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La Nación: En las cárceles bonaerenses estudia el 56,1% de los presos

En los últimos cinco años creció el 18,7% el número de internos que asisten a clases

05 de septiembre de 2005, 14:25.

Sergio Dominichi tiene 38 años y fue condenado por robo. Llegó a la Unidad N° 24 de Florencio Varela hace tres años y desde entonces pudo terminar la secundaria y comenzar a estudiar Derecho en la Universidad Nacional de La Plata. Ahora es uno de los cinco alfabetizadores que tiene la unidad y el presidente del Centro de Universitarios del penal. "Gracias al estudio, me di cuenta de que estaba equivocado. Ahora quiero recibirme de abogado. Tengo un proyecto de vida y quiero que los internos se den cuenta de que con una buena educación pueden salir adelante. Por eso es importante que aprendan a leer y a escribir", dijo Dominichi a LA NACION, que compartió con los internos un día de clases tras las rejas.
Dominichi es uno de los 14.020 internos que están cursando alguno de los niveles de la educación formal en las 39 penitenciarías de la provincia de Buenos Aires. En los últimos cinco años creció más del 18% la cantidad de presos que comenzó a estudiar o finalizó sus estudios estando detenido en alguna de las cárceles provinciales.
Así lo detalla un informe oficial del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), que compara proporcionalmente las cifras de 2000 con las de este año. En el estudio se consigna que, si bien en estos últimos cinco años la población carcelaria se multiplicó y pasó de 14.386 detenidos a 24.990 presos, la educación formal en las cárceles creció un 18,7%.
Hoy, uno de cada dos presos está cursando algún grado o año de la educación básica, el polimodal, la universidad, o asiste a los distintos cursos de formación técnica que se dictan en las penitenciarías bonaerenses.
"La educación es uno de los pilares de la rehabilitación de las personas que se encuentran privadas de la libertad. Actualmente, más de 14 mil internos realizan estudios en los diferentes niveles educativos", dijo Fernando Díaz, jefe del SPB. Son, exactamente, 14.020 presos los que estudian. El 56,1% de los 24.990 detenidos que tiene el SPB.
Esos internos, al tomar clases en las escuelas de cada penitenciaría, tienen un beneficio: por lo general son alojados en pabellones de mediana seguridad donde comparten su condena con otros presos que estudian y que no son tan peligrosos como los que pueblan los sectores de máxima seguridad.
De la matrícula total, 6494 internos cursan la primaria; 5196, la secundaria; 310 asisten a distintos terciarios; 350 van a la universidad, y 1670, completan curso de formación en diversos oficios.
Fuentes del SPB dijeron a LA NACION que la enseñanza en las cárceles está a cargo de la Dirección General de Cultura y Educación bonaerense. "Los docentes y los planes de estudios dependen de ellos. Los certificados que acreditan a los presos sus estudios cursados, nunca indican que la entidad educativa que los otorga pertenece a un instituto cerrado", dijo un vocero.
Este año, el gobierno provincial puso en marcha un plan piloto para que presos universitarios le enseñen a leer y a escribir a los internos analfabetos de seis penitenciarías: las unidades penales N° 23, 24, 31 y 32 de Florencio Varela; N° 18 de Gorina y N° 25 de Lisandro Olmos.
Carlos Falcone es el director de la Unidad 24. "Tenemos 185 internos que cursan la primaria 83 que están completando la secundaria y 18 que estudian en la Universidad", dijo a LA NACION. "Ahora se sumaron los 30 presos que están aprendiendo a leer a escribir. Es un proyecto que, si prospera, será aplicado en todas las cárceles de la provincia".
 
Historias de vida
Como alfabetizador, Dominichi enseña a leer y a escribir a cinco presos. "Tenemos grupos de hasta siete internos. A las reuniones no las llamamos «clases» sino «encuentros». Tenemos tres encuentros semanales de dos horas cada uno. Ahora están aprendiendo las letras", contó en una de las aulas, donde el sol se filtraba por los barrotes.
Los presos analfabetos se presentaron como Néstor, Javier, Ezequiel, Diego y Adrián. Ninguno quiso revelar su apellido por cuestiones judiciales y por miedo a la condena social. Ninguno de ellos supera los 23 años de edad y todos están condenados por robo a mano armada. Consultados por LA NACION, coincidieron: "Queremos aprender a leer y a escribir para poder ayudar a nuestros hijos con sus tareas escolares, cuando recuperemos la libertad". Dicen que les gustaría escribir sus nombres y saber los números para reconocer la plata, pues muchos de ellos sólo conoce el valor del dinero a través del color de los billetes.
Fidencio Lugo Meza tiene 36 años y es otro de los alfabetizadores del penal. Estuvo preso muchas veces, pero dijo que ésta es la última vez. "Como la plata no alcanzaba en mi familia, agarré una pistola y salí a robar. Las cosas cambiaron. Ahora tengo una mujer y dos hijos y quiero que ellos tengan un buen futuro, no como el mío. Por eso comencé a estudiar", explicó.
Todos dicen que el gran impulsor de la educación en la Unidad N° 24 es el actual director la escuelas, Alberto Florio. El hombre comenzó a trabajar en la penitenciaría en 1997, un año después de la inauguración oficial de ese penal. "El trabajo de los internos universitarios tiene un gran valor. Cuando terminen los cursos, en diciembre, haremos un gran acto donde los propios presos analfabetos escribirán y leerán distintos pasajes de cuentos y conducirán la ceremonia", señaló Florio.
La experiencia de la Unidad N° 24 de Florencio Varela es parte de un plan mucho más ambicioso, que pretende alfabetizar a la totalidad de los casi 1000 presos analfabetos que hoy se encuentran detenidos en los 39 penales del SPB.
El programa surgió de un acuerdo firmado entre el SPB, la Fundación Música Esperanza -fundada por Miguel Angel Estrella- y el Ministerio de Educación de la Nación. 

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