La sentencia de Juan Gregorio Nazar Boulin, abogado, con máster y dominio de tres lenguas, que trabaja en la gerencia de Asuntos Legales de una de las empresas privatizadas de distribución de energía eléctrica, resume lo difícil que es insertarse hoy en una de las actividades profesionales más tradicionales del país.
A eso se suma que los colegios profesionales de abogados –unos 75 en todo el país– hablan desde hace ya bastante tiempo de una realidad laboral “durísima”.
Entonces, si de las facultades salen abogados como si fueran pan caliente y la oferta supera ampliamente a la demanda, ¿qué hacen hoy los 5000 egresados que anualmente fabrica el país, más los cientos de miles que vienen despuntando el vicio desde que se recibieron?
Según las últimas estadísticas, unos 190.000 alumnos cursan abogacía en todo el país. Se trata de la especialidad con mayor número de estudiantes –el 13% de la matrícula total– que se distribuyen en las 56 universidades que ofrecen la carrera, cuatro de ellas a distancia.
De ese total, 42.000 se concentran en la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde la Facultad de Derecho es la más concurrida, después de la de Ciencias Económicas.
Para el doctor Nazar Boulin, la única salida es embarcarse en más y mejor capacitación continua para hacer la diferencia que antes significaba el título de grado y que hoy exige no menos de dos o tres posgrados. ¿Dónde están las mejores oportunidades de desarrollo profesional? A su entender, en los pocos estudios de primera línea que siguen llevando los casos de clientes del exterior que facturan en dólares, o en las escasas empresas de primera línea cuyos accionistas de países serios aún no han sido ahuyentados por la extendida vocación argentina por violentar la seguridad jurídica. "Para el resto, en saber sobrevivir litigando por ahí", arriesga el profesional, en diálogo con LA NACION.
La chapa en la puerta
Para la doctora Cecilia Anello, directora de Asuntos Legales y Gubernamentales de Ford Credit Argentina, empresa dedicada a la financiación de automotores, no alcanza con obtener el título para el ejercicio de la profesión.
"Fundamentalmente, por un tema de capacitación. Hoy el mercado es muy competitivo y la formación de la facultad es solamente un requisito mínimo. Se aprende a ser abogado con la práctica y, en la etapa inicial, es importante trabajar en estudios jurídicos u otras organizaciones en las que uno pueda recibir apoyo y aprender de otros profesionales con más experiencia", reflexiona.
Y agrega: "Poner la chapa en la puerta puede ser una opción para quienes prefieran trabajar por su cuenta, pero en una segunda etapa, cuando ya se tiene cierta experiencia y capacidad de generar clientes". En cuanto a las posibilidades laborales que brinda hoy la abogacía, para Anello son promisorias.
Para Nazar Boulin, ya no es una opción válida recibirse y poner la chapa en la puerta, al menos en Buenos Aires. "En una provincia chica, siendo hijo de un gobernador o algo así, muy probablemente sirva. Pero ¿cuántos hijos tienen los gobernadores en esas provincias, que se reciban de algo? Los clientes no llueven como en 1910; en Buenos Aires, no."
Anello asiente. "El servicio de los abogados siempre es necesario, y a medida que la sociedad se vuelve más compleja, cada vez hay más áreas que requieren su intervención. Lo que ocurre en un entorno cambiante como el argentino es que varía el tipo de servicios legales requeridos." Por ejemplo, durante la década del 90, muchos abogados trabajaron en transacciones muy complejas vinculadas con adquisiciones de empresas o parte de inversores extranjeros.
Luego de la devaluación, estas transacciones prácticamente desaparecieron, gran parte del trabajo se trasladó hacia otros temas, como las reestructuraciones de deuda, y las áreas de litigios de los estudios cobraron mayor importancia.
"Siempre hay trabajo para los abogados. Lo importante es tener versatilidad para adaptarse a los cambios en el mercado y a las nuevas necesidades de los clientes. Esto es especialmente así en los temas de derecho empresario en los que yo trabajo", concluye.
Fuerte competencia
Alicia Carballo, abogada y consultora en recursos humanos, comparte, en buena medida, esta visión optimista. "La preparación que tenemos los abogados nos permite amplias posibilidades laborales: la carrera en el Poder Judicial, estudios jurídicos, empresas." Carballo sostiene que hay numerosas búsquedas de abogados, en todos los niveles. "Claro que también la competencia es fuerte, dado que hay muchos postulantes."
Explica que en los dos últimos años hubo grandes cambios en los estudios jurídicos tradicionales. Abogados jóvenes, con capacidad y ambición, se han unido para formar sus propios estudios. Profesionales de prestigio de empresas, que supieron ser gerentes y directores de Legales, se independizaron y convocaron a estos grupos de jóvenes inquietos por asumir más responsabilidades. Incluso algunos socios de reconocidos estudios se han separado y formado el propio.
