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La Nación: El análisis de la noticia: El debate sigue pendiente

El conflicto que acaba de iniciarse entre la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y su Facultad de Ciencias Médicas por la eliminación de las restricciones en el ingreso vuelve a llamar la atención sobre el núcleo más vulnerable de la educación superior argentina.

Sin embargo, planteado en términos jurídicos, tal como está, dejará a los estudiantes en medio de la controversia como los principales afectados y seguirá ocultando los temas de fondo.

El ingreso revela las fallas del nivel medio -que promete a los chicos prepararlos para seguir estudiando, pero los deposita en las puertas de la universidad sin las herramientas para poder hacerlo-, la ausencia de una planificación estatal de la formación de profesionales, la falta de una orientación vocacional sistemática que evite la elección multitudinaria de carreras sin información, y el desfinanciamiento que impide a muchas facultades recibir más estudiantes.

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Pero, al mismo tiempo, demuestra deficiencias de las propias universidades. Por un lado, entre la dificultad de recibir más ingresantes con un mínimo de garantías de aprendizaje efectivo y los inconvenientes políticos de pronunciarse por la restricción, muchas facultades se encuentran encerradas en un círculo que suele terminar con una limitación de hecho: muchos "fracasos masivos" en el acceso pueden preverse con sólo mirar las diferencias entre los contenidos que se evalúan y lo que los chicos medianamente saben. Al mismo tiempo, las restricciones en el acceso sin una política de nivelación y orientación vocacional paralela, resultan inequitativas.

En rigor, conviven en las universidades argentinas una variedad de sistemas de ingreso, desde los exámenes eliminatorios con cupo -como tienen muchas carreras de Medicina, entre ellas las de Tucumán, Cuyo y Córdoba- hasta instancias niveladoras, que en algunos casos involucran a las escuelas medias.

En el fondo, el crecimiento acelerado de la matrícula universitaria de las últimas décadas en el país, como en otros de América latina, sin la inversión estatal correspondiente, produce un desfase evidente entre quienes legítimamente reclaman su derecho a estudiar y la imposibilidad de recibirlos o de que efectivamente aprendan.

Cualquiera que sea la resolución del conflicto en La Plata, no parece que el darwinismo que caracteriza nuestro sistema esté en vías de extinción. Cada vez más, en la universidad argentina sólo logra sobrevivir el más fuerte, léase, el que tuvo una educación media de mejor calidad y no necesita estudiar y trabajar.

Tradicional igualadora de oportunidades, la universidad argentina corre serio riesgo de terminar por prolongar la desigualdad.

Por Raquel San Martín. De la Redacción de LA NACION

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