Al tiempo que la instrumentación de los ciclos y el descuido de la enseñanza técnica generan problemas, no deja de observarse en medios episcopales que la ley -que en el Senado tuvo unanimidad- recogió aportes del Congreso Pedagógico. Hace poco, en el Rotary Club, el profesor Alfredo Van Gelderen sostuvo que la sociedad argentina se despreocupa desde hace años de la educación; señaló que cuando Guillermo Jaim Etcheverry dio datos escalofriantes en su libro "La tragedia educativa", reflejaba problemas de arrastre: la ley llevaba sólo cuatro años.
 
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Un simposio internacional sobre "Holocausto-Shoah. Sus efectos en la teología y la vida cristiana, en la Argentina y en América latina" comenzará hoy en el Palacio San Martín. Lo organiza la Confraternidad Judeo Cristiana, junto con la Secretaría de Culto, la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina (UCA) y el Instituto Universitario Isedet (evangélico). En una reunión de prensa, el titular de la Confederación, Boris Kalnicki, y el obispo emérito de Morón, Justo Laguna, coincidieron en que el vocablo Shoah es más preciso y que holocausto no es el nombre más apropiado para la masacre del pueblo judío por el nazismo. Holocausto indica un homenaje voluntario a Dios, explicaron, y lo ocurrido fue "una expresión del mal absoluto". Jerónimo Granados, pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata, dijo que el Estado alemán sedujo a parte de la Iglesia luterana para que fuera un instrumento en esa persecución y rescató el ejemplo del teólogo Dietrich Bonhoeffer, que se opuso a ello, fundó la Iglesia confesante y murió ahorcado en un campo de exterminio tras haber colaborado en un atentado contra Hitler. El padre Marcelo González, de la UCA, dijo que la Shoah es un "acontecimiento-cráter", que impacta en la historia, y cuánto más hondo es un cráter, más a largo plazo lleva a pensar, en raíces y consecuencias; así, hay teólogos que encararon la reflexión de cómo hablar de Dios después de Auschwitz. Entre otros disertantes, expondrán el reverendo John Pawikousky, de Estados Unidos, y el pastor luterano Reinhard Boettcher, de Suiza.
Por Jorge Rouillon  jrouillon@lanacion.com.ar