Eran seis, apenas un puñado de los más de 10 millones de alumnos que cada año estudian en la Argentina. Pero sus preguntas y reflexiones tuvieron en cuenta a muchos de sus pares.
Para María del Mar Helman (10), de la Escuela N° 20 Rosario Vera Peñaloza, llegar a la entrevista fue intentar los primeros pasos: hace poco abandonó la idea de convertirse en porrista de Boca, porque quiere ser antropóloga y periodista. Recién llegado de vacaciones en la costa uruguaya, Juan Manuel Muzzio (12), del Colegio de la Providencia, de Bella Vista, también se portó como un profesional. Su lista de preguntas revelaba investigación. Desde Olivos, llegó Ailén Hernández (14), del Instituto Jesús en el Huerto de los Olivos, apasionada por la escritura y la intelectual de su curso. Para Santiago Sorter (17), del Colegio Nacional de Buenos Aires, era un día especial: el de su cumpleaños. Por otros motivos, también era un día inolvidable para Yesica Báez (18). El año pasado retomó los estudios en la Escuela N° 6, de isla Maciel. Había dejado de estudiar cuando quedó embarazada. Su mamá está presa. Ahora Yesica quiere empezar 3er. año en la ciudad de Buenos Aires y seguir con los talleres de fotografía, computación, peluquería y periodismo de la Asociación Miguel Bru, en la isla Maciel. Llegó con su inseparable cuaderno rojo, donde las preguntas para el ministro convivían con textos que empezó a escribir para un libro sobre su vida.
Daniel Filmus llegó puntual al estudio. Tras unas palabras con cada uno, arrancó la entrevista. Primero, los jóvenes periodistas quisieron saber algo sobre la propia experiencia del ministro en sus años de estudiante.
María del Mar: –¿Cuál es su peor y su mejor recuerdo de la primaria?
–Cuando era chico había dos primeros: inferior y superior. Mi mejor recuerdo es de mi maestra de primero inferior, tan cariñosa y afectiva. Nos hacía fácil aprender. Entre los peores: en séptimo grado falleció un compañerito. No pudimos festejar el fin de la primaria, quedamos golpeados.
Después de un breve silencio, Ailén se metió en temas de hoy:
–¿Cuáles son las diferencias de contenidos entre las escuelas públicas de la Capital Federal y las de la provincia?
–Hoy, hay dos estructuras. La Argentina tenía siete años de escolaridad primaria y cinco de secundaria. En 1993, se introdujo una ley que proponía 9 años de escolaridad básica y uno de preescolar. Esto aumentó la matrícula, pero deterioró la calidad. Además, en escuelas chicas con alumnos de entre 5 y 16 años, aparecieron problemas de convivencia. Me tocó ser ministro de Educación de la ciudad de Buenos Aires durante esos cambios: decidimos mantener la estructura de primaria y secundaria. Teóricamente, deberían aprender lo mismo.
Yesica: –¿Es verdad que nunca se va a comparar un colegio privado con uno público?
–A fin de año, tomamos pruebas para evaluar la calidad de la educación. Las investigaciones dicen que casi no hay diferencia entre las escuelas públicas y las privadas, en promedio. Hay públicas buenas y públicas más deterioradas, y viceversa. Dos de ustedes van a escuelas públicas muy buenas: la Escuela Rosario Vera Peñaloza y el Nacional de Buenos Aires.
–Cuando mi hermana iba a una privada, ella aprendía cosas que yo veía más tarde.
–Claro: depende de qué colegio público y qué privado. Y está la diferencia entre jornada completa y simple. Si comparo una escuela de cuatro horas con una de siete, es probable que se aprenda más en la última. En la ciudad de Buenos Aires, el 60 por ciento de las escuelas son de jornada completa. En la provincia, casi no hay. Pero entre pública y privada no existe tanta diferencia: el maestro va a la mañana a una escuela pública y, a la tarde, a una privada.
Los chicos de la calle
Antes de la entrevista, Juan Manuel se preparó muy en serio. Acribilló a preguntas a todos y fue a visitar a su abuela, docente. Pero uno de los temas que más lo inquieta es lo que ve a su alrededor. En las preguntas de los demás se repetía la preocupación.
Juan Manuel: –¿Por qué hay chicos en la calle que no van a la escuela? Algunos van para comer, otros limpian vidrios o se drogan.
–Es parte de un país con gente muy rica y muy pobre. Cuando yo era como ustedes, no se veía. Es producto, entre otras cosas, de que el país pasó a tener un 20 por ciento de padres que no trabajan. Pero en la Argentina, para que tengan idea, de cada 100 chicos más de 99,5 están en la escuela. Lo que no quiere decir que no trabajen medio día. Un chico tiene que ir a la escuela, no a trabajar. Si está en la calle, el Estado debe recuperarlo, enviarlo a un hogar y a estudiar.
