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Los Andes-Domingo 12: Detectan trastornos de conducta relacionados con la inseguridad

Escena I: Manuel (75) y Joaquín (35) salen de su casa a las 17 del miércoles para hacer un trámite. Escena II: Se frustra la operación y regresan a su domicilio. La ventana está abierta, dos extraños caminan por la casa y un arma sobresale del bolsillo de uno de ellos. Escena III: Forcejeos, corridas y las balas terminan en el piso, el revólver no estaba cargado. El radiograbador, alhajas y dólares quedaron en la casa. La policía llegó, pero los ladrones saltaron las rejas y escaparon.

13 de junio de 2005, 13:11.

Nadie salió herido y tampoco nadie terminó detenido. Al día siguiente, los ladrones recorrieron los alrededores de la casa a cara descubierta, y se dejaron ver por las víctimas. Esta familia, que pidió reservar su identidad, no tuvo alternativa: reforzó las rejas, instaló una alarma y ahora siempre alguien se queda “custodiando el hogar”.

Puertas adentro, haber vivido situaciones con estas características o temer que pueda ocurrir en cualquier momento deja huellas en la salud mental de las personas. En los abuelos se manifiesta a través de conductas de aislamiento y trastornos en el sueño; los adultos medios muestran cambios en el comportamiento, se tornan más vulnerables y desconfiados, y los niños y adolescentes presentan retraimiento e insomnio.

Si este contexto se prolonga en el tiempo, las repercusiones de la tan mentada “sensación de inseguridad” llega a provocar también trastornos físicos. “La sensación de inseguridad no es un hecho aislado ni es un delirio de la gente; es un producto de la realidad, todos conocemos a alguien que en el último tiempo ha sufrido un robo o ha atravesado una situación de violencia”, dijo Juan Carlos Bacha, psiquiatra y profesor de la UNCuyo.

Esta vivencia subjetiva de que algo malo va a pasar, continuó el profesional, afecta todos los aspectos de la salud: “Hay personas que después de haber sido asaltadas pierden el sueño, tienen palpitaciones y cuando se despiertan ven que han transpirado excesivamente”.

Días violentos

Varias son las herramientas que se suman a la hora “estar seguros”. En 2001 fueron 1.130 las casas con alarmas comunitarias en el Gran Mendoza, hoy el número asciende a 5.020 y están repartidas en los departamentos de Luján, Capital, Guaymallén, Maipú, Las Heras y Godoy Cruz. Así lo informó Alberto Monetti, director de Participación Comunitaria, dependiente del Ministerio de Justicia y Seguridad.

Para Alejandra Martino, psiquiatra de la Dirección de Salud Mental de Mendoza, la presencia de alarmas en las casas es una de las tantas estrategias que modifican la vida cotidiana debido a la inseguridad. “Las personas empiezan a tener una conducta guiada u orientada por este patrón de inseguridad. Hoy todos entramos el auto al garaje y miramos con mucho cuidado hacia todos lados”, graficó.

Este nuevo patrón influye en las personas de diferentes modos. Por ejemplo, las personas mayores ya no quieren barrer la vereda, ir a comprar temprano por la mañana o a última hora de la tarde, por miedo a ser asaltados. “Te dan un empujón en la vereda y perdés el equilibrio, después te roban lo poco que llevás encima”, argumentó una señora de Capital.

Benigno Gutiérrez, vicedecano de la Facultad de Medicina de la UNCuyo, justificó esta situación. “Lo que el adulto mayor tiene es un incremento de la ansiedad, de los miedos, que hace que viva con una importante limitación de su comportamiento y en un mecanismo de autoencarcelamiento, entonces se desvincula cada vez más de la sociedad. Los síntomas son: ideas de tipo paranoide, con trastorno del sueño y desmejoramiento general”, enfatizó.

En el adulto medio este trance se vive de otro modo. Las mujeres y hombres de 40 y pico deben enfrentar la desesperanza aprendida. “Esto significa que la gente aprende a vivir con la desesperanza, se resigna y sigue porque sabe que tienen un nivel de inseguridad real y lo acepta como un infortunio más. Aparte, repercute negativamente en el comportamiento y en las ideas”, recalcó Gutiérrez.

También la salud mental de los niños y los adolescentes adquiere características particulares después de vivir situaciones violentas. “Padecen un trastorno que se denomina postraumático. Los síntomas más frecuentes son el temor a realizar tareas habituales, retraimiento, insomnio, sudoración y temblores”, enumeró Liliana Barg, coordinadora del Centro Infanto Juvenil de Salud Mental.

Jornadas de salud mental

Los días 6, 7, y 8 de julio se desarrollarán en Mendoza las VI Jornadas Provinciales de Salud Mental y las V Jornadas de la Residencia Interdisciplinaria de Salud Mental.

La cita será en el Centro de Congresos y Exposiciones (Peltier 611 de ciudad).

El evento está dirigido a profesionales, técnicos, al público en general y a las instituciones y asociaciones comprometidas con el quehacer de la salud mental.

A la provincia llegarán profesionales nacionales tales como: el psiquiatra y psicoanalista Gerardo Rubinstein y el sociólogo Marcelo Urresti.

Información: se puede solicitar al teléfono 4253964.

Los costos para profesionales, según la fecha de inscripción, son de 20 y 25 pesos y para estudiantes de 10 y 15 pesos.

Fobias y estrés permanente

Cuando estas situaciones se transforman en crónicas aparece estrés permanente y entra en juego el riesgo orgánico. “Se produce destrucción de los vasos, por lo que es más fácil que se produzcan infartos. También el cerebro se afecta, porque el estrés mata las neuronas”, destacó el vicedecano de la Facultad de Medicina de la UNCuyo, Benigno Gutiérrez.

Cuando una persona está bajo presión constante, también se pueden desencadenar las fobias.

“La fobia es un miedo, el sujeto tiene un miedo que no lo puede superar, que es inmodificable por él”, explicó Gutiérrez.

* Paola Bruno / pbruno@losandes.com.ar

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