Rodeado de alumnos que están de pie, con pancartas en las manos y gesto amenazante, el decano de Veterinaria, Rubén Hallú, que está sentado, se vuelve hacia ellos en una actitud entre sorprendida y atemorizada. Salvando las distancias, estos jóvenes estudiantes podrían hacer recordar aquellos cuadros sobre la Revolución Francesa, cuando los condenados marchan hacia la guillotina en medio de los insultos del pueblo.
¿Exageración? No lo parece, desde el momento en que la crónica publicada en este diario señala que el Consejo Superior de la mayor universidad del país -convocado para elegir vicerrector y avanzar en el llamado a una nueva asamblea- debió suspender otra vez su sesión cuando los estudiantes de izquierda de la FUBA "ocuparon la sala e increparon a los consejeros". Insultos y amenazas caracterizaron, en el más violento capítulo de su crisis institucional, la sesión del Consejo en la cual varias veces se estuvo cerca de la franca agresión física de los alumnos hacia sus profesores.
Lejos de haber aprendido de la dura experiencia que significó el violento enfrentamiento, el martes 2 del actual, entre no docentes y estudiantes en las inmediaciones de la Facultad de Medicina -tomada por estos mismos activistas de los que se habla más arriba-, que terminó con heridos y destrozos de todo tipo, estos pequeños grupos de alumnos parecen haber decidido definitivamente que la provocación y la intolerancia serán su forma habitual de comunicación. Pero llama la atención su ingenuidad, si hay que creer en la buena fe de sus reclamos sobre la "antidemocracia" de las asambleas que sucesivamente se han encargado de impedir. Como ya lo hemos hecho constar en estas mismas columnas, el respeto por las reglas de la democracia exige aceptar las diferencias y, sobre todo, ante una eventual derrota electoral, acompañar la decisión de las mayorías. Su conducta, entonces, parece ser, precisamente, todo lo contrario de lo que declaman.
Mientras estos jóvenes siguen jugando con los destinos de los profesores y alumnos de la UBA, las actividades en la universidad que es -¿fue?- motivo de orgullo y prestigio en todo el mundo se ven progresivamente paralizadas. Estas irresponsables escaramuzas juveniles sirven de útil cortina de humo para disimular los poderosos intereses que se mueven en pos de un presupuesto universitario que maneja muchos millones de pesos: las millonarias cajas que han servido tantas veces para financiar estructuras partidarias al margen de los controles, fundamentales para hacer transparente la administración de la UBA.