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Los Andes-Domingo 19: Editorial: Revalorizar la carrera universitaria

Es sabido que tras la época de Juan Manuel de Rosas y el inicio de la organización nacional y de la etapa constitucional, los gobiernos otorgaron una gran importancia a la educación en todos sus niveles y a la investigación científica. Si no se es muy riguroso, se podría afirmar que esta preocupación se extendió hasta 1930 y con el golpe de Uriburu renacieron las fuerzas oscurantistas y retrógradas que añoran la organización colonial. Los sucesivos motines castrenses profundizaron la crisis porque con cada interrupción del orden constitucional se degradaba sin remedio la educación y el último, casi acabó con las universidades nacionales.

22 de junio de 2005, 12:10.

Estos procesos hicieron que se deteriorara, en todos sus aspectos y en todos sus niveles, la educación en la Argentina y ésta es una de las causas principales del atraso en que están sumidas la Nación y la sociedad.

Sin duda la falta de presupuesto para educación es letal. Los sueldos docentes en todos los ciclos son bajos y la organización de las cátedras, por ejemplo en la universidad, no consulta los mínimos intereses no ya de los profesores y de los alumnos sino ni siquiera del sistema. Así, no es raro que la universidad vegete y se arrastre en la falta de actualización.

En la Universidad Nacional de Cuyo, sólo el 10% de los docentes tiene el régimen de trabajo denominado “dedicación exclusiva” y el problema tiene su raíz en los bajos presupuestos. El cálculo de recursos de la UNCuyo es de 100 millones de pesos anuales, de los cuales el 85% se invierte en salarios y cada vez que se consigue un aumento de presupuesto, el excedente debe volcarse a mejoras salariales.

Por este motivo no se puede incrementar la planta de profesores ni extender el régimen de dedicación exclusiva a más docentes. El titular de la Secretaría Económica Financiera de la UNCuyo, Miguel González Gaviola, explicó que “es verdad que la cantidad de docentes exclusivos es baja y se debe a que el aumento de la actividad en la universidad no fue acompañado por un crecimiento del presupuesto. Entonces cuando fueron apareciendo cargos se distribuyeron de acuerdo a las necesidades, ya que con una dedicación exclusiva se pueden cubrir tres semiexclusivas”.

Como justificación la explicación es válida, pero de continuar esta astringencia de recursos la universidad se verá reducida a su mínima expresión.

Hasta ahora, la capacidad y el espíritu de sacrificio de los docentes están asegurando el cumplimiento de una de las finalidades de la universidad: el dictado de las carreras y la preparación de los alumnos, pero a eso no puede reducirse la actividad universitaria. Es preciso que se dé la importancia que requiere a la investigación científica y la capacitación permanente de los profesores. Sin duda que con la actual composición del régimen de trabajo docente estas exigencias no están cubiertas.

Los docentes con dedicación simple tienen obligación de trabajar 10 horas semanales, de ellas 6 de dictado de clases, mientras que los profesores con dedicación exclusiva deben dedicar 40 horas a sus tareas.

Si el 90% del personal docente revista como jefes de trabajos prácticos o con dedicación simple, ni el tiempo alcanza para el dictado de las clases, la investigación y la capacitación ni el sueldo permite más diligencia; los esfuerzos de los docentes se agotan, más que en sus tareas específicas, en los sacrificios que les demanda el dictado de clases en numerosos establecimientos.

Con solamente el 10% del profesorado abocado a tiempo completo a la actividad académica, no es posible pedir milagros.

Este panorama se repite, con características propias, en cada nivel de enseñanza, de lo que resulta que el sistema está completamente colapsado y la demostración de ello está en el bajo rendimiento de los alumnos que se detecta en los exámenes de ingreso a las facultades.

Parece claro que debe hacerse un replanteo de todo el sistema educativo y del rol de la investigación científica en la Argentina, porque sin mejores establecimientos primarios y secundarios y universidades más eficientes, no habrá futuro, ni siquiera en el mero desarrollo económico.

En ese replanteo, deberá tenerse en cuenta especialmente qué nivel de excelencia y de dedicación se les debe exigir a los docentes de los tres niveles y éste deberá guardar relación con los salarios y beneficios.

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