En una reciente entrevista, el ministro de Educación, Daniel Filmus, afirmó -con razón- que \"los docentes deben recuperar autoridad para poder exigir más\". Y abogó, una vez más, en favor de la revalorización de la \"cultura del esfuerzo\".
En ese sentido, es indispensable revertir un proceso de declinación que viene de lejos. En la segunda mitad del siglo pasado, los cambios producidos en cuanto al incremento de la matrícula, la falta de una acción sostenida tendiente a equilibrar el aumento de cantidad con la calidad de los aprendizajes y la irrupción -no siempre bien asimilada- de los avances tecnológicos en materia audiovisual y de las comunicaciones, entre otros factores innovadores de la escuela tradicional, contribuyeron a debilitar el papel del docente en la sociedad y a marginar ciertos valores centrales que su figura emblemática ponía en acción. Sin duda, los nuevos medios brindan un positivo auxilio al maestro o profesor, pero a condición de que se mantenga la consideración que merece su función humana y social. La sociedad experimenta cada vez más la necesidad de fortalecer la figura del docente, cálida en comprensión y sensibilidad, ante un alumnado que ha venido padeciendo los males de la crisis que nos afecta. Algunos problemas antes desconocidos en su actual dimensión, como la violencia, la pérdida de motivación por el estudio y la dispersión de intereses -en parte, debido a la influencia de otros estímulos externos, como, por ejemplo la televisión- exigen concentrar la atención en torno del rol que cumple el docente, obligado a enfrentar los muchos obstáculos que hoy suelen empobrecer los rendimientos de niños y adolescentes.
Es oportuno recordar las palabras pronunciadas por el pedagogo español Tomás Sánchez Insiesta en el IV Congreso Internacional \"Aula hoy\", celebrado en Rosario. En esa ocasión dijo: \"El maestro es el factor de calidad más importante en cualquier sistema educativo\". Luego agregó -con acierto- que en el sistema educativo las decisiones que cuentan las toma siempre el maestro, último eslabón de una cadena que lo precede.
En verdad, planes y programas proceden desde lo alto de una organización formal, pero quien hace real la letra, quien le da vida y sentido, es el docente. Vale decir, también, que en el acierto de esas decisiones cotidianas y en el modo de realizarlas, es siempre el maestro o profesor quien debe aportar el componente prioritario en el esfuerzo por alcanzar una mayor calidad educativa.