De algún lugar tiene que llegar el aliento fresco a un género minado por la repetición incesante. Ese punto del planeta es una pequeña isla del pacífico llamada Japón. La cuna de grandes como Kurosawa, Ozu, Mizoguchi o el más actual Takeshi Kitano, por nombrar sólo algunos de los grandes referentes de un cine con patente de grande.
Hace tiempo que la crítica viene hablando de la vitalidad de los filmes de terror llegados de ese país de oriente, conclusión sacada del material que se puede observar en los festivales internacionales, donde tienen cada vez mayor presencia y reconocimiento. Fenómeno que no nos debe extrañar ya que desde siempre fue un género que encabezó la lista de los más populares y de aquellos que cimentaron una cinematografía popular de larga data como es la japonesa.
A partir de la lograda remake hollywoodense de la película-saga de Hideo Nakata “La llamada” (“The ring", en el original) a cargo de un hábil artesano como Gore Verbinski (“Un ratoncito duro de cazar”; “La maldición del perla negra”) los filmes de terror japoneses pasaron a ser objetos preciados por los industriales del cine. Las secuelas del opus de Nakata, así como la serie del mismo nombre, forman parte de la programación de canales de cable y se multiplican las ediciones en video de filmes de terror provenientes de ese país, de actualidad y calidad despareja. Todo aquel que consigue los derechos de alguna historia que combine un espectro con un ser de ojos rasgados la edita sin perder un segundo.
Gracias a este fenómeno pudimos encontrar en el cable otra gema de Nakata llamada “Dark Water”. Un thriller clásico de fantasmas (los grandes protagonistas de gran parte de la vertiente japonesa del género) que se apoya en la pausada construcción de un clima enrarecido y ominoso para mantener al espectador atado a la silla. Un trabajo artesanal delicado no muy común en estos días.
Si bien por estos pagos hemos podido acceder sólo a tres de sus obras dentro de su prolífica carrera detrás de la cámara-el filme que nos ocupa y “Ringu 1 y 2”- podemos dar cuenta de algunas recurrencias temáticas.
Los personajes típicos de Nakata son solitarios y ominosos. Su penosa vida se materializa en espectros de todo tipo siendo los niños los principales receptores de los sobrenatural (al igual que la obra de M. N. Shyamalan en el cine de Hollywood).Tanto Mitsuko (la misteriosa niña del impermeable amarillo) como Ikuko-que repite la historia de abandono sufrida por madre cuando niña- son seres desangelados que viven en un mundo de negras sombras, producto de familias disfuncionales o padres ausentes. El desamor familiar como origen de fantasmas vengativos y crueles.
Espacios opresivos apoyados en ambientes cromáticos monocordes creados gracias a el uso de filtros, la ausencia de música durante casi todo el metraje y la existencia de ambientes casi vacíos de seres humanos crean momentos de verdadera angustia y un clima general enrarecido de los que funcionan a la perfección como marco para la trama central y de esos que agradece todo amante del género.
El filme retoma otro ícono clásico del cine de terror como es la casa “embrujada” para hacerla padecer la misma degradación física que sus personajes. A la manera del “Barton Fink” de los hermanos Cohen, el empapelado del nuevo departamento de nuestra familia comienza a despegarse mientras una incipiente gotera en el techo gradualmente invade todo el departamento transformando el dulce hogar en un paisaje dantesco. Como buen artista romántico representa el daño moral y psicológico en la materialidad de cuatro paredes. El deterioro y la corrosión se expanden en cualquier dirección.
Para ser ecuánimes, y aunque suene paradójico, podemos decir que una de sus virtudes también puede ser el único punto flojo del filme: las elipsis y ausencia de subrayados que caracterizan el pulso narrativo pausado pero seguro de Nakata, son tan extremas a veces que llegan a complicar la lectura del filme, sobre todo para el público acostumbrado a la sencillez y linealidad del cine mainstream.
Esperemos que esta “moda” comercial continúe para que podamos aprovechar su “plusvalor”: el hallazgo de perlas cinematográficas ocultas y listas para ser degustadas. ¡Buen provecho!
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