Me consta el esfuerzo que está haciendo la comunidad educativa para dar contención a estos chicos, para ayudarlos a reconstruir la vida cotidiana y sobrellevar el dolor. Conozco las dificultades que enfrentan los maestros y directivos para retomar la tarea pedagógica en tales circunstancias.
Trabajar más duro que nunca es el mejor homenaje que les podemos brindar a los docentes, directivos y alumnos que ya no están. Porque en Paraguay, como en la Argentina, la escuela, además de enseñar, es la institución más eficaz a la hora de contener, ayudar y fortalecer los lazos de solidaridad entre la comunidad. En las escuelas se ejercen los valores de la solidaridad, el compromiso y la hermandad con una potencia extraordinaria. Son estos valores los que harán que quienes hoy están en las aulas mañana sean ciudadanos responsables y hombres y mujeres de bien.
La escuela N° 12 de la ciudad de Buenos Aires, que lleva con orgullo el nombre de República de Paraguay, fue el centro desde donde se irradió la solidaridad de la comunidad educativa argentina con el pueblo paraguayo: alumnos y maestros pusieron manos a la obra y organizaron cadenas de correos electrónicos para expresar condolencias, recibir pedidos de ayuda y aunar esfuerzos. La iniciativa se propagó a las organizaciones sociales del barrio, a los comercios y a otras instituciones educativas, como la Escuela de Psicología Social Enrique Pichon Riviére, que integra junto con el Ministerio de Educación la delegación que se trasladó a Asunción para expresar su solidaridad.
La hermandad entre los pueblos latinoamericanos no tiene nada de abstracto. Compartimos una historia y un destino. Tenemos desafíos y raíces culturales comunes. Por eso, cuando la tragedia golpea a uno, nos golpea a todos. Tal vez el símbolo más perfecto del modo en que están unidos nuestros pueblos sean las banderas que crearon los alumnos de la escuela República del Paraguay y que tuvimos el honor de entregar en su nombre. En ellas, junto con los colores de la Argentina y de Paraguay, están también las manos que desean trabajar unidas y el árbol que simboliza el amor a la vida. Estos estandartes simbolizan, a la vez, el respeto a la memoria y la esperanza de ayudar a construir un futuro mejor para nuestros países.
Quisiera subrayar algo que se reitera en las cartas de los alumnos argentinos. Con enorme madurez, los niños no sólo se solidarizan con el padecimiento de las familias paraguayas. También se hacen eco de sus pedidos de justicia. Aunque son muy chicos, ellos ya conocen el valor de la memoria y de la justicia, saben que son un deber hacia las víctimas y también una condición para poder construir una sociedad más justa y más solidaria.
El autor es ministro de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación