En una sesión caótica, calificada por varios como desprolija, irregular y hasta clandestina, la Universidad de Buenos Aires (UBA) forzó ayer la elección de su vicerrector.
El profesor Aníbal Franco, ex decano de Veterinaria, fue elegido en esa función por 18 votos del Consejo Superior, reunido a puertas cerradas en una sala contigua al salón principal del Rectorado, mientras los estudiantes de izquierda -que momentos antes habían comenzado a golpear las puertas pidiendo ingresar- irrumpían en la sala y se enfrentaban con consejeros y otros estudiantes, al borde de la violencia física.
Aunque la elección del vicerrector saca a la UBA de la proximidad de la acefalía, la llegada de Franco fue fuertemente cuestionada. Ocho consejeros -cinco decanos de izquierda, una consejera profesora, una graduada y un estudiante- afirmaron que la elección no fue "regular ni legítima", que no se enteraron de que se estaba produciendo la votación y que, por eso, la proclamación de Franco como vicerrector es "antirreglamentaria". Por ahora, sin embargo, no irán a la Justicia. Sí lo harán los estudiantes de la FUBA, que, previsiblemente, desconocen la elección y denunciaron un "golpe institucional" en la UBA.
En la misma sesión se aprobó acelerar los trámites de los sumarios abiertos al personal de Apuba, el gremio no docente, que se enfrentó con los estudiantes el 2 de mayo. También, la formación de una "comisión transitoria" para la revisión del estatuto, integrada por tres decanos, tres consejeros por claustro y un no docente.
Esos eran, en rigor, los puntos del orden del día con que debía iniciarse la sesión de ayer, tal como había sido consensuado. Sin embargo, a poco de empezar, debió ser suspendida: los estudiantes pedían que se separara a los integrantes de Apuba que participaron de los incidentes y el resto de los consejeros proponía continuar con los sumarios en marcha.
Escena repetida
A partir de allí, se repitió la escena del lunes 15. Con banderas, tambores, megáfonos y -nueva incorporación- cornetas, agrupaciones de izquierda invadieron la sala y ruidosamente obligaron a interrumpir la sesión. Se llamó a un cuarto intermedio, que duró más de cuatro horas, y los consejeros se trasladaron a una sala contigua.
Allí comenzaron las discusiones que permitieron acordar trabajosamente los dos primeros puntos: acelerar los sumarios a Apuba y formar la comisión para revisar el estatuto.
Mientras tanto, con una energía envidiable, subidos a las mesas, enredados en los cables de los móviles de televisión, los estudiantes continuaban ocupando la sala. "Basta de camarillas", "Abajo el Consejo Superior de la rosca" decían los carteles de agrupaciones como el Partido Obrero, La Corriente, el MST y, en democrática convivencia, Libres del Sur, que se dicen de "izquierda nacional y cercanos al presidente Kirchner".
La tensión fue subiendo con el paso de las horas. Por teléfono y a través de quienes entraban y salían de la reunión, se decía que adentro había dos posiciones encontradas: votar al vicerrector de inmediato, allí mismo o trasladándose a otro espacio (sostenida por la mayoría del grupo "alterinista") y volver a sesionar el viernes o la semana próxima (mejor vista por la izquierda y los estudiantes).
Según testigos, ante la imposibilidad de acordar una posición -y con los estudiantes golpeando las puertas para intentar ingresar-, el decano de Farmacia, Alberto Boveris, a cargo del Rectorado, declaró terminado el cuarto intermedio y se votaron los tres puntos, la elección de Franco incluida.
"Ni siquiera me di cuenta de que estaban votando", dijo a LA NACION el decano de Ciencias Sociales, Federico Schuster. "Era una muy buena reunión; habíamos llegado a consensos importantes. Lo que hicieron fue un error. Nosotros fuimos decididos a que se votara vicerrector, pero ésta no era la salida adecuada", afirmó.
"Varios de nosotros estábamos de pie o fuera de la sala. Boveris declaró reabierta la sesión sin cambiar el lugar físico de la reunión ni haber pedido el consentimiento de los presentes, sin audio, sin grabación y sin declarar secreta la reunión", ampliaron en un comunicado.
