Por Karen Yusef
Departamento de cultura
03/05/06 A partir de Internet se puede acceder a una conversación instantánea con cualquier persona y en cualquier lugar, o bien conocer, en tiempo real, una noticia que transcurre en otro continente. También son sorprendentes los cambios en la telefonía celular que se multiplica en manos de adolescentes, adultos e inclusive niños. En estos nuevos aparatos la comunicación verbal es por momentos innecesaria y superada por el mensaje de texto. Además, y como si fuera poco, podemos sacar fotos, filmar, grabar y reproducir sonidos de toda índole que reemplazan el clásico “ring” de los antiguos y casi prehistóricos teléfonos. Podría, a partir de esto, pensarse que la democratización de las tecnologías es un hecho, pero correríamos el riesgo de “confundir la parte por el todo”. Es un debate de mayor amplitud, que incluye el debate entre el proyecto de la Sociedad de la Información y la realidad socioeconómica de América Latina, en la cual estos ideales se vuelven irrealizables.
El avasallante perfeccionamiento de las nuevas tecnologías y la esperanzadora promesa de progreso, hace que por momentos se pierda de vista el efecto causado por estos avances: “Al igual que en otras instancias históricas de grandes transformaciones tecnológicas, las profecías tienden a ocupar el lugar de los análisis, en los esfuerzos por comprender los procesos sociales que emergen. Los futurólogos predicen la evolución de la sociedad sobre la base de las características de las nuevas tecnologías, sin tomar en cuenta la evolución de sus efectos”, según lo afirma el filósofo español ManuelCastells.
En un intento por reducir los efectos de la brecha tecnológica que separa “el centro de la periferia”, el 10 de diciembre de 2003, representantes de todos los países del mundo se reunieron en Ginebra, con motivo de la primera fase de la cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información. Este proyecto está asentado en las ideas fuerza de liberación, desregulación y competitividad internacional. Tiene como finalidad la democratización de las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), así como también, su uso para la el desarrollo de los pueblos. En su declaración de principios se estableció:
“Declaramos nuestro compromiso de construir una sociedad de la información centrada en la persona y orientada al desarrollo, en la que todos puedan crear, consultar, utilizar y compartir la información y el conocimiento para que las personas, las comunidades y los pueblos puedan emplear plenamente sus posibilidades en la promoción de su desarrollo sostenible y en la mejora de su calidad de vida”
Pero con la simple declamación características comunitarias, no se cambia el hecho de que el proyecto impacta de modo muy dispar en las sociedades, tal como lo afirma Martín Becerra en su libro ‘Sociedad de la información, convergencia y divergencia’: “coexisten diferentes modelos de sociedad de la información como se encuentran diferentes modelos de sociedad industrial”, ya que “las sociedades industriales actuales difieren por ejemplo en la importancia que asignan a evitar la exclusión social”.
Entonces, a pesar de los discursos de que las TIC’s ejercen una función democratizadora en el mundo, es inútil pretender una igualdad en entre países con diferentes políticas culturales. Asevera al respecto Néstor García Canclini en su libro ‘Cultura y Comunicación’: “Las políticas europeas tienen como preocupación la garantía de las condiciones socioeconómicas, mientras que en la América Latina posdictatorial de los años ochenta, la fractura social y económica pasó a ser un fenómeno que no ha sido, hasta el presente, modificado por el advenimiento del modo de desarrollo informacional sino que, precisamente, la creciente importancia de la información como insumo y proceso productivo muchas veces lo profundiza.”
Es así como las desigualdad se reflejan en las posibilidades materiales de acceso producción y distribución de la información. Es claro evidenciarlo en las condiciones en las que se trabaja en la educación pública latinoamericana, donde la tecnología prácticamente es inexistente por falta de recursos. Consecuentemente se puede decir que las políticas liberales desreguladoras y de competitividad internacional que fomenta la Sociedad de la Información no son neutrales, sino que tienen repercusiones concretas que afectan y limitan los niveles de acceso social.
No es la primera vez que la humanidad se enfrenta a cambios tan profundos. En tiempos pasados, toda revolución tecnológica provocaba una intensa reorganización de la economía y la sociedad, así ocurrió con el advenimiento de la maquina a vapor, del ferrocarril y de la electricidad. La revolución informática tendrá consecuencias más amplias, ya que si bien no es la única innovación técnica de los últimos años, sÍ constituye el factor común que permite y acelera otros procesos.