Saltar a contenido principal Saltar a navegación principal

La Nación: El alimento que hizo posible una hazaña

Un desarrollo del Conicet y el Ejército

23 de julio de 2004, 14:05.

La hazaña del doctor Guillermo Basombrío, de 78 años, que acaba de bajar en kayak los 2200 kilómetros que mide el río Paraná desde las cataratas del Iguazú hasta el río Luján, en el delta del Tigre, tiene un ángulo científico que pasó inadvertido: Basombrío se alimentó durante todo el periplo exclusivamente con "raciones para catástrofe" preparadas por el Centro Regional de Investigación y Desarrollo de Santa Fe (Ceride), del Conicet, y el Instituto de Enseñanza Superior del Ejército (IESE), en el marco de un convenio celebrado en 2001 entre esa fuerza armada y la Secretaría de Producción, Ciencia y Tecnología (Setcyp). Son ocho preparados diferentes que fueron testeados con todo éxito s durante la inundación de fines de 2002 en la ciudad de Santa Fe.

¿Qué resultado tuvieron estas raciones sobre el organismo de un atleta de 78 años expuesto a fríos, lluvias y el feroz desgaste calórico de jornadas de remo de más de 70 kilómetros? Don Guillermo (alias "El Abuelo", como lo llaman la Prefectura Naval Argentina y la comunidad kayakista) llegó a destino con una leve pérdida de peso (unos cinco kilogramos), pero en buena salud, tras remar un mes casi sin parar.

Como dice el propio Basombrío en una carta de agradecimiento al ingeniero Rubén Roa, que suministró las raciones desde el Instituto de Tecnología de Alimentos de la Universidad del Litoral: "Fui sometido a severos controles médicos, pero me felicitaron por lo bien que estaba", dijo.

"El Abuelo" todavía mide su buen metro ochenta y conserva el índice de masa corporal de una persona de cuarenta años. En 2002, cuando "apenas" tenía 76, bajó -también en solitario- el torrentoso curso superior del río Uruguay. Con una alimentación cualitativamente muy inferior, perdió 20 kilogramos. Llegó a puerto tan debilitado que terminó internado con una grave neumonía.

Basombrío atribuye aquel casi desastre de 2002 a una combinación de frío, déficit calórico-proteico ("planifiqué mal la comida, punto") y estrés: tuvo que remar sobre más de 160 vertiginosas cataratas y "correderas" con su kayak, y en un tramo selvático y deshabitado del Uruguay, entre Corrientes y Brasil, estuvo a un tris de ser abordado por contrabandistas de drogas. Lo salvó una Alfa Bravo (lancha de aluminio con motor fuera de borda) de la Prefectura, que surgió bruscamente de un recodo -como en las películas, a último momento- con un par de suboficiales armados a bordo.

"Este año -confiesa esta leyenda viviente del kayakismo argentino- también pasé tormentas y miedos: mi obsesión era terminar barrido por esos enormes lanchones que bajan el Paraná cargados de soja. Los pilotos no podían verme a proa y yo sencillamente no los oía venir por popa, encapuchado como iba por el frío y la lluvia.

"A veces, para escaparles a esos convoyes -prosigue Basombrío-, iba pegado a las orillas, en lugar de tomar el río por la baguada, donde la corriente te hace duplicar los cuatro nudos de velocidad media que da un kayak. El desgaste psicofísico fue duro, pero las raciones anticatástrofe me hicieron sentir fuerte: nunca tuve debilidad muscular y casi no registré el frío, aunque según el termómetro lo hubo", dijo Basombrío a LA NACION. Las ocho raciones desarrolladas por el Ceride y el Ejército, con su base de alisado de soja, parecen tan "redondas" en términos nutricionales que podrían abastecer los comedores escolares de todo el país. Pero como dice "El Abuelo", el Estado que las creó tiene que percatarse de su existencia.

Las raciones del Ceride-IESE pueden mantener saludables a personas de edad avanzada en condiciones durísimas. Pero además se "estoquean" sin cadena de frío, se preparan con un simple hervor de agua y, a 50 centavos la ración, resultan de 4 a 6 veces más baratas que la comida distribuida por los grandes planes nacionales.

Contenido relacionado