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Los Andes-Domingo 19: “Hay que hacer más arrestos para reducir la sensación de inseguridad”

Chris Eskridge, presidente de la Sociedad Americana de Criminología, le alcanzaron pocas palabras para explicar que la política de Seguridad va más allá de la actuación de la policía. No se trata sólo de reprimir, sino de tomar medidas destinadas a la prevención y a la reinserción social. Busca diferenciar la clásica expresión “mano dura” del trabajo integrado entre diferentes sectores gubernamentales.

Eskridge fue invitado por la Faculta de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo y habló para no más de veinte personas. Entre ellas, salvo una jueza de Familia, no hubo ningún funcionario ligado directamente con la política criminal en nuestra provincia. Se lo vio al director de Investigaciones, Horacio Migliozzi, pero se fue antes de la disertación.
 
El especialista recibió a Los Andes y habló de las ventajas de la especialización en Criminología, o lo que él llamó “educación en Justicia Criminal”.
 
-¿Existe alguna fórmula para terminar rápidamente con la ola de delitos?
 
-Los problemas de seguridad son complejos y no existe nada para resolverlos de manera inmediata. Si lo comparamos con la medicina, por ejemplo, no tenemos nada que actúe como la penicilina. No hay ninguna fórmula mágica ni rápida para resolver estos problemas. Se debe plantear la política criminal como una política de Estado.
 
-¿Y la sensación de inseguridad, cómo se disminuye?
 
-Hay que empezar a hacer arrestos y más arrestos. Eso puede servir para disminuir la sensación. El tema es que esas personas que son detenidas no deberían, salvo en casos de delitos graves, ser enviadas a la cárcel. No es necesario que todos los casos tengan que ser judicializados.
 
-Pero si no van a la cárcel, ¿van a la calle?
 
-Deben existir centros de resolución de conflictos, clínicas para drogadictos y alcohólicos; organizaciones intermedias para contención de menores y cuerpos de consejeros. Mandar a una persona a la cárcel, en Argentina y en cualquier lado, significa desangrarla, porque es difícil que así se logre la reinserción social. La fórmula debería ser menos cárcel y más trabajos sociales; con más tareas comunitarias como condenas.
 
-¿Cómo se trabaja cuando falta esa contención social?
 
-Esas son las preguntas difíciles, porque son los temas que abren los agujeros en este dique que es la política criminal. Los factores que repercuten en el crimen son variados, por eso no se pueden aplicar las mismas políticas de seguridