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La Nación: Editorial II: Población universitaria y desigualdad

Una reciente publicación estadística del Sistema de Información de Tendencias Educativas en América Latina (Siteal) de la Unesco reúne datos de la población universitaria de doce naciones de América latina, entre las cuales se incluye la información correspondiente a nuestro país. En ella se observa que el 60 por ciento de los alumnos que ingresan en nuestras universidades pertenecen a sectores cuya situación socioeconómica es media o alta. El 40 por ciento restante está compuesto por jóvenes de menores recursos. Las diferencias se acentúan cuando se considera el número de egresados: el 78 por ciento de ellos son de los niveles medio y alto, y el 22 pertenece al sector bajo.

04 de agosto de 2005, 13:11.

Como la formación educativa es el principal motor del ascenso social, las distintas posibilidades de ingreso y graduación que se registran permiten afirmar que un número significativo de los jóvenes de menores recursos no pueden emerger de su condición original y, lamentablemente, se cumpliría en ellos la llamada ley de la reproducción de las desigualdades de origen.

Otra cuestión central está cifrada en el ingreso universitario. Por lo que es dable comprobar, el ingreso irrestricto no ha resuelto las desigualdades. El perfeccionamiento y la ampliación del sistema de becas serían otro aporte valioso. Sin olvidar que toda mejora educativa necesita, para ser efectiva, que se sustente en desarrollos de la sociedad, tanto económica como culturalmente; por ejemplo, dejar puestos de trabajo del sector industrial para ocuparlos en el área de los servicios.

De manera más restringida, la movilidad alude a los cambios de posición jerárquica que se producen en la pirámide de una sociedad estratificada y que pueden tener una dirección ascendente o descendente. Precisamente, para seguir la evolución de los procesos de movilidad ascendente, la información referida a la composición de la población universitaria es muy valiosa para estimar los progresos que se van logrando con miras a constituir una sociedad más justa a partir de la oferta de igualdad de oportunidades educativas. En distintos tiempos de nuestra historia se fueron decantando escalones de ascenso social a partir del acceso y egreso de las escuelas primaria y secundaria. El crecimiento de esos niveles de la enseñanza produjo socialmente la expansión de los sectores medios de la sociedad de manera acelerada en la primera mitad del siglo XX.

La expansión del ciclo intermedio promovió el aumento de la matrícula universitaria, pero el incremento cuantitativo lleva en sí un costo cualitativo que se va traduciendo en una devaluación de los títulos menores. De ahí que, para poder seguir avanzando hacia el vértice de la pirámide, aun en el campo universitario, los títulos de grado no alcanzan y se multiplican las ofertas de cursos de posgrado.

Parte de los grandes debates actuales en materia educativa se concentra en el modo de reducir las desigualdades existentes. La meta deseada es generar una auténtica meritocracia sustentada en la promoción de una educación de calidad que se ofrezca equitativamente.

¿Cómo lograr un equilibrio de posibilidades para los distintos sectores de nuestra sociedad? Uno de los factores por mejorar es el cumplimiento generalizado de una escuela media de calidad. Tanto como se logre esa superación, se promoverá el acceso a los estudios superiores, se reducirá el abandono de los estudios y se equilibrarán las posibilidades de egresos para los jóvenes de distintos sectores sociales. Por fin, debe reafirmarse, como lo prueban investigaciones muy serias y recientes, que la reducción de las desigualdades se sustenta en un enfoque integrador que transforme positivamente las condiciones socioeconómicas en que viven los estudiantes de menores recursos.

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