Dos noticias buenas: la primera es que el Ejército Argentino tiene una universidad, abierta también a civiles. La segunda es que funciona bien.
En 1998, el entonces novedoso Instituto de Enseñanza Superior del Ejército (IESE, instituto universitario según ley 24.521, de 1995) inició su proceso de evaluación y acreditación, dispuesto por la ley de educación superior. Tras un arduo examen, el organismo educativo civil que certificó la calidad universitaria del IESE fue la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Coneau), cuyo informe hoy se utiliza para ampliar su oferta en calidad y cantidad.
La actual no es pequeña: el IESE cubre catorce carreras de grado (con seis especialidades de ingeniería), diez posgrados, todos acreditados, y numerosos cursos de extensión.
El IESE es la parte más visible de una profunda y reciente reingeniería de la educación militar. La preocupación por asuntos tecnológicos y educacionales, sin embargo, viene de lejos en el Ejército Argentino. Durante el siglo XX, dicha inquietud le hizo exceder más de una vez, y para bien, los límites de su función clásica, la defensa territorial.
Ejemplos de esto fueron los generales Ricchieri, Savio y Mosconi. El primero impuso la racionalidad científica, con métodos del capitalismo moderno en la organización militar. Los otros dos causaron el despegue argentino en acero y petróleo, tecnologías que, en la primera mitad del siglo XX, podían llamarse estratégicas.
Pero hoy lo único verdaderamente estratégico es el conocimiento en general, la capacidad de generar muchas tecnologías y de moverse rápidamente de unas a otras, anticipándose al mercado global. En la era del conocimiento, la necesidad de estos cambios puede ser vertiginosa, pero da buenos resultados. Eso sí: exige una población muy capacitada.
Gracias a su enorme inversión educacional, en los años 70 Japón pudo dejar de lado sus poderosas acerías y astilleros y concentrar sus energías en llegar a ser número uno en microelectrónica. Gracias a lo mismo, en los 80 Finlandia se convirtió en un gigante de las telecomunicaciones, habiendo sido un país sólo de silvicultura. Por lo mismo, en los 90 Irlanda pasó de exportar agricultura a exportar software complejo, y China hoy es la fábrica del resto del planeta.
Si la educación es el éxito de un país, lo es también de sus militares. Ya no sirven los viejos "ejércitos de masas", multitudinarios, poco capacitados y conducidos por una minúscula elite. Hoy los ejércitos necesitan poca gente, pero muy educada y capacitada para funcionar "en red". Alvin y Heidi Toffler, en su libro Las guerras del futuro, expresan: "La alteración en la naturaleza de la guerra atribuye un valor creciente a la educación y a la preparación y un valor menor a la fuerza bruta".
Una economía del conocimiento sólo admite un ejército educado, combinación frecuentemente imbatible. El ejemplo clásico es Israel, cuyo exiguo y seco territorio mantiene un producto bruto agropecuario inmenso, gracias a sus tecnologías hídricas y bioagronómicas. En forma acorde, las fuerzas armadas israelíes -repletas de universitarios- son pivote para una industria exportadora aeronáutica, electrónica y de telecomunicaciones. Y, en lo central, al día de hoy no saben lo que es perder un conflicto.
Afirmaba Einstein en los años 40: "Todos los imperios del futuro van a ser imperios del conocimiento, y solamente serán exitosos los pueblos que entiendan cómo generar conocimientos y cómo protegerlos; cómo buscar a los jóvenes que tengan la capacidad para hacerlo y cómo asegurarse de que permanezcan en el país. Los otros países se quedarán con litorales hermosos, con iglesias, minas, con una historia fantástica, pero probablemente no se queden ni con las banderas ni con las propias fronteras, ni, mucho menos, con un éxito económico".
El Ejército Argentino sabe que de su calidad educacional dependerá su calidad operacional. Su tradicional sistema de formación ha venido sufriendo reformas enormes durante la última década y media. Está incorporando cada vez más conocimientos que en otra época se hubieran considerado útiles sólo para civiles, sin merma de sus objetivos y valores de siempre.
Los oficiales empiezan a ver las carreras de grado y los posgrados como vías para ser mejores militares. Los suboficiales egresan con estudios secundarios completos, lo que les permite acceder a la educación superior a través de pregrados y tecnicaturas. A todos los cuadros se les sumó como exigencia el conocimiento de dos lenguajes: una lengua extranjera y el lenguaje informático. Esta iniciativa del Ejército fue reafirmada por la ley de reestructuración de las Fuerzas Armadas, la 24.948 de 1998, que determina la convergencia del sistema educativo del Ejército con el sistema educativo nacional.
La creación del IESE y su asimilación al sistema de enseñanza universitario civil son parte de una nueva dieta intelectual para modernizarse y gestionar su propio programa de investigación y desarrollo. El sustento legal subyacente es la ley de defensa -la 23.554/1988-, que estipula que los profesionales militares y civiles "deben poseer la capacidad de adaptarse a los tiempos actuales, que pueden definirse como de cambios cada vez más acelerados y profundos".
Estas mutaciones globales de escenarios y paradigmas son vertiginosas. El Ejército percibe cada vez con mayor claridad sus crecientes dificultades para cumplir con éxito sus fines específicos. A un militar ya no le basta con ser un buen ejecutor: las guerras del siglo XXI requerirán no sólo soldados de acción sino también de pensamiento, capaces de adaptarse a nuevas situaciones con creatividad y eficacia, gente de conocimientos científicos y tecnológicos avanzados y con capacidades de reflexión crítica y aprendizaje continuo.
Finalmente, todo este cambio se plasma en una nueva universidad, certificada por la Coneau. Una delegación encabezada por su presidente y actual secretario de Políticas Universitarias, Dr. Juan Carlos Pugliese, visitó el Colegio Militar de la Nación y dejó este testimonio en el libro de visitas: "Creemos haber cumplido con el deber de encontrar una coincidencia entre la formación militar y la universitaria. El Instituto de Enseñanza Superior del Ejército (IESE) contribuye a ello y, por lo tanto, está al servicio de la mejor calidad universitaria".
Hoy el IESE es cada vez más solicitado por alumnos civiles. Estos buscan sus buenos niveles de enseñanza y de exigencia, así como la creciente valorización de los títulos que otorga. Y esto es bueno para el Ejército y para el país.