La importancia que esa pregunta reviste es obvia, dada la conexión entre los reales intereses de la juventud y el futuro previsible de nuestra sociedad y de nuestro país. Es oportuno aludir, también, al sentido que se otorga al término "interés", que ha merecido distintas definiciones. A menudo se percibe una clara diferencia entre los intereses que se enuncian de palabra y los que se revelan en el comportamiento concreto de todos los días. Y también se advierte una significativa distancia o bien entre los intereses o deseos que se hallan en el nivel consciente y los que se encuentran en latencia. Cabe anotar, además, que si bien la encuesta se realizó con jóvenes que han dejado atrás la adolescencia y que exhiben ya cierta maduración en determinadas esferas de la conducta, en algunos de los entrevistados se advierte todavía que sus intereses se mantienen inestables, como lo reflejan hoy las estadísticas sobre deserciones y cambios de orientación de un buen número de estudiantes.
En ese margen de fluctuaciones influyen diversas variables: el ámbito social en que se mueven, la educación asimilada, los estímulos culturales del presente, los hechos políticos compartidos por los coetáneos. Estos últimos, lamentablemente, han sido frustrantes para la mayoría. Desde esta perspectiva, el desinterés político de los jóvenes tendría una fácil explicación. Esto muestra que quienes habitualmente se dedican a la actividad política están llamados a cumplir, aunque a veces no lo adviertan, un delicado papel pedagógico, en tanto que su función, si se cumple honesta y eficientemente, movilizará e interesará seguramente a los jóvenes. En cambio, si su tarea es negativa, generará escepticismo y desinterés. También concierne a los jóvenes apreciar que la democracia reclama conocimiento, participación y afán de fortalecer las instituciones con capacidad y conducta limpia, todo lo cual se opone a tomar distancia de la realidad y postergar las responsabilidades del ciudadano.