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La Nación: En medicina, no todo es lo que parece

Por Aquiles J. Roncoroni, para La Nación 

30 de marzo de 2005, 12:13.

Vivimos una época de creciente incertidumbre y es natural que la sociedad busque signos sencillos que identifiquen el bien o el mal. El origen de esta necesidad es la decepción permanente con la actuación del Estado a casi todos sus niveles. La sociedad anhela la autenticidad: gente que diga lo que piensa y que no sólo realmente piense lo que dice sino que esté dispuesta a hacerlo.

En medicina, surgió hace mucho la idea de la certificación periódica de conocimientos para garantizar que los profesionales se mantuvieran al día respecto de los adelantos médicos y cumplieran principios éticos irreprochables. Su ejecución requiere muchas condiciones.

La existencia de grupos médicos con conocimientos suficientes como para evaluar a los demás no es tan fácil como parece. Es posible destacarse en la profesión y luego sumergirse en una práctica absorbente y, simplemente, carecer de tiempo y energías para seguir progresando. Acontecimientos científicos nuevos pueden sobrepasar la información básica de una generación que no aprendió algo aún no disponible en su época formativa.

Certificar supone también la posibilidad de rechazo. Sabemos cuán difícil puede ser el rigor. Menos del veinte por ciento de los estudiantes son aprobados para ingresar en la Universidad de La Plata, mientras que, a unos pocos kilómetros, la UBA acepta y luego diploma a miles de médicos por año.

El método adoptado para la certificación posee defectos: las sociedades médicas certifican a los miembros que una vez aceptaron. Los miembros son los que eligen a los que la gobiernan y, lógicamente, pretenden luego no ser excluidos.

Como una forma de garantía, entidades científicas superiores, como la Academia Nacional de Medicina, han creado consejos autónomos para "asegurar la certificación confiable de la calidad profesional" (21/9/91).

Surgen aquí, de nuevo, casi insalvables problemas: a) se trata de juzgar múltiples especialidades, lo que requiere experiencia y esfuerzo múltiple; b) dada la popularidad y facilidad del método de presentación para ser certificado y de la asiduidad con que la UBA, por lo menos, se ha abocado a diplomar el doble de los médicos que el país necesita, son miles los que se presentan.

En el curso de la carrera, los estudiantes pueden rendir examen una vez por mes (por lo menos, en la UBA); si no aprueban, es un milagro. Los consejos de las entidades superiores requerirían un cuerpo de expertos que examinara prolijamente las propuestas. Esto no ocurre. Sencillamente, no hay presupuesto disponible, por lo que finalmente se acepta como válido el dictamen remitido por cada sociedad de expertos. Después de todo, ¿quién podría ser más capaz o estar más interesado en la verdad?

Llegados a este punto, la certificación se convierte en un diploma más, que los burócratas exigen con inocencia, para cumplir una formalidad. Muchos médicos capaces se ven evaluados con el mismo diploma recibido por otros que no reúnen las condiciones. La sociedad se nivela hacia abajo.

Algunos se preguntarán: ¿no estará el autor exagerando, llevado por un espíritu demasiado exigente? En primer lugar, nada es demasiado exigente cuando se trata de la salud. Además, no siendo la certificación indispensable para mantener a la familia del médico, sólo deberían obtenerla quienes la merecen.

Creo que, tal como se aplica, el régimen actual es poco útil y puede ser engañoso, por no ofrecer las garantías que el público cree que el sistema implica. Es evidente que se toma un examen escrito, planteando problemas con respuestas del tipo elección múltiple, pero miles de pruebas similares entre colegas pueden hacer difícil que se mantenga el secreto de las preguntas. Creo que sólo un examen riguroso permite certificar conocimientos. Mi práctica hospitalaria en ámbitos de competencia y discusión, como son las cátedras universitarias, me ha permitido observar asombrosos errores conceptuales de profesionales con años de permanencia en un servicio, uno de los requisitos de presentación para la certificación. Es posible que se certifique como cirujano a alguien cuya actividad médica, observada en sus audiciones por TV o en su página web, es la "oncología alternativa". Es casi de Perogrullo: para tener éxito comercial es indispensable la propaganda, y ésta sólo es útil si se refiere a lo que se quiere vender.

Declaraciones académicas formuladas de 1980 a 2002 sobre medicina y publicidad rechazan "la indicación de tratamientos de beneficio marginal" y toda presión con mero interés comercial o "que comprometa la ética de médicos que se prestan a la propaganda directa".

Vivimos en un mundo incierto: casi nada es lo que parece. En medicina, antes era más fácil. Había grandes instituciones, garantizadas por años de conducta intachable. Quienes trabajaban en ellas lo hacían bajo un manto tan protector como exigente e intolerante con la transgresión. Pertenecer era la garantía. Esas instituciones públicas han sido devastadas por la politización.

Antes de la instauración del populismo, en 1946, había una rigurosa selección para ingresar en la facultad y, a lo largo de la carrera, los diplomas no eran concedidos simplemente porque había que mantenerse en cargos electivos. Sería hoy indispensable el examen de licenciatura luego de la graduación universitaria, un examen establecido en los Estados Unidos desde 1912 como requisito sin el cual no se permite la práctica médica y que exige que quien lo rinde tenga conducta moralmente irreprochable. Es evidente que las ambiciones personales nos alejan cada vez más de esos estándares. Por el contrario, seguimos el camino inverso, y la certificación, así como se practica, carece del valor que se pretende asignarle. Según creo, abusa de la credulidad del público. Si no se la puede convertir en algo eficiente y confiable, sería mejor suprimirla.

Las opiniones expuestas son personales y no coinciden necesariamente con las de las instituciones a las que pertenezco.

El autor es profesor emérito en la UBA y miembro de la Academia Nacional de Medicina.

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