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La Nación: Más control, mejor atención de la salud

En 1940, ingresamos en la Facultad de Medicina de la UBA, previo examen de ingreso (salvo los egresados del Colegio Nacional de Buenos Aires, yo entre ellos) alrededor de 500 aspirantes a médicos. En 1946, el régimen populista gobernante estableció el ingreso irrestricto y eligió arbitrariamente a las máximas autoridades de la UBA. En 1958, Risieri Frondizi instaló la universidad de la excelencia, liquidada en 1966. Las sucesivas intervenciones militares causaron la pérdida de centenares de profesores. En 1983, los denominados \"decanos normalizadores\", reunidos en un llamado consejo superior, establecieron el régimen actual de ingreso, facilitado por un curso ad hoc.

28 de septiembre de 2004, 11:14.

Por Aquiles J. Roncoroni. Para LA NACION

La universidad es hoy autónoma y debe seguir siéndolo. Sólo cuando se pierde la libertad académica se ve que la iniciativa y la creatividad dependen, inseparablemente, de la autonomía. Pero la politización creciente de la Universidad de Buenos Aires y el obligado clientelismo han causado un aumento en el número de médicos: uno cada 300 habitantes, el doble de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Además, hay escasez de médicos en zonas pobres o de escasa población, mientras que en la ciudad de Buenos Aires tenemos un médico cada 86 habitantes.

Es curioso que los mismos que rechazan la teoría neoliberal del derrame de la riqueza desde los sectores más ricos hacia los más pobres sostengan que esta superabundancia de médicos soluciona los problemas de la salud. Cómo responderá cada médico en situaciones de apremio para el enfermo dependerá del tamaño de la lista de \"clientes\" que necesite para subsistir y de la ética que tenga. Inevitablemente, la acumulación de esfuerzos comprometerá su práctica.

El Estado compromete demasiados recursos para sostener una masa de médicos que no necesitamos, recursos que son sustraídos del cuidado de la salud. Sería razonable que hubiera mayores exigencias para graduarse. Curiosamente, ocurre lo contrario. En nuestra repleta Facultad de Medicina, los alumnos, a diferencia de lo que pasa en Cuba, pueden rendir examen o recursar la materia indefinidamente. Por eso es tan alto el número de alumnos crónicos (hecho también imposible en un país como Cuba).

Con la organización actual, es difícil no graduarse. Creo firmemente, por el contrario, que las ventajas de la educación terciaria deben estar disponibles sólo para los decididos a realizar el esfuerzo necesario para capacitarse. No se debe engañar a los adolescentes haciéndoles creer que es posible obtener algo sin esfuerzo. Mis alumnos dicen que mi criterio es elitista. Es, sin embargo, el criterio habitual en la vida privada. Nadie elige a sabiendas un mal médico, un mal libro o una mala película. Y eso puede ayudar a los médicos, autores o cineastas desechados a que mejoren.

El Estado prefiere pagar poco a numerosos médicos antes que el triple a la tercera parte. Exagerando un poco, se podría decir que la función más importante del médico es irse lo más rápido posible a su otro lugar de trabajo. No parece reconocerse que el progreso médico y la mejor atención no se relacionan con los traslados, sino con el intercambio de conocimientos y con el contacto prolongado con los pacientes internados. Es frecuente que médicos de la ciudad de Buenos Aires trabajen en Pilar, y viceversa.

Un célebre economista inglés, David Ricardo (1772-1823), describió la denominada \"ley de hierro\", que establece que el monto del salario es la resultante del número de trabajadores disponibles. En los márgenes del sistema, el salario es aquel que aceptan los médicos menos capacitados o los más apremiados económicamente. El exceso de médicos permite hoy a las empresas de salud no sólo pagar salarios marginales, sino también establecer un férreo control restrictivo de las prácticas. Se agrega el racionamiento \"por retardo\", tolerado por médicos cuya responsabilidad está comprometida por el temor a su cancelación de la cartilla de la empresa de salud.

El cuidado de la salud es una responsabilidad irrenunciable de los ministerios nacional y provinciales. Esa responsabilidad puede ejercerse estableciendo la licenciatura obligatoria para el ejercicio de la medicina, tal como ocurre en los Estados Unidos.

Los ministerios de salud deberían establecer tribunales independientes de evaluación teórico-práctica de los diplomados de la UBA. Esto es cada vez más necesario, dado que las autoridades están permitiendo que comiencen su práctica cerca del 70% de los egresados sin pasar por las residencias médicas que los capacitan, bajo supervisión.

Mecanismos como el propuesto existen en los Estados Unidos desde 1912, cuando se creó la Federación de Exámenes Estatales de Medicina.

Las calificaciones requeridas son: 1) Elevada conducta ética y moral del candidato; 2) Final exitoso de del currículum médico de una escuela aprobada; 3) Calificación aprobatoria del examen de licencia.

Las responsabilidades de las escuelas médicas son determinar el programa de estudios y conferir el título de médico a quienes hayan cumplido con el entrenamiento. La responsabilidad de las autoridades de la licenciatura es asegurar que el entrenamiento médico haya sido adecuado en todas las áreas que constituyen la práctica médica general.

La Federación debe vigilar de modo permanente la corrección de la práctica médica y está facultada, luego del debido proceso, a suspender o revocar la licencia para ejercer la medicina. Lleva, además, un registro nacional de faltas que permite conocer, consultando por Internet, los antecedentes de cualquier médico.

Cuando hay un exceso nacional de médicos es más imperativo aún garantizar que sólo aquellos que demuestren el más alto nivel de capacitación serán autorizados a practicar la medicina. La licenciatura puede dar esta garantía.

El autor es profesor emérito de la UBA y miembro de la Academia Nacional de Medicina.

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