Las profundas desigualdades educativas entre las jurisdicciones del país se extienden más allá del acceso de chicos de zonas postergadas al aula. Afectan, también, al salario de los docentes y a la posibilidad de contar en cada jurisdicción con más horas de clases, a partir de escuelas de jornada completa.
Así lo indica el informe del monitoreo de la ley de financiamiento educativo, que puso en marcha el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) y que anticipó ayer LA NACION al advertir que más de 720.000 chicos están hoy fuera de la escuela.
La investigación, realizada por el Cippec con el respaldo de otras asociaciones civiles (entre ellas la Fundación Diario LA NACION), apunta a percibir el camino que se debe recorrer para alcanzar las metas que plantea la nueva norma desde ahora hasta 2010.
Con el propósito de corregir las amplias desigualdades que separan a los docentes de las distintas jurisdicciones de todo el país, el ministro de Educación, Daniel Filmus, dispuso en febrero último un piso salarial de $ 840. Sin embargo, dichas distorsiones persisten, aunque en menor medida.
Mientras que un maestro de primaria con jornada simple y diez años de antigüedad en Tierra del Fuego gana 1765,51 pesos, un maestro de Formosa percibe por igual tarea un sueldo de 610,50 pesos. Las provincias con más bajos sueldos (Formosa, Misiones, Corrientes, La Rioja y Tucumán) contrastan con las jurisdicciones que ofrecen mejor salario (Tierra del Fuego, Santa Cruz, Chubut, Catamarca y Córdoba).
Con el piso salarial de $ 840 para todos los docentes del país se pretende comenzar a reducir las diferencias en el salario de los maestros que recién se inician en la actividad. La ley de financiamiento educativo prevé la mejora de las condiciones laborales y salariales de los docentes y creó el Programa Nacional de Compensación Salarial Docente para igualar el salario inicial de los maestros.
Sin embargo, los problemas de los docentes no son sólo de índole salarial. "El tema docente es más complejo que sus salarios porque sus condiciones de trabajo son malas. Ningún docente puede ser bueno si está corriendo de una escuela a otra. También importa que la carrera docente les permita tener más gratificaciones", dijo a LA NACION Guillermina Tiramonti, directora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
Por su parte, el investigador Emilio Tenti Fanfani, consultor del Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación (IIPE), de la Unesco, consideró que "la oferta de calidad educativa, de formación docente y de infraestructura, por ejemplo, es más pobre en los territorios pobres". La ley de financiamiento educativo también tiene entre sus objetivos la jerarquización de la carrera docente y el mejoramiento de la calidad en la formación inicial y continua.
Horas de clases
Otra de las metas que fija la ley de financiamiento educativo es lograr que, como mínimo, el 30% de los alumnos de educación básica tengan acceso a escuelas de jornada extendida o completa, priorizando los sectores y las zonas geográficas más desfavorecidas.
Hoy apenas el 5% de los alumnos de todo el país accede a más horas de clases, por día, con parámetros similares a otras partes del mundo. Mientras que en los países desarrollados se tiende a dictar un mínimo de seis horas diarias de clases, en la Argentina se mantienen las tradicionales jornadas de cuatro horas.
La ciudad de Buenos Aires es la única jurisdicción que se acerca a la meta fijada en la ley de financiamiento educativo, ya que el 31,6% de los establecimientos tienen jornada completa o doble escolaridad. Le siguen Catamarca (14,2%), La Pampa (11%), Jujuy (9%) y Tucumán (8,5%). En el otro extremo están Tierra del Fuego (0,1%), Santa Cruz (0,4%), Río Negro (0,7%), Corrientes (0,9%) y San Juan (1,1%).
Según datos de la Unesco, mientras en nuestro país los alumnos reciben un promedio de 720 horas de clases a lo largo del año (siempre que el calendario no se interrumpa por paros), la intensidad y la exposición de los alumnos al aprendizaje es más intensa en Italia (748), Dinamarca (750), Bélgica (832), España (900), Francia (923), Irlanda (915), Estados Unidos (958), Holanda (1000) y Suiza (1085).
Por Laura Casanovas De la Redacción de LA NACION
La pobreza, enemiga de la educación
Las historias de "Panchito" y Andrea, dos niños que tuvieron que dejar la escuela
SANTIAGO DEL ESTERO.- "Panchito" tiene 11 años. Todas las mañanas, desde la puerta de su casa ve cómo sus amiguitos y vecinos concurren de punta en blanco a la escuela del barrio, mientras él se prepara para subir a su carro tirado por un maltrecho caballo marrón, listo, como él, para recorrer las calles de la ciudad y juntar lo que se pueda: latas, botellas, cartón, papel y chatarra, que luego, por unas monedas, se cambian en los galpones del oeste de la capital santiagueña.
Tal como informó ayer LA NACION, Santiago del Estero es una de las provincias con peor nivel de escolarización en todo el país. La pobreza es la causa principal de este problema.
Zulema, la madre de "Panchito", es joven, pero su cara y sus manos denotan los sacrificios de una vida dura. Mira al resto de sus pequeños hijos, que seguramente seguirán la misma suerte de Francisco, en cuanto a la imposibilidades de acceder a la educación escolar básica.
"Cuando él era bien chiquitito, lo mandé un añito al jardín de aquí del barrio, pero después, cuando mi marido se fue de la casa, ya no pude seguir mandándolo. Después creció y ahora maneja el carro y el caballo, y él prácticamente mantiene la casa", relata con un dejo de vergüenza Zulema.
"Panchito" no sabe leer ni escribir; conoce los números por la escuela de la calle. Así se puede manejar con el dinero.
"El antes me decía que quería ir a la escuela -cuenta Zulema-, pero ahora ya no me lo pide; seguramente le dará vergüenza ir y ver que todos son más chicos que él."
Clodomira está a 30 kilómetros de la capital santiagueña y sus habitantes se jactan de que allí se produce la mejor alfalfa del país. No en vano, al ingreso de la ciudad hay un cartel enorme que reza: "Bienvenidos a la Capital de la Alfalfa".
Muñecas y pocas palabras
Se trata de una de las localidades más pobres de la provincia.
Andrea tiene 12 años y juega con sus muñecas, ya bastante gastadas, que conserva de su primera niñez. Parece detenida en el tiempo; habla poco y tiene un vocabulario que indica su falta de escolarización.
Angela, su abuela, recibe a LA NACION en su casa, hecha de adobe, quebracho y paja.
Angela cuenta que la mamá de Andrea se fue a probar suerte en Buenos Aires como empleada doméstica y que hace varios años que no da señales de vida.
"Andres tenía 5 años cuando la mamá se fue. La changuita se puso muy triste y de ahí que dejó de ir a la escuela del pueblo. La maestra vino varias veces a buscarla para que vuelva, pero ella no quiere. Además, yo no tengo plata para comprarle nada; apenitas vivo con un plan de los jefes [por el plan Jefas y Jefes de Hogar] que me dio el intendente."
Historias como las de "Panchito" y Andrea se repiten a lo largo de esta provincia. En el interior, la situación es, en muchos casos, todavía peor, ya que las familias completas suelen trabajar en las tareas de la cosecha. De esta manera, para muchos chicos, estudiar en la escuela es un sueño inalcanzable.
Leonel Rodríguez
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27 de noviembre de 2024