Ambrosini destacó que fue muy dura la etapa de los estudios para determinar el impacto y la ubicación de los explosivos. “La lectura del material fue bastante difícil, porque teníamos que tratar de concentrarnos en el análisis estructural de los daños pero nos causaba mucho dolor ver la destrucción que causó la bomba”, explicó.
En la época en que se realizó el estudio (2001), el actual profesor de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Cuyo dictaba clases en el Instituto de Estructuras de la Facultad de Ciencias Exactas y Tecnología de la Universidad Nacional de Tucumán. Junto a otros dos científicos de esa provincia fue elegido por el Tribunal Federal Número 3 para realizar una simulación tridimensional de los daños.
Para ello, fue preciso verificar los impactos reales mediante la lectura de material extraído de peritajes previos, además de 500 fotos y 40 videos que dejaban al desnudo la catástrofe. En ese sentido el investigador de Conicet destacó que el análisis inicial se volvió aún más comprometido al leer los testimonios: “Fue muy triste esa parte del trabajo, ya que vivimos muy de cerca el sufrimiento, aunque debíamos centrarnos en el punto de vista científico”, dijo. Ambrosini también destacó la importancia de llevar adelante las investigaciones a través de la utilización de herramientas científicas concretas “para mitigar tanto dolor”, e incluso tener la posibilidad de evitar este tipo de sucesos provocados intencionalmente. / Zulema Usach