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Las acequias mendocinas, de canales de riego a vaciaderos de residuos

31 de marzo de 2009, 17:09.

imagen Las acequias mendocinas, de canales de riego a vaciaderos de residuos

Un estudio sobre la contaminación de estos canales de riego en el Gran Mendoza revela que los habitantes ya no los valoran como símbolos de la cultura del agua y del desarrollo provincial.

Lo que alguna vez fue un desierto puede volver a serlo, si se atiende a la observación realizada por dos investigadoras de la UNCuyo en Mendoza: “En la actualidad, el signo emblemático del paisaje mendocino es más la cultura del trabajo que la del agua, a pesar de que la segunda engendró a la primera”.

Gloria Zamorano, doctora en Geografía, se planteó junto a su colega María Belén González analizar la contaminación de las acequias de gran parte de la ciudad (la Capital, Godoy Cruz y Guaymallén) para evaluar de qué manera la gente valora y usa estos canales de riego y cómo actúan los organismos estatales para difundir su importancia.

Aunque la investigación todavía no concluye, las profesionales ya han avanzado en conclusiones parciales alarmantes que contrastan con el espíritu original que le impusieron a las acequias los primitivos habitantes del territorio mendocinos: los huarpes.

Según explica Zamorano, a través de encuestas entre la población observaron que no existe formación sobre la cultura del agua en la enseñanza, ya sea pública o privada, en todos los niveles educativos. Por eso proponen “incorporar esta temática sustancial en todas las escuelas de la provincia, tanto en el nivel primario como en el secundario”.

En segundo término, detectaron otra falla: “ni el Estado provincial ni los municipios se ocupan seriamente de transmitir la importancia de la cultura del agua a los habitantes, para lograr una imagen colectiva más nítida, lo cual redundaría en el comportamiento de ellos en su territorio”.

¿Riego o vaciaderos de residuos?

La creciente demanda de agua, el despilfarro y la contaminación que las investigadoras observaron, las llevó a afirmar que no existe, en la población mendocina, una verdadera conciencia sobre la importancia que tiene el recurso hídrico para la vida y el desarrollo económico provincial.

Lo comprobaron encuestando a los habitantes de quince barrios del Gran Mendoza. Los individuos consultados viven en las viviendas en cuyas acequias se ha observado contaminación en las cuatro estaciones del año.

Según los resultados de una muestra de dos poblaciones de Guaymallén (una de clase media y otra de clase baja), los habitantes le dan hoy mayor importancia al trabajo humano perseverante en el desarrollo de Mendoza, mientras que les pasa desapercibida la relevancia del riego sistematizado, “que es el elemento esencial que ha permitido la existencia del oasis”, explica Zamorano.

“La segunda variable alude a la función de la acequia –continúa la geógrafa-: únicamente 30% de los encuestados consideran que la acequia sirve como cauce de riego y desagüe de lluvias; también sólo 30% indican que su función es la de desagüe; 63% valorizan a éstas como conductos para irrigación de los árboles; y 7% señalan, lamentablemente, que son vaciadero de residuos”.

Además, en el relevamiento sólo el 37% de los encuestados citó a los huarpes como los creadores de los acueductos. Según Zamorano, esto demuestra que existe un lamentable desconocimiento de la edad de las acequias en Mendoza, que datan del siglo III, desde la presencia huarpe, gracias a la influencia de la civilización inca.

Este diagnóstico es más grave mientras menor es la categoría socioeconómica de los barrios, ya que allí es donde más residuos se acumulan en las acequias, según observaron. Y explican esta diferencia en que en este sector social es donde confluyen las causas principales de la pérdida de cultura del agua: las falencias en la educación y en la propaganda del Estado.

“Los municipios del Gran Mendoza carecen de políticas ambientales integradas y sostenibles. Y los organismos de gestión fomentan la discriminación ambiental, es decir que disminuyen la calidad y la cantidad de los servicios cuando atienden a los habitantes de los niveles socioeconómicos más bajos”, concluye Zamorano.

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