Una de las causas que conduce a la existencia permanente del trabajo infantil podría ser la realidad social, política y económica del país, sobre todo después de la crisis laboral de los ’90. La pobreza generó que los chicos tengan que salir a trabajar renunciando a los aspectos esenciales alrededor de los que debe girar su vida.
En la ciudad, el trabajo infantil se hace más evidente al ver que mucha gente contrata a menores, porque no tienen que pagar ningún tipo de carga social. La explotación que hacen algunas empresas, como los supermercados, en donde los chicos trabajan de “changarín” por una moneda (que en realidad se las dan los clientes de los supermercados), es notoria. Además les exigen una serie de trabajos “extras”, como ordenar, limpiar, juntar los carritos, e incluso ir a buscarlos cuando la gente se los lleva a su casa. Tal es el caso de Pablo de 13 años, un chico que trabaja en el supermercado Átomo de Godoy Cruz, ingresa a trabajar a las 16:15 hs. (hora de ingreso de los cajeros), y sale a las 21:30 hs. Este niño es el encargado de arreglar lo que su compañero de la mañana deja desordenado y embolsar, junto con su amigo de 12 años, toda la mercadería de los clientes. A la mañana va a la escuela y a la tarde, en vez de ir a jugar, prefiere ir a trabajar por que con las propinas que recauda puede comprarse ropa. Pablo nos dice: “Si no trabajo no puedo vestirme, y así también ayudo a mi mamá con las cosas de mis hermanos”.
En Mendoza, la actividad rural también involucra al trabajo infantil, ya que muchos chicos trabajan durante la cosecha. Pero esto ya es una cuestión cultural, que viene de los abuelos y de los padres, los chicos asumen que al cumplir cierta edad tienen que trabajar en la tierra. Lo negativo es que los chicos renuncian a la educación y al juego.
En la ciudad se ha producido un nuevo fenómeno con los denominados trabajos informales, por ejemplo los “limpiavidrios”, “cuidacoches” o “la mendicidad”, en gran medida debido a la situación económica que afecta al país.
El encargado del Programa “Plan Vida Joven”, Pablo Gareca, aclara: “Muchos chicos que trabajan de “limpiavidrios” tienen hijos, y son adolescentes que mantienen su hogar, hay otros que no tienen hijos pero que también mantienen sus hogares gracias a las monedas que la gente les da. En ese caso hay muchas cosas que se puede hacer, el Estado tiene que intervenir con planes y políticas serias para poder rescatar a esos jóvenes, capacitarlos, enseñarles que tienen, por sobre todas las cosas, el derecho a la educación en la escuela”.
“El Estado tiene que ser capaz de analizar lo que le sucede a ese chico y a su familia, muchas veces tienen madre y padre pero son mal llamados ‘chicos de la calle’, por diversos problemas en el seno de su familia se acercan a la calle como el medio que les posibilita mantenerse incluidos dentro de la sociedad, que permanentemente los deja fuera del sistema social”.
El estudio, el juego, la familia, el acceso a una vivienda y a una educación digna, son derechos garantizados por la Convención Internacional de los Derechos del Niño, que además prohíbe el trabajo infantil. Esto, más allá de que lo que realmente importa, es ver los gérmenes y las causas por las cuales estos chicos tienen que salir a trabajar. Por lo tanto sería importante enfocarnos en las falencias sociales, y garantizarles el acceso a los derechos básicos, como alimentarse, divertirse y educarse.
La forma de regular el trabajo infantil o erradicarlo en la Argentina tiene que ver con políticas de fondo, que atiendan a la familia, y le provean al chico acceso a la educación, al juego, a la diversión, al grupo familiar, a la amistad y a la participación social.
Guillermo Zárate
Departamento de Política