Por su parte, Boveris defendió la legitimidad de la sesión. Por la tarde, se distribuyó la versión taquigráfica en que se llama a votación y la lista de consejeros que votaron, aunque se reconoció que había integrantes del cuerpo que no estaban sentados a la mesa. "La sesión era caótica, pero hubo 18 votos", admitió Boveris más tarde.
Mientras la votación se terminaba, ya con las puertas de la sala abiertas, la situación se desbordó: corridas por los pasillos, enfrentamientos verbales y casi físicos, una sensación de picazón en la garganta y los ojos de muchos -"tiraron gas pimienta", se acusaban mutuamente- se mezclaban con la euforia, contenida y no tanto, del grupo que integra Alterini.
Por Raquel San Martín
"Había que poner un límite y se puso"
Franco aspira a retomar el diálogo
"Había que poner un límite y se puso. Alguien tiene que hacerse cargo del barco en el medio de la tormenta." Firme, decidido, sintiéndose "absolutamente legítimo" a pesar de los cuestionamientos al modo en que se lo votó, Aníbal Franco estrenó ayer su función de vicerrector cuatro horas después de haber sido elegido.
En rueda de prensa, frente a las cámaras de televisión y los fotógrafos, firmó el traspaso de la función de parte del decano de Farmacia, Alberto Boveris -que cumplió su promesa y estuvo a cargo del Rectorado sólo algo más de 24 horas-, y recibió el aplauso de varios decanos y consejeros del grupo mayoritario, que integra Alterini, al que pertenece, allí presentes, cansados pero satisfechos.
"La universidad estaba paralizada y ahora se pone en marcha", dijo, y adelantó sus prioridades para el tiempo en el que estará al frente de la UBA. "Hay una infinidad de temas pendientes, como la firma de diplomas, la distribución del presupuesto, los convenios. Además, me pondré a trabajar en los puntos decididos hoy, como los avances en los sumarios al personal de Apuba y las reformas del estatuto", aseguró.
En ese sentido, dijo, su intención es convocar el miércoles próximo a las comisiones del Consejo Superior, llamar a una reunión de todo el cuerpo para el miércoles siguiente y luego otra para poner fecha a una asamblea que elija al nuevo rector.
"Estoy previendo los tiempos mínimos indispensables. Desearía que a la brevedad hubiera un rector", afirmó Franco.
En su defensa
Ante los cuestionamientos de los decanos y consejeros de la izquierda por el modo en que fue elegido, el vicerrector reconoció que "la situación era excesivamente caótica", pero dijo sentirse "absolutamente legítimo" en su recién estrenado puesto. "Algunos de los que no me votaron no lo hicieron por las circunstancias", admitió, sin embargo.
Antes, el decano Boveris había defendido la legitimidad de la sesión: leyó la versión taquigráfica del momento de la votación, la lista de consejeros que votaron aunque reconoció que "no vi esas manos", en relación con los ocho votos de los decanos y consejeros de la izquierda. "La sesión es legal según los estatutos", dijo Boveris.
Por su parte, Franco reafirmó su voluntad de avanzar en reformas del estatuto, pero una vez que se elija al nuevo rector. Los estudiantes reclaman que se posponga la elección del rector y se abra un período de presentación de propuestas de reforma y discusión.
"Se puede generar un debate y convocar a más gente para que participe, pero eso lleva tiempo, y la universidad no puede estar sin rector tanto tiempo", dijo. "Durante la gestión de Oscar Shuberoff y en el inicio de la de Jaim Etcheverry, formé parte de quienes promovían reformas al estatuto, así que creo que es necesario", dijo Franco, antes de partir raudo al Ministerio de Educación, desde donde se lo había convocado.
El análisis de la noticia
Con legitimidad precaria
El nuevo capítulo de la crisis institucional de la UBA desembocó ayer en el enfrentamiento sordo entre dos posiciones cada vez más radicales.
"La UBA está entre los que quieren romper todo y los que creen que levantar la mano reemplaza a la democracia deliberativa", analizó ayer un miembro del Consejo Superior.
