Al término de la investigación, se pudo saber que los chicos que habían presenciado actos de violencia con armas de fuego incurrieron en acciones similares en una proporción de dos a uno respecto de aquellos que nunca estuvieron expuestos a la violencia. Los investigadores concluyeron que los resultados pueden aplicarse a cualquier sociedad, independientemente de otras características especiales de cada comunidad.
El doctor Felton Earls, profesor de medicina social e investigador principal del estudio y del Proyecto sobre Desarrollo Humano en los Barrios de Chicago, aseguró que “basado en los resultados del estudio, que muestra la importancia del contacto personal con la violencia, el mejor modelo para describirla podría ser el de una enfermedad socialmente infecciosa. Evitar un crimen violento puede prevenir toda una cascada de ‘infecciones’. Y las lecciones aprendidas en Chicago deberían ser aplicables ampliamente. Es posible generalizarlas a cualquier gran ciudad”.
Estos estudios ya se habían realizado en centros de investigación de Europa, de modo que las conclusiones no toman de sorpresa a nadie, pero la importancia del trabajo de Harvard reside en la aplicación de nuevos métodos de investigación sociológicos y estadísticos; ahora nadie se puede llamar a engaño y lo que se barruntaba por parte de los funcionarios responsables de la seguridad ciudadana, ya está demostrado de manera científica. "Honestamente, es muy difícil pensar que dejamos algo afuera", señaló Earls, al referir las 153 variables que abarcó el estudio.
Es cierto que no existe una sola causa para la violencia, como tampoco para el fenómeno contemporáneo de agravamiento de los hechos delictivos y de sus características de crueldad, pero era necesario terminar con la ficción, sostenida inclusive por personas a las que no se podría señalar como ignorantes, de que la tenencia, portación y el uso de armas, especialmente por tenedores no autorizados legalmente, y la exposición a hechos violentos con armas no ejerce ningún efecto sobre el resto de la sociedad. Generalmente los investigadores sociales aceptaban que existe una maraña de causas para los comportamientos violentos pero no adjudicaban a la exposición de los menores a tales actos tanta influencia en su comportamiento futuro. Al menos no con la contundencia con que lo demuestran las investigaciones de la Escuela de Medicina de Harvard.
De hecho, a no ser que se pretenda cometer grave falta por omisión, en el futuro no se podrá ignorar a la previa exposición a la violencia en la comunidad como quizá la causa más eficiente de los delitos con armas. Y quizá con mucha menor influencia que la estructura familiar o la personalidad, porque el estudio que comentamos demostró que ser testigo de escenas violentas, “sobrepasa la influencia de otros factores individuales, como la pobreza, el uso de drogas o haber crecido en una familia monoparental.”
Este estudio respalda, una vez más, a quienes trabajan por el desarme de la sociedad civil y que entienden que las armas en manos de los particulares no autorizados para su tenencia, sólo puede generar conflictos en los que terminan heridas o muertas personas inocentes. Las estadísticas locales demuestran que existe una relación directa entre el aumento en el número de armas en manos de la sociedad civil y los accidentes con graves consecuencias con armas de fuego y de los que resultan víctimas niños y adultos inocentes y no exactamente los delincuentes.
Ya informamos y dimos opinión sobre que los registros de emergencias de los hospitales de la provincia de Buenos Aires demuestran que se triplicaron los accidentes con armas de fuego que sufrieron menores de edad, correlativamente con el aumento de armas en manos de los padres o familiares de aquellos. En su lucha contra la violencia, el gobierno no puede ignorar estos hechos, sino, al contrario, debe tenerlos muy en cuenta y actuar en consecuencia.