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Los Andes-Domingo 11: Editorial: El conflicto salarial en la universidad

Cuando se trata la cuestión de los salarios docentes, suele echarse mano a argumentos que no son enteramente válidos. La mística docente, que debe ser un valor ético de quienes entregan su vida a la enseñanza, suele ser esgrimida como un torpedo por quienes quieren justificar los magros sueldos y los presupuestos insuficientes.

12 de septiembre de 2005, 12:53.

No se debe olvidar que en medio del forcejeo están los educandos, tironeados por fuerzas a las que son ajenos, y de las que a veces resultan víctimas, porque su futuro se ve comprometido inexorablemente en estas escaramuzas.
En todas las actividades, especialmente en servicios públicos esenciales, y por supuesto también en la educación, cualquier análisis de derechos y deberes debe incluir los de quienes pueden ser perjudicados. Especialmente si se tiene en cuenta que, en general, en nuestro país la educación no tiene un grado de excelencia tal que le permita absorber algún grado de deterioro.
Es cierto que los responsables de la financiación del Estado nacional han jugado, y siguen haciéndolo, con las necesidades y con el desamparo de los trabajadores públicos, pero no lo es menos que, ante una situación de hecho, nadie puede pretender la recomposición absoluta de sus derechos laborales en un plazo perentorio cuando los reclamos fueron abandonados por 15 años, especialmente por los sindicatos.  
Por lo que se sabe, el conflicto que mantienen los docentes de las universidades nacionales está temporalmente solucionado y las clases se dictarían en adelante normalmente, al haberse aceptado -condicionadamente- una propuesta del gobierno nacional que incluye un aumento de entre el 25% y el 33% y blanqueo parcial de adicionales. Quedan pendientes los reclamos por la remuneración de los que trabajan ad honorem, que en Mendoza serían pocos, la duplicación de los cargos con dedicación exclusiva, el 85% móvil jubilatorio, el salario unificado en el país y la implementación de la carrera docente, entre otros.
A base de este acuerdo, se levantó la huelga que mantuvo paralizada la actividad docente en la Universidad Nacional de Cuyo por 30 días hábiles, en sus establecimientos de los tres niveles. Pero, como informó Los Andes, podría tratarse de una simple suspensión: “...La Conadu histórica rechazó la propuesta del Ministerio de Educación y decidió suspender el paro hasta el 24 próximo. Ese día, habrá un congreso nacional (gremial) en el que se emplazará a la Mesa de Negociación Salarial para que presente avances de los ítems señalados en el reclamo sindical y las fechas para concretarse. De no haber acuerdo, vuelve el paro a los establecimientos de las universidades adheridas a la Conadu histórica”.
En consecuencia, el panorama educativo universitario no está despejado.
Sucintamente se debe refirmar que la actividad docente es fundamental para la realización humana y profesional de las personas y para el desarrollo del país en todos sus aspectos; que sin una educación eficaz y eficiente no hay futuro y sí pueden empeorar todos los parámetros culturales, económicos y sociales; que los salarios de los docentes, de todos los niveles y dependencias, son demasiado bajos, habida cuenta de la responsabilidad que incumbe a la profesión; que esto es un indicador de cuánto muchos gobiernos han despreciado a la educación a lo largo de decenios y que la dignificación de la carrera docente debe incluir, como uno de los aspectos básicos, la recomposición salarial.
Pero también debe tenerse en cuenta que el país está pretendiendo emerger de una crisis que ha arrastrado a gran parte de la sociedad, y esto incluye tanto a los docentes como a las familias de sus alumnos, y que los problemas de desocupación, trabajo en negro y bajos salarios afectan a la inmensa mayoría, por lo que las soluciones deben enmarcarse en políticas que tengan por norte la justicia y la equidad y no estén dictadas por la mera fuerza de los sectores en pugna.
La educación primero, sin duda, pero no financiada con el sacrificio de los docentes, y que los actores salvaguarden los intereses de los educandos. Por otra parte, no habrá excelencia en la educación sin una profunda capacitación de los maestros y profesores.
A cada cual lo suyo.

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