"Todo este movimiento ha generado muchas búsquedas", asegura. Pero advierte que los jóvenes están muy pendientes de lo que van a ganar. "No aconsejo poner el foco en la remuneración los primeros años de la carrera. El que se recibe tiene que pensar en trabajar donde pueda aprender más, y en hacer posgrados y masters. En los comienzos vale más aprender y aprender. Criterio, rigor, esfuerzo, honestidad, responsabilidad, relaciones interpersonales, soportar presión. Después, pensar en ganar para vivir bien."
Más versatilidad
El abogado Tomás Fiorito sostiene que la crisis de 2001 y las leyes de emergencia tuvieron un gran impacto en el ejercicio de la profesión.
A diferencia del trabajo que caracterizó a los principales estudios durante los 90, en 2002 comenzó un trabajo de reparación de las relaciones jurídicas. La legislación de emergencia exigió a los abogados una rápida adaptación al nuevo contexto, para afrontar las renegociaciones de muchos de los contratos que se habían firmado en la década anterior y las reestructuraciones de deudas como consecuencia de la pesificación.
Para Fiorito, asociado senior del Estudio Fortunati & Lucero, que en poco más de dos años pasó de 5 abogados a 20, el gran cambio es que hoy no hay lugar para "enlatados jurídicos". "El mercado -explica- requiere trabajos a medida, de alta complejidad y solidez jurídica que permitan identificar y mitigar tanto los riesgos propios del proyecto en cuestión como los de la economía nacional."
Si bien el mercado de los servicios legales ha sufrido grandes alteraciones, producto de escisiones en los grandes estudios, Fiorito dice que existe un gran abanico de oportunidades, tanto en los estudios más tradicionales, actualmente en proceso de renovación, como en los estudios recientemente fundados y que pujan por posicionarse en el mercado.
Miscelaneas
Unos 190.000 alumnos estudian la carrera de abogacía en 56 universidades estatales y privadas de todo el país.
Representan el 13% de toda la población estudiantil matriculada en las universidades.
Unos 42.000 cursan en la Universidad de Buenos Aires, la mayor en cantidad de alumnos.
En Buenos Aires, los estudios de derecho nacen al fundarse en 1815 la Academia Teórico-Práctica de Jurisprudencia. La Facultad de Derecho nace en 1821, con la denominación de Departamento de Jurisprudencia de la Universidad de Buenos Aires, tomando su actual nombre por ley de 1874 de la provincia de Buenos Aires.
Al federalizarse la ciudad de Buenos Aires, en 1880, se convierte en parte de la Universidad Nacional.
La más antigua es la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba.
Los intentos por dotar a la Docta de estudios legales se remontan al siglo XVII. Hacia finales del siglo XVIII , la que entonces se llamaba Universidad Real podía dispensar los grados de bachiller, licenciado y doctor en derecho civil.
En 1807, por real cédula de Carlos IV, la Universidad Real se convierte en la Universidad Mayor de San Carlos, con los mismos privilegios y prerrogativas de la Universidad Mayor de Salamanca y de San Marcos de Lima. Se abren así las puertas de una nueva etapa en la Universidad de Córdoba: su período secular.
En septiembre de 1856, la Universidad de Córdoba se nacionaliza.
Experiencias
Juan Gregorio Nazar Boulin, Gerente de Asuntos legales de una empresa
"Tener un título de abogado hoy, al menos en Buenos Aires, es como tener completa la secundaria: nada (...). Los clientes no llueven como en 1910".
Cecilia Anello, Directora de Asuntos legales de Ford Credit
"La formación de la facultad es un requisito mínimo. Se aprende a ser abogado con la práctica y, en la etapa inicial, es importante trabajar en organizaciones en las que se pueda aprender".
Alicia Carballo, Abogada y consultora en Recursos Humanos
"No aconsejo poner el foco en la remuneración los primeros años de la carrera. El que se recibe tiene que pensar en trabajar donde pueda aprender más, y en hacer posgrados y másters".
Tomás Fiorito, Asociado senior del estudio Fortunati & Lucero
El abogado sostiene que ya no hay lugar para "enlatados jurídicos". "El mercado requiere cada vez más trabajos a medida, de alta complejidad y solidez jurídica"
¿Cómo está el mercado?
Si es cierto que las cifras cantan, el paso de los años parecería no haber cambiado para muchos jóvenes argentinos la conocida melodía de fondo: "Serás lo que debas ser o si no, serás abogado".
