Saltar a contenido principal Saltar a navegación principal

La Nación: Un equipo de la UBA, finalista en el mundial de programación

Se impuso entre 3800 grupos, pero su participación peligra por falta de fondos

Después de imponerse en competencias nacionales y regionales, un equipo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires obtuvo un lugar en la competencia mundial que organiza la Association for Computing Machinery (el ACM International Collegiate Programming Contest), un privilegio reservado a grupos de sólo 75 universidades de todo el mundo.

Sin embargo, en este caso la alegría tiene sabor agridulce: la participación de los estudiantes de la UBA peligra porque por ahora carecen de los fondos necesarios para costearse los pasajes hasta Shanghai, donde deberían estar el 3 de abril.

Darío Fischbein (el entrenador), Hernán Bandura, Francisco Roslan y Pablo Heiber, los poseedores del conjunto de neuronas "doradas" que hicieron posible esta oportunidad, ya probaron varias veces las mieles del triunfo.

En 2002 y 2003, Fischbein (graduado en la UBA summa cum laude como Analista Universitario de Computación con promedio 9,83) integró los equipos que obtuvieron medalla de bronce y título de campeones latinoamericanos. En la última competencia, el grupo obtuvo el puntaje más alto no sólo de América latina, sino de todo el continente.

Pablo (promedio 10), Hernán (promedio 9) y Francisco (promedio 9,42), los tres en tercer año de la carrera de Ciencias de la Computación, son "veteranos" de las olimpíadas de informática y matemática. "Casi por inercia, la pasión nos trajo hasta acá", dice Francisco.

Pero llegar a este punto no fue fácil. Cada universidad puede presentar entre dos y tres equipos en la competencia regional -lo que suma unos 200 equipos-, pero como en la UBA es mucho el interés que existe por estos torneos y se presentan unos ocho equipos, se hace una competencia previa en el Departamento de Computación para seleccionar a quienes tendrán el honor de representarla.

La final de Shanghai representa la instancia decisiva de una lucha en la que participaron 3800 equipos de tres integrantes cada uno, provenientes de todas partes del mundo.

"La prueba consiste en entre seis y ocho desafíos de programación disfrazados como si fueran problemas de la vida real que hay que resolver en cinco horas -explica Pablo-. A medida que vamos encontrando las soluciones las enviamos al jurado. Si está mal, te aplican una penalidad, y si está bien sumás un punto."

Un caso clásico consiste en programar la computadora para que decida, basándose en la cercanía, cuál de las estaciones de bomberos de una ciudad virtual es la que debería enviar una dotación a apagar un incendio, por ejemplo.

"A simple vista, parece bastante pavo, pero uno tiene que darle la receta a la computadora para que entienda lo que es un mapa, lo que es una estación de bomberos, lo que significa distancia...", explica Pablo.

La tarea, que involucra conceptos de lógica, matemática y ciencias de la computación, se desarrolla en un escenario de gran tensión que exige absoluto dominio no sólo de los recursos electrónicos, sino del funcionamiento del grupo.

Cada grupo sabe cuántos problemas llevan resueltos sus contrincantes y dispone de una sola computadora, que opera como un "cuello de botella".

"Además de ser creativo y saber programar, hay que poner en juego toda una estrategia -explica Darío-. No sólo hay que poder abstraer, a partir de situaciones de la vida real, cuál es el problema concreto que se plantea y encontrar la solución. También hay que implementar esa idea en un programa y ser capaz de trabajar en conjunto conjugando las capacidades de los tres para mejorar el desempeño del equipo."

Ya más de una vez los chicos de la UBA les ganaron a estudiantes de Harvard, del MIT, de la Universidad Carnegie-Mellon y otras consideradas entre las mejores del mundo. Ojalá vuelvan a tener la posibilidad de mostrar de qué son capaces...

Contenido relacionado