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Los Andes: Dejaron el desierto lavallino para graduarse y “cambiar la historia”

Son diez, ocho varones y dos chicas. Todos provienen de lejanas comunidades del desierto de Lavalle y conforman una “avanzada” en la Universidad Nacional de Cuyo, porque prácticamente son los primeros pobladores de la zona que acceden a estudios superiores.

09 de noviembre de 2004, 10:07.

El grupo eligió carreras humanísticas y actualmente cursan los primeros tramos de las asignaturas. Coinciden en que podrán llegar al final y contribuir a mejorar la situación de los sufridos pobladores del norte mendocino, especialmente en la cruzada por reivindicar la posesión de las tierras que las familias ocupan por varias generaciones, propiedad que ahora ven amenazada.

Los chicos huarpes e hijos de puesteros contaron sus historias, sus miedos y ganas de salir adelante, en una de las habitaciones de la Residencia Universitaria de la UNCuyo.

La mayoría eligió la carrera de Geografía: Antonio Nievas (26, Lagunitas); Diego Díaz (21, San Miguel); Aníbal Morales Villegas (25, San José) y Javier Contreras (22, El Retamo). En tanto que María Guardia (19, La Asunción), cursa Ciencias de la Educación; Gabriela Quiroga (22, El Retamo), Trabajo Social y Santiago Palma (18, La Josefa, Santa Rosa), Ciencias Políticas y Administración Pública.

Lo curioso es que ninguno del grupo eligió una carrera dura. “Me decidí por Geografía porque se adapta más al tema de la tierra por el que nosotros luchamos. También por la gestión de recursos, como un mejor riego y una crianza más apta de animales, sostuvo Antonio Nievas.

Mientras tanto María Guardia, que eligió la docencia, sostiene: “Allá, en el desierto, se sufre mucho, hay muchas falencias. El objetivo es hacer algo por nuestras comunidades”.

Cambio en las familias

La mayoría de estos jóvenes son los primeros en estudiar en el seno de familias en las que instruirse fue poco menos que imposible, ya que -prácticamente- sólo estaban dedicadas a la crianza de animales y un poco a la agricultura. Aníbal Morales, que tiene seis hermanos, lo explica así: “Soy el que más lejos ha llegado, de los otros uno sólo hizo cuarto grado. Mis padres casi no fueron a la escuela”.

En lo que a aspiraciones se refiere, también las decisiones son diferentes. Aníbal Morales planea volver a la zona rural con su título, pero además de Lavalle, su destino también puede ser Malargüe o La Paz.

Gabriela, de El Retamo, pueblito de 75 familias, se inclinó por el trabajo social. “Nuestras comunidades carecen a veces de remedios y otros insumos; además a la gente de campo no les llegan los programas de gobierno”.

Cuando se pregunta por la responsabilidad que han asumido, los chicos creen que representan a sus vecinos y no se sienten presionados. Pero si fracasaran, la frustración alcanzará también a los lugares de donde provienen.

Santiago Palma es el de menor edad del grupo, representante de un alejado enclave santarrosino, La Josefa. Sus padres crían animales en el campo. También es pionero en estudiar en ese distante paraje. Tiene seis hermanos. “Por allá llega menos la ayuda política, vamos a ver qué podemos hacer nosotros. Si no lo logro, seguiré arriando cabras”, dice con una sonrisa que indica confianza en el futuro.

Vencer los prejuicios

Todos piensan que su abrir camino y ganar experiencia, les servirá y mucho a los que vengan detrás. “Les mostraremos cómo vencer el temor o los prejuicios de salir a estudiar. Al vernos a nosotros, otros jóvenes se van a sentir más seguros”, deslizan los estudiantes lavallinos. También valoraron el aporte de la Universidad en conceder becas para los jóvenes del desierto lavallino. “Sin ese beneficio, no estaríamos acá”, resume Antonio Nievas, quien ya tiene un título de maestro. Sobre sí temen fracasar, dos de ellos, Javier Contreras y Gabriela, dan esta respuesta: “El miedo está, pero hay que hacer lo posible para superarnos”

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