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La Nación-Lunes 6: Editorial II: Treinta mil docentes ad honórem

En la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA), el 37 por ciento del plantel docente trabaja honorariamente. No se trata de una novedad en sentido preciso, pues el desinterés suele ser distintivo del perfil del educador. Sin embargo, la noticia todavía puede sorprender en un mundo que exalta exageradamente el afán de lucro, en un tiempo del país en que la mejora de los salarios moviliza a tantos sectores con reclamos y protestas.

Por razones diversas, pues, el hecho es llamativo, y admite que se lo explique más allá de una expresión vocacional generosa. Pero si bien quienes lo hacen en esas condiciones pueden alcanzar beneficios mediatos -sumar antecedentes para concursos futuros, obligarse a estudiar continuadamente para ganar en capacidad profesional y mantenerse en el ámbito universitario, que siempre enriquece de conocimientos, contactos y prestigio-, es evidente que la gran mayoría da curso a su vocación de educador sin olvidar que probablemente deberán pagar sus gastos de traslado de su bolsillo.

Por ello, corresponde asociar esta situación con una época, no demasiado distante, en que la docencia era asumida con voluntad de servicio ajena al cálculo de ingresos. Gradualmente, esa concepción profesional fue modificándose, en buena medida por efectos de la sindicalización que llevó adelante objetivos de mejora salarial como principal bandera de reivindicaciones.

La información reciente fluye de los resultados del último censo docente de la UBA. De la situación existente en las demás casas de altos estudios sólo hay datos parciales. Así, se estima, por ejemplo, que en la Universidad Nacional de La Plata el 30 por ciento del personal se hallaría en esas condiciones y que en Rosario disminuiría al 10 por ciento. Según la Federación de Docentes Universitarios, serían 30.000 los educadores ad honórem en todo el país.

En relación con los datos de la UBA, los docentes que no cobran por su tarea son graduados recientes elegidos por su interés en participar en la enseñanza y que se han destacado como estudiantes; del total, el 54,6 por ciento son mujeres. En cuanto a la antigüedad en el ejercicio de la enseñanza, la mayoría (53,1 por ciento) acredita hasta cuatro años, mientras que el 55 por ciento ha cursado o se halla cursando estudios de posgrado. La facultad que más docentes tiene en esta condición es la de Medicina (41 por ciento). El 70 por ciento del plantel declara que trabaja en otras tareas remuneradas. Cabe agregar que el personal honorario puede carecer, incluso, de designación, aunque a la mayoría (82,9 por ciento) se le ha reconocido carácter de auxiliar.

La realidad aludida revela una aguda cuestión, ya que el presupuesto oficial de las universidades se dedica en un 90 por ciento al pago de sueldos -siempre escasos-, de manera que los recursos presupuestarios no permitirían la continuidad de la actividad docente requerida si no se contara con personal abnegado que aceptara trabajar sin recibir un sueldo a cambio. Este hecho conlleva, por una parte, una situación no deseable e injusta, y por otra eleva la entrega de quien ejerce la enseñanza en forma honoraria, pues quien dona su tiempo está entregando uno de los bienes más preciados, en tanto es irrecuperable. 

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