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La Sinfónica interpreta el “Réquiem” de Mozart

La Orquesta Sinfónica de la Universidad Nacional de Cuyo pondrá el broche de oro a la Temporada Oficial 2006 interpretando la “Misa de Réquiem” de Wolfgang Amadeus Mozart, en homenaje al ilustre autor, de cuyo nacimiento se cumplen 250 años en 2006. El concierto, dirigido por el titular de la Orquesta, David Handel, tendrá lugar el jueves 30 de noviembre y el viernes 1º de diciembre, a las 21:30, en el Teatro Universidad (Lavalle 77, Ciudad).

21 de noviembre de 2006, 12:25.

imagen La Sinfónica interpreta el "Réquiem" de Mozart

Se contará, además, con la participación del Coro Universitario, dirigido por Silvana Vallesi. Actuarán como solistas Beatriz Fornabaio, soprano; Gloria López, mezzosoprano; Fernando Ballesteros, tenor, y Jorge Nazrala-Favier, barítono.

Las entradas tienen un costo de $12 (general) y $8 (estudiantes, jubilados y personal de la UNCuyo).

La obra

La Misa de Réquiem (KV 626) fue el mejor trabajo de Mozart  y, tal vez, su más famosa composición, basada en los textos latinos dell acto litúrgico católico ofrecido en las defunciones. El célebre compositor austríaco  murió antes de terminarla.

Un día se presentó en su casa un desconocido, vestido de gris, que rehusó identificarse y que encargó a Mozart la composición de un Réquiem en re menor. Le dio un adelanto y quedaron en que regresaría en un mes. Pero el compositor fue llamado desde Praga para escribir la ópera La clemencia de Tito, para festejar la coronación de Leopoldo II.

Cuando subía con su esposa al carruaje que los llevaría a esa ciudad, el  desconocido se presentó otra vez, preguntando por su encargo. Esto sobrecogió al compositor.

Más tarde se supo que aquél sombrío personaje era un enviado del conde Franz Walsseg, cuya esposa había fallecido. El viudo deseaba que Mozart compusiese la misa de Réquiem para los funerales de su mujer, pero quería hacer creer a los demás que la obra era suya y por eso permanecía en el anonimato.

Mozart, obsesionado con la idea de la muerte desde la de su padre, debilitado por la fatiga y la enfermedad, muy sensible a lo sobrenatural por su vinculación con la Francmasonería e impresionado por el aspecto del enviado, terminó por creer que éste era un mensajero del Destino y que el Réquiem que iba a componer sería para su propio funeral.

El estreno de la obra se produjo en Viena el 2 de enero de 1793 en un concierto a beneficio de la viuda del músico.

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