SANTIAGO.- Hijos de la democracia, de edades que no superan los 17 años, con militancias o afinidades políticas que van desde el Partido Comunista hasta la derecha más conservadora, los líderes de la rebelión estudiantil que ha puesto en aprietos a la presidenta Michelle Bachelet representan un fenómeno verdaderamente inédito en Chile.
Sus cuatro voceros forman parte de ese amplio espectro político, aunque en la lucha por sus demandas actúan independientemente de los partidos por los cuales tienen afinidad. Y, más aún, no quieren ser utilizados por los dirigentes políticos y los rechazan para no politizar su rebelión.
"Ahora los políticos quieren hablar de nuestras demandas, pero antes no lo hicieron", reprochó una adolescente a un dirigente en un foro televisivo.
De los cuatro voceros, dos son simpatizantes o militantes del Partido Socialista, de la presidenta Bachelet. Otro admite afinidad con la ultraconservadora Unión Demócrata Independiente, mientras que la cuarta es militante comunista y la más combativa. Con sus 16 años, es la más joven del grupo directivo; los otros tienen 17 años.
Todos ellos, por lo tanto, nacieron en democracia o cuando expiraba la dictadura de Augusto Pinochet. No conocieron la represión ni las luchas durante ese régimen, entonces a cargo fundamentalmente de los universitarios.
Ahora, en cambio, mientras el movimiento universitario se encuentra fragmentado o debilitado, ha surgido la acción de estos adolescentes que se rebelan contra lo que consideran la mala educación que reciben, en establecimientos a menudo con infraestructura precaria.
Su lucha es sólo comparada con la que hace 32 años un sector de estudiantes libró contra el gobierno del presidente socialista Salvador Allende por sus planes educacionales. Pero ésa fue también una disputa política en el marco de los severos antagonismos que se vivían entonces en Chile.
"Son fruto de la reforma educacional de la democracia", afirmó con orgullo el académico José Joaquín Brunner, uno de los gestores de los cambios en la educación chilena, respecto de los líderes juveniles de ahora.
Con su accionar han despertado no sólo el apoyo de padres y apoderados, que los han respaldado en las ocupaciones masivas de sus locales escolares, sino también una evidente movilización de la ciudadanía en general.
Apoyo incondicional
"Los pingüinos", como se les apoda por el uniforme escolar de chaqueta azul oscura, camisa blanca y corbata, están en labios de todos y su movimiento ha suscitado el apoyo incondicional de los universitarios, que también han comenzado a paralizar actividades en apoyo a sus demandas.
Aunque en oportunidades sus manifestaciones callejeras han provocado desmanes, severamente reprimidos por la policía, a tal punto que motivó el enojo presidencial, su llamado a expresarse pacíficamente en el interior de sus colegios ha sido otro motivo de admiración.
La insatisfacción de los adolescentes rebeldes apunta al sistema escolar y la legislación educacional vigente, además de a beneficios económicos. Razones que medio mundo comparte, sobre todo las críticas al modelo educacional, que hasta las propias autoridades desean modificar para hacerlo más acorde con los tiempos y corregir sus falencias.
Hasta ahora, pese a sus diferencias políticas, los dirigentes juveniles se han mostrado unidos. Con el comienzo de las negociaciones con el gobierno han surgido las diferencias entre los más radicales y los moderados. Sus prolongadas discusiones, no obstante, han concluido con acuerdos de consenso.
"Las diferencias no son un problema", dijo María Jesús Sanhueza, la vocera comunista de los estudiantes. Germán Westhoff, el derechista presidente del centro de alumnos del Instituto Nacional, el más prestigioso de los colegios fiscales del país, coincidió con ella.
Por Federico Quilodrán Corresponsal en Chile
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