Yesica: –¿Y los que no tienen plata para los útiles?
–Deberían recibirlos del Gobierno. Hay becas; estamos distribuyendo libros. Pero no alcanza porque en la Argentina la mitad de los chicos son pobres. Hay cosas que puede resolver la escuela y otras que no. Que las familias ganen bien va a permitir que compren los útiles. Mientras tanto, el Estado debe cuidar. A pesar de esto, si uno mira otros países, la Argentina está en el número 23 en cantidad de chicos escolarizados. Hay una cultura de los padres de mandarlos a la escuela. Acá dicen: "No puedo hacer otra cosa, pero quiero que tengas una buena educación".
María del Mar: –¿Dónde se necesitan más escuelas?
–En el Noreste y Noroeste, hay más deudas educativas con la gente. Y en el Gran Buenos Aires, porque viene gente del interior; se construyen escuelas pero siempre hacen falta más.
Juan Manuel: –¿Por qué en algunas escuelas del interior faltan bancos o papel, y si un grupo de misioneros no les llevan cosas, no hay nada?
–Es probable que alguna escuela no tenga bancos, pero no es común. Sí hay escuelas muy pobres. Cuando uno llega a una situación tan grave como la Argentina, por el deterioro de la educación y la desatención, resolver lleva tiempo. Por ejemplo, empezamos a construir 700 escuelas. Pero hasta que se ven los resultados, pasa tiempo.
Santiago: –En vez de construir tantas escuelas, ¿por qué no mejorar el acceso a las que hay? Si hay escuelas buenas en la ciudad de Buenos Aires, se podría coordinar con la Secretaría de Transporte para que la familia de provincia no tuviera que gastar tanto en viáticos...
–Tiene que haber buenas escuelas en la ciudad y buenas en la provincia, y no que todo el mundo tenga la posibilidad de viajar a buenas escuelas en la ciudad. Además, hay un boleto estudiantil.
–No es fácil sacar boletos con descuento.
–En la ciudad, está el boleto estudiantil de 0,05 centavos para los 10 años de escolaridad obligatoria. Si hay problemas con los mecanismos del otro boleto, el escolar, hay que hablar con las empresas. Debería funcionar. En la ciudad, sancionamos a algunas que ponían trabas.
Camila, la más chiquita, va al colegio con sus papás. Sus inquietos ojos azules se detienen en el papelito y, con un hilo plateado de voz, lanza la pregunta:
–Vos tenés un trabajo de mucha responsabilidad, ¿no? (Al escucharla, los chicos y el ministro estallan en una dulce carcajada.)
–¡Tre-men-da responsabilidad! Mirá las cosas que dijeron... Cada vez que veo a un chico que no va a la escuela, es una responsabilidad enorme el ayudar a resolver eso. Y a veces son más las necesidades que las posibilidades de ayudar. Llevo la responsabilidad el fin de semana, todo el tiempo.
Juan Manuel: –¿Por qué hay tantos paros? ¿Usted podría vivir con un sueldo docente?
–Viví con el sueldo docente toda mi vida. Llegué a dar 14 horas de clases. También soy sociólogo. Estoy en la gestión pública y, cuando termine, vuelvo a ser docente e investigador. El tema salarios es como lo que hablamos antes. Cuando asumí, siete provincias no pagaban sueldos. Y el primer viaje que hizo Kirchner, ¿se acuerdan?, lo hizo conmigo, para pagarles a los docentes de Entre Ríos. De 2003 hasta ahora, el salario docente es el que en proporción más aumentó. Igual es bajo. Los docentes tienen todo el derecho a reclamar su salario y es un deber del Gobierno mejorarlo.
María del Mar: –¿Cómo podemos ayudar a fortalecer la educación?
–Los chicos tienen una responsabilidad: estudiar. El esfuerzo de padres y docentes carece de sentido si ustedes no estudian y no ponen algo personal, irreemplazable.
Ailén: –Muchos no pasan el ingreso a la universidad. El nuevo sistema de finales, ¿bajaría los aplazos?
–No sé. Cambiar sólo exámenes no resuelve nada. Hay que mejorar el salario docente, la capacitación, la estructura. Estamos haciendo muchas cosas... también cambiar exámenes. Las Evaluaciones Finales Integradoras van a ser una gimnasia para aprender un programa. No necesariamente serán pruebas. Puede ser, por ejemplo, una monografía.
Santiago: –¿Y cómo se evitan las deserciones?
–Para que no haya deserción hay que mejorar la calidad. A la larga, que pasen de grado sin saber nada ayuda a la deserción.
