El punto de partida fue la universidad de 1955-1966. Según Díaz de Guijarro, no para inspirar la nostalgia, sino para entender mejor el presente y enfrentar el futuro inmediato.
\"Aquella etapa también estuvo precedida por una época calamitosa -dijo el investigador-. Pero un grupo de estudiantes y docentes jóvenes logró transformar esa situación y llegar a una universidad que fomentaba la creación intelectual, la libertad de pensamiento y el desarrollo del espíritu crítico. (...) Quienes lograron esos objetivos supieron para qué sirve la ciencia.\"
Para Cereijido, no es el económico el peor drama que padecemos los argentinos, sino otros, como por ejemplo creer que el producto de la ciencia debe ser algún \"invento\" comerciable en lugar de un ser humano que \"sabe\" y \"puede\"; el que ni el Estado ni el empresariado recurran a las universidades para resolver los problemas, o el pensar que toda \"salida\" debe surgir necesariamente de la manipulación económica, en lugar de la siembra de conocimiento.
Hoy, por otro lado, se inicia el Taller de Indicadores, de la Red Iberoamericana de Ciencia y Tecnología (Ricyt), una multitudinaria reunión de expertos cuyo lema es \"Medir el conocimiento para la transformación social\", que durante tres días reunirá en los salones de la Universidad de Belgrano a casi 250 especialistas de América, España, Portugal y Francia.
El encuentro, en el que se presentarán 80 trabajos, promete una fructífera reflexión sobre el camino recorrido en estos diez últimos años en la producción de esa herramienta vital para evaluar y planificar que son los indicadores en ciencia, tecnología e innovación.
Debería escribir sobre todo esto y sobre mucho más. Pero... me disculpo: será la semana próxima. Hoy, ¡que paren las rotativas! ¡Que se detengan las estrellas! Acabo de recibir una llamada que me hace sentir que puedo desafiar las leyes de la gravitación universal. Sí... ¡Ja!.. ¡Voy a ser abuela!