A caballo de este mandato, en los últimos 20 años se ha duplicado, triplicado y hasta quintuplicado -como es el caso de la ciudad de Mendoza- la oferta académica, con la consiguiente proliferación de profesionales del Derecho y su impacto en la ley de la oferta y la demanda. El resultado, en muchos casos, no ha sido otro que la proletarización de la profesión.
Para Alfredo Bernardi, director de Liderar Consultores, la demanda de abogados para empresas muestra una gran selectividad.
"Contrariamente al caso de los ingenieros, el sector empresario no es la principal salida profesional de un abogado. Las solicitudes se ubican bien por debajo de las de los ingenieros, contadores o licenciados en administración, sistemas y ciencias comerciales, profesiones que en total representan más de dos tercios de las búsquedas de profesionales", explica.
Alicia Carballo, consultora en Recursos Humanos, aclara que las remuneraciones varían mucho de empresa a empresa, independientemente de que sean nacionales, internacionales o estudios jurídicos.
"Por aproximación se podría decir que un junior gana en el orden de $ 1500/2000 (brutos); un senior, entre $ 4000/6000 (brutos) y bonus; la jefatura, de 5000/8000 (brutos) y bonus. A nivel de gerencias y direcciones las remuneraciones trepan de manera variable, incluyen otros beneficios y pueden estar atadas al tamaño de la empresa, su facturación, su rentabilidad", dice.
Los sueldos en el interior del país para idéntico cargo o idéntico nivel de desarollo o responsabilidad, suelen reducirse a la mitad.
Se imponen nuevos perfiles y exigencias
Está en retroceso el ejercicio liberal. Para poder insertarse en el mundo de los grandes estudios hay algunos requisitos casi imprescindibles: tener buenos antecedentes académicos; dominio del inglés e, idealmente, de un tercer idioma y muchas ganas de trabajar duro y con tenacidad.
"Todo estudiante avanzado de Derecho, interesado en este tipo de estudios, debería hacer un plan de carrera, de ser posible con la ayuda de algún abogado más experimentado, y debería priorizar elementos de mediano plazo, como son el área de interés y las posibilidades de desarrollo y crecimiento por sobre otros objetivos de corto plazo como podría ser la remuneración", dice la abogada y consultora Alicia Carballo.
"Es fundamental apuntar a estudios donde el crecimiento individual esté determinado por el desempeño de cada uno", asegura.
La experiencia internacional (ya sea académica o profesional) muchas veces constituye un hito en la vida profesional dentro de estas grandes estructuras, ya que facilita el crecimiento y aumenta la prestancia personal. Hay estudios que promueven y facilitan estas oportunidades para sus abogados.
Entre los perfiles que se buscan, los profesionales consultados coinciden en que el mercado exige personas hábiles, flexibles, negociadoras, creativas, con conocimientos y criterio jurídico.
"Desde 2002, las empresas de capital nacional están pisando fuerte y muchas compañías multinacionales a las que les está yendo bien han adoptado un estilo dinámico, tal vez poco desprolijo, pero creativo y con mucha cintura para los cambios bruscos fuera de toda lógica, que tanto conocen los empresarios argentinos. Los abogados interactúan con las empresas y necesitan un mix de todo ello", evalúa la doctora Carballo.
Junto con el ejercicio liberal de la profesión -aparentemente en franco retroceso- otros cambios van delineando el nuevo perfil del trabajo jurídico.
"Durante la década pasada recibíamos continuamente consultas de empresas extranjeras interesadas en invertir en la Argentina. Como resultado de eso, el estudio participó activamente en los procesos de privatización y en operaciones de fusiones y adquisiciones de empresas locales", dice Francisco Gutiérrez, abogado y socio del estudio M. & M. Bomchil.
Asistencia a clientes
A partir de la crisis económica de fines de 2001, el grueso de la asistencia profesional se centralizó en la solución de los conflictos provocados por la crisis económica, la devaluación y el congelamiento y pesificación de las tarifas de los servicios públicos impuestas por el Estado con prescindencia de los compromisos contractuales asumidos.
"De asesorar en cómo hacer negocios, pasamos a asistir a nuestros clientes en procesos de reestructuración de deudas, en conflictos generados por la pesificación asimétrica, así como en litigios internacionales contra el Estado por la afectación de las inversiones extranjeras", explica Gutiérrez.
En esta clase de estudios especializados en asesoramiento de empresas, los profesionales tienen la oportunidad de adquirir una buena experiencia jurídica en función de la variedad de asuntos que se manejan, así como desarrollar habilidades para el trabajo en equipo y para brindar respuestas de calidad en los tiempos requeridos por los clientes.
Por Carmen María Ramos, De la Redacción de LA NACION