De un lado, están los estudiantes que conducen la FUBA, impulsados por el éxito que están logrando con sus reclamos de "democratización" y su negativa a elegir autoridades.
Enfrente, los sectores más duros dentro del grupo antes llamado "alterinista", decidido a no negociar y a avanzar en el nombramiento de autoridades, ya que, a pesar de la reciente salida de Alterini como candidato, siguen sintiéndose con posibilidades de imponer un rector en la asamblea.
La izquierda tiene, por su parte, sus propios problemas. Algunos decanos se encuentran tironeados entre las posiciones que pueden consensuar con sus pares y las presiones que les llegan de los estudiantes de sus facultades con quienes tienen, en principio, buen diálogo.
"Queremos que esto se solucione, queremos dialogar, por eso pedimos una postergación", decía ayer el dirigente estudiantil Martín Bustamante, quien, como otros estudiantes, reconocía que el decano de Medicina, Alfredo Buzzi, "fue el primero que quiso dialogar" mientras fue rector interino.
"Hay que elegir un vicerrector, para que alguien con legitimidad se ponga al frente de la UBA", razonaban en el grupo radical, mayoritario.
Sin embargo, la legitimidad con la que llegó Franco al vicerrectorado está, al menos, cuestionada, lo que daña el principal patrimonio que tiene el nuevo vicerrector para conducir "el viaje a través de la tormenta", como él mismo dijo: su capacidad de generar acuerdos y ser votado por la casi totalidad de los consejeros, en un momento en que los consensos parecen metas imposibles de alcanzar.
De hecho, antes de los incidentes de ayer, sólo los dos consejeros estudiantiles habían adelantado que no iban a votarlo. En la izquierda su nombre se aceptaba -su filiación peronista agrada a algunos-, siempre y cuando no se avanzara con la designación de secretarios en su gestión. Es decir, en situación normal, Franco hubiera podido llegar, quizás, a 26 de 28 votos, en lugar de los 18 que obtuvo.
Ahora, "entre los principios estatutarios y las necesidades institucionales", como describió un consejero, la UBA parece haber optado por la urgencia de volver a una cierta normalización, aunque eso implique forzar los límites estatutarios que ya, de hecho, se encontraban cuestionados desde la renuncia de Buzzi a su interinato.
Perfil del vicerrector
Un peronista en busca de acuerdos
Desde que declinó su propia candidatura a rector de la UBA, hace algunos meses, para integrarse en el grupo entonces "alterinista", el nombre de Aníbal Franco comenzó a mencionarse como candidato a vicerrector. El ex decano de la Facultad de Veterinaria por tres períodos es uno de los representantes peronistas dentro de ese grupo, por lo que su presencia acompañando a un rector radical se pensó siempre como el símbolo del consenso en una alianza heterogénea.
De 65 años, especializado en temas de salud pública, Franco dirige la Escuela de Graduados de su facultad y enarbola con orgullo una marca de pertenencia a la UBA: haber perdurado más como miembro del Consejo Superior que Oscar Shuberoff como rector, cargo que ocupó por 16 años.
Conducir la UBA parece estar en su destino. Hace cuatro años, el decano de Derecho, Atilio Alterini, le propuso ser candidato a rector como cabeza de un grupo que se oponía a Guillermo Jaim Etcheverry. Franco no aceptó y, en cambio, fue parte del grupo de profesores que llevó a Jaim al Rectorado.
Cordial, de perfil bajo, visto como una persona que sabe encontrar acuerdos, cuando todavía era candidato Franco afirmó a LA NACION, casi como un pronóstico, que el próximo rector de la UBA tendría que buscar "consenso", y que, de llegar a serlo, aspiraba a armar "un equipo lo más abierto posible". Pensaba que había que poner el foco en los temas académicos y que la UBA debía involucrarse en la situación del país no con "planes estratégicos rimbombantes" sino con el trabajo de "identificar algunos problemas y abocarse a resolverlos".
Ahora, cuando aspiraba a acompañar la gestión de otro, deberá encabezar una de las transiciones más difíciles que la UBA recuerde.