El cálculo para restablecer el crecimiento en recursos humanos arrojó una cantidad necesaria de por lo menos unos 2000 ingresos en los próximos ocho años, por lo que se decidió aumentar las becas de posgrado y otorgar también 250 ayudas para la realización de pasantías para investigadores jóvenes por cortos períodos en el exterior. Aunque entre 1991 y 2002 ingresaron en la institución 1814 personas, el incremento sólo fue de 989 porque, dentro de la población científica, la gente que entra en la carrera pasa a "jugar en primera" y entonces se vuelve difícil mantenerla en la Argentina, con sueldos bajos, mal equipamiento y muchas otras dificultades.
Las autoridades del Conicet dejaron en claro dos puntos fundamentales: que estos 2000 ingresos constituyen el mínimo indispensable para que la estructura del organismo recobre su equilibrio -las necesidades reales del país son mucho mayores- y que otro pilar del plan será la integración con los restantes sectores de ciencia y tecnología, nacionales e internacionales, y la transferencia tecnológica hacia la actividad productiva, área esta última que no siempre fue atendida adecuadamente por la institución, para lo cual se seguirá reforzando la relación con el sector privado y, en particular, con la creación de empresas de base tecnológica.
Hay todavía otros puntos igualmente destacables en este programa, como la implementación de polos o parques tecnológicos, comenzando por la regularización del Parque Tecnológico Litoral Central, en Santa Fe, y la iniciativa público-privada de contar en Rosario con el núcleo de biotecnología más importante de América latina.
Pero lo que más importa es que estos anuncios vienen a refirmar la convicción de que por fin -después de tantos años de malentendidos- la ciencia y la tecnología argentinas empiezan a recibir de manera constante el estímulo y el apoyo que se merecen. Varias han sido las oportunidades en que, desde estas mismas columnas, se advirtió sobre la importancia que cobran los científicos para cualquier país que pretenda estar inserto en el mundo globalizado de hoy. Una certidumbre confirmada por la interminable fuga de cerebros que sufrió la Argentina, porque ni sus autoridades ni sus ciudadanos comprendían con claridad en qué medida este campo del conocimiento humano debe ser jerarquizado, para que contribuya al desarrollo sostenible de la Nación.
De confirmarse en hechos las intenciones expuestas, y si se sostiene en el tiempo el esfuerzo, se estarían sentando las bases para revertir la situación. Las noticias de descubrimientos científicos debidos a investigadores nacionales, que día tras día se difunden a través de los medios, no sólo deben llenarnos de orgullo, sino ayudarnos a comprender el valor que tiene para la subsistencia de una comunidad que todos sus miembros puedan desarrollarse plenamente en las áreas que han elegido. Y también a recordar que inversiones de este tipo necesitan tiempo para comenzar a mostrar sus frutos.