfora que ha identificado el vuelo del pensamiento filosófico con el del ave de Minerva, que se eleva a la hora del crepúsculo.
Sin embargo, es posible. No se trata de convertir a los alumnos en filósofos -lo cual carecería de sentido-, sino enseñar el valor del cuestionamiento inteligente a través del diálogo, la importancia de indagar acerca de la verdad y de poner los problemas humanos en el centro de los razonamientos. Lo que constituye, en realidad, un modo de comprender así a Sócrates, permanente ejemplo de filósofo y pedagogo.

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