Yesica fue una desertora. Dejó la escuela cuando quedó embarazada de Milagros Solange Báez, que hoy tiene 3 años.
Yesica: –¿Las chicas embarazadas podrán estudiar sin discriminación?
–Las escuelas donde hay chicas embarazadas o con bebes deberían tener guardería. Las hay en la ciudad de Buenos Aires; en la provincia, menos. Si no, por más buena voluntad, la chica abandona. La escuela tiene que adaptarse a los chicos, no al revés.
Yesica: –¿Hay que dar educación sexual en los colegios?
–Sí, por supuesto.
María del Mar: –¿Qué tendría que tener la escuela ideal?
–Tendría que generar en los chicos pasión por aprender. Para que, aunque no esté el padre o el maestro, estudien porque les gusta. Los más chiquitos tienen eso: ¿vieron la pasión con que aprenden a leer y escribir? ¿Cómo escuchan el cuento de los padres? Mi beba de dos años y siete meses me pide todos los días el mismo cuento.
Yesica: –¿Qué haría usted por nosotros? ¿Imagina un país mejor?
–Para trabajar en educación hay que ser optimista: si uno no piensa que va a mejorar, ¿para qué educar? El resultado de lo que hacemos hoy no se va a ver mañana, sino en mucho tiempo. Como ministro, tengo una responsabilidad muy grande en que las decisiones que tome ayuden, aunque sea un poquito, a tener un mañana mejor o peor. Ojalá que la Argentina haya aprendido de los errores del pasado para un futuro mejor. En gran medida, va a depender de que tengan una buena educación.
Se apaga el grabador y el ministro los felicita por las preguntas. Posan para las fotos. Uno sospecha que el ministro está apurado, pero Filmus es pura paciencia y tiene feeling con los chicos. Ellos sueñan una escuela ideal en palabras que anotan en pizarras. Cuando se despiden, Yesica, en silencio, le entrega a Filmus un papelito que dice: "Quiero agradecerle por darnos este espacio para charlar con usted. Cuando mi mamá lea esto, se va a poner contenta. Y se va a dar cuenta de que el estudio que me dio sirvió de algo".
Por María Eugenia Ludueña
Producción: Baby Padilla - Julieta Cuevas. Agradecimientos: Librería Teorema, Librerías Levalle (Santa Fe 2138; Florida 430), OKKO (Buenos Aires Design Center), DECO (Pueyrredón 1355; Shopping Abasto de Buenos Aires; Agüero 685).
Para saber más: www.me.gov.ar
Ailén Hernández 14 años. Va al Instituto Jesús en el Huerto de los Olivos, en Olivos. Empieza noveno año. Camila Teitelbaum 7 años. Va al colegio Mundo Nuevo, Cap. Fed. Empieza segundo grado. Juan Manuel Muzzio 12 años. Va al Colegio de la Providencia, de Bella Vista. Empieza octavo año. Yesica Báez 18 años. Embarazada y con su madre presa, dejó el colegio dos años. Tiene una hija. En 2004, terminó octavo en la Escuela N° 6, de isla Maciel. Quiere empezar 3er. año en una escuela de la Capital. María del Mar Helman 10 años. Va a la Escuela N° 20 Rosario Vera Peñaloza, Cap. Fed. Empieza quinto grado. Santiago Sorter 17 años. Va al Colegio Nacional de Buenos Aires, Cap. Fed. Empieza quinto año.
ASI EMPEZAMOS
El sistema educativo de la Argentina reúne a unos 10.700.000 alumnos, de los cuales 8.200.000 asisten a escuelas estatales. El resto, unos 2.500.000, cursan en colegios privados. El objetivo primordial para este año, según el propio ministro de Educación, Daniel Filmus, será mejorar la calidad de la enseñanza y consolidar un piso mínimo de 180 días de clases. Meta que en 2004 no pudo ser cumplida, ya que el 70% de los alumnos de todo el país no alcanzó ese piso mínimo de escolaridad. A este objetivo se le suman dos propuestas singulares, nacidas en el seno del Consejo Federal de Educación y que necesitarán tiempo para ver si son efectivas. Se trata de los Núcleos de Aprendizajes Prioritarios (NAP), un conjunto de saberes básicos, y los exámenes finales en el secundario que cada jurisdicción deberá desarrollar. El panorama se presenta complicado en materia de deserción escolar y repitencia. El Ministerio de Educación no posee una base de datos actualizada: de acuerdo con los últimos indicadores, anualmente más de un millón de chicos fracasa en las escuelas primarias y secundarias. El fracaso está dividido: 511.299 alumnos abandonan la escuela y otros 511.615 repiten.
Cambios y desafíos que se deberán afrontar cuando en los próximos días se llenen las aulas de las 36.000 escuelas de todo el país.