Saltar a contenido principal Saltar a navegación principal

La Nación: El Hospital de Clínicas, en terapia intensiva por el abandono y la desidia

Sólo funcionan dos de los 27 ascensores, las escaleras mecánicas están clausuradas y faltan insumos

El marido de Norma Rojas está internado hace 47 días en el piso 11 del Hospital de Clínicas José de San Martín. "Los médicos son excelentes, pero es una tortura tener que esperar más de 40 minutos para subir o bajar -asegura la mujer-. A veces espero... Y a veces prefiero usar ese tiempo para ir por las escaleras. Esto es imposible."
 
Las penurias de Norma las padecen también muchas de las más de 5000 personas que llegan al hospital cada día. De los 27 ascensores, funcionan sólo dos, además de un montacarga destinado a las camillas. Las cuatro escaleras mecánicas, que comunican la planta baja con el primer piso, están detenidas hace meses. Es el hospital escuela de la Universidad de Buenos Aires, pero parece un gigante en decadencia: el presupuesto no alcanza para mantener con vida a este monumental edificio de 12 pisos.
 
LA NACION intentó hablar con las autoridades del hospital. "La dirección tiene una política de puertas cerradas. La orden es derivar estos temas al Rectorado", dijo, lacónico, un hombre de prensa. Sumidos en la frustrada discusión para elegir al rector de la UBA, desde el Rectorado no hubo respuesta. El hospital depende de la Facultad de Medicina desde junio de 1884.
 
Los profesionales de la Asociación Médica del Hospital de Clínicas José de San Martín escribieron a LA NACION, preocupados por la situación del centro médico. Hablaban de deterioro edilicio y de una falta de respeto a los enfermos por el mal funcionamiento de los ascensores y las escaleras mecánicas. Pero también daban cuenta de la falta de instrumental y se preguntaban por el destino de los 23 millones de pesos otorgados por el Poder Ejecutivo de la Nación, en junio último, y por el tomógrafo computado que permanece varado en la Aduana.
 
-¿Qué respuesta reciben?
 
-Ninguna. Es un diálogo con un muerto, porque la dirección está desintegrada. Está a cargo de un interventor designado por el rector de la UBA, Guillermo Jaim Etcheverry, y entiendo que el nuevo rector impondrá una nueva dirección. Pero desde hace dos meses nos comunicamos por los medios... Es una locura -dijo el endocrinólogo Carlos Hernández, presidente de la asociación, que representa al 80% de los profesionales.
 
"Un hospital similar en extensión al Clínicas es el Garrahan, que recibe 170 millones de pesos anuales de presupuesto, mientras que el Clínicas cuenta con 50 millones de pesos, que se van en pagar sueldos", puntualizó el doctor Juan Antonio Mazzei, director de Medicina. Estaba algo agitado: su servicio está en el décimo piso y era la segunda vez en el día que cumplía con el periplo de subir y bajar por las escaleras.
 
"La solución real es que el hospital tenga presupuesto para poder funcionar. El problema es que no hay un proyecto a largo plazo ni un financiamiento adecuado para su estructura. Es un hospital escuela, pero la falta de fondos es el motivo más importante para este deterioro crónico", dijo Mazzei, que fue director del hospital durante 1999.
 
Tanto Hernández como Mazzei hicieron hincapié en la pérdida de recursos humanos que estaba teniendo el centro y en los atrasos salariales que la provocaban.
 
El hospital, según Hernández, tiene tres funciones: docencia, asistencia e investigación. "La primera se cumple bien. La asistencia no se cumple bien porque estamos carentes de insumos y con aparatos obsoletos; se cumple en la medida del esfuerzo personal. Y la investigación, menos aún porque necesita de recursos", consideró.
 
Que una veintena de trabajadores no médicos hagan sonar los bombos sin parar en el hall principal es una escena usual en el Clínicas. Reclaman un sueldo básico de 1900 pesos, que se blanqueen las sumas en negro de sus salarios y se preguntan también qué pasó con los 23 millones de pesos que el Gobierno destinó en junio último al hospital.
 
"Queremos que se regularice la dirección. Con la intervención estamos peor", se queja Betty Almada, de la biblioteca. "Tenemos que venir media hora antes a trabajar, para llegar a tiempo a los pisos, porque los ascensores no andan", agregó la enfermera Miriam Miranda.
 
Según las trabajadoras, las ratas son un tema aparte. Y parece que un tema bien grande. "Se concentran en los cuartos donde se guardan los residuos patogénicos. Hace poco, un camillero que llevaba una paciente tuvo que retroceder en el piso 11 porque una rata no lo dejaba pasar", contó Miranda.
 
Lea y Carolina son dos jóvenes médicas que cursan una especialización en el Clínicas. LA NACION las encontró tomando un café. Y juntando fuerzas para enfrentar por segunda vez los cinco pisos hasta Endocrinología. "Está muy descuidado en todos los aspectos. Una cosa es el nivel académico y otra es el estado del hospital", dijo Lea. "Se aprende mucho, pero en condiciones complicadas", señaló Carolina.
 
Complicada estaba María Emilia Guerrero. Tenía que hacerse una mamografía y subió -y bajó- dos veces cinco pisos. Aunque tenía turno a las 16, eran las 13 y esperaba el ascensor. Hacía 20 minutos que esperaba y tenía para otro tanto. "Prefiero esperar arriba... Tengo problemas de corazón y no puedo subir otra vez", se excusó.
 
El esfuerzo voluntario
  
Las que siguen trabajando como hormigas para sostener el deterioro son las voluntarias de la Fundación de Asistencia Social del Hospital de Clínicas.
 
Hace 16 años que buscan fondos para mantener las salas y equipar los servicios. Pero están cansadas de que las cosas no sean como quieren.
 
"Hay grandes gremios que impiden todo y grandes profesionales que luchan para tener una sala como corresponde", lamentó Teresa Sastre de Del Solar.
 
"Es un pozo sin fondo. Lo que recibe de la Universidad va todo para sueldos", suspiró la presidenta de la fundación, Mercedes von Dietrischstein.
 
Después de años de estar sin andar, ellas pusieron en marcha las escaleras mecánicas. Pero hace unos meses empezaron las trabas.
 
"Estamos tratando de habilitar al menos dos", dijeron las mujeres a LA NACION.
 
Los colchones apilados llegan casi hasta el techo. Las 13 habitaciones parecen recién pintadas, listas para ser estrenadas. Pero el polvo lo domina todo.
 
La sala 5 de Maternidad fue refaccionada por la fundación, pero los vericuetos burocráticos hacen que esté cerrada con llave, sin uso.
 
"Parece que no hay enfermeras... Esa es la excusa. Todo esto te enferma", protestó Teresa.
 
"Son 13 habitaciones con baño privado. Pero si las cosas no están en uso, se mueren. Ya ves: están lloviendo los caños en algunas paredes", añadió.
Por Cynthia Palacios De la Redacción de LA NACION

Contenido relacionado