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La Nación: Opinión: \"No se puede responder a la violencia con violencia\"

En reiteradas ocasiones solicité públicamente excusas por el pobre ejemplo que la Universidad de Buenos Aires ofrece en estos días a la sociedad al no lograr resolver los conflictos que nos afectan. Es en el seno de nuestros órganos democráticos de gobierno donde deberían expresarse todas las opiniones, formularse todos los cuestionamientos, sean estos injustificados o válidos, debatirse todos los proyectos.

El estruendo generado por quienes se resisten a que esa discusión finalmente se concrete, creó la peligrosa y errónea impresión de que carecemos de propuestas para el futuro de una de las universidades más importantes de América latina. Eso no es así: todos quienes aspiramos a conducirla expresamos nuestras ideas con claridad y amplitud.
 
Más allá de los circunstanciales protagonistas, la convulsión exterior opaca lo que está en juego en esta instancia decisiva de nuestra gran Universidad. ¿Optaremos por ser una casa de ciencia y cultura, abierta a todos, interesada por el conocimiento y la educación, preocupada por los grandes problemas del país, desvelada por la calidad de su gente? ¿Volveremos, en cambio, a épocas en las que se la concibió como un botín a ser repartido entre quienes ven en la institución una cantera de prebendas, de cargos por distribuir entre ocasionales aliados políticos? ¿Será la UBA una empresa comercial orientada, como hoy se pretende, a las necesidades del mercado o insistirá en su vocación de ser lo que fue para nuestros mayores y también para nosotros, una formidable aventura civilizadora protagonizada por creadores motivados por el deseo de conocer y de compartir su saber con las nuevas generaciones? Una intrincada trama de intereses -que no siempre incluye a profesores y estudiantes y cuyo centro parece encontrarse fuera de la institución- estaría condicionando en una suerte de férreo pacto, la opinión de quienes deberían decidir nuestro destino con absoluta libertad e independencia.
 
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Ocultas tras los gritos destemplados y extemporáneos de estos días tristes y desalentadores, ésas son las fuerzas que pugnan en el seno de nuestra vasta y diversa comunidad. Ese malestar, mucho más profundo de lo que aparenta, debe encontrar su expresión racional porque no se puede responder a la violencia con violencia. Además, es cuando menos ilusorio adjudicarme la responsabilidad de resolver situaciones que, por su naturaleza, escapan a la voluntad personal. Como lo hicimos cuando en 2002 enfrentamos circunstancias no menos dramáticas, debemos apelar a la responsabilidad de todos para abrir un diálogo amplio y sincero que permita avizorar el camino extraviado. No es dentro de un vallado como resolveremos los conflictos generados entre los mismos que quedarían rodeados por ese cerco. Los problemas que nos acosan, al igual que a todas las grandes instituciones educativas del mundo, están en gran medida dentro -más aún, dentro nuestro- y no sólo fuera.
 
Por eso, invito una vez más a toda la comunidad de la UBA a involucrarse en el diálogo, a exponer sus puntos de vista, a aceptar las reglas democráticas, a intentar encontrar soluciones a problemas viejos y nuevos, cuya trascendencia parecería no advertirse. Solo así contribuiremos a aislar y desterrar injustificables conductas antidemocráticas que generan reacciones intolerantes, ambas rechazadas por la propia Universidad y por la abrumadora mayoría de la sociedad argentina que debe seguir viendo en la UBA la gran institución que es.
Por Guillermo Jaim Etcheverry, Para LA NACIÓN. El autor es rector de la Universidad de Buenos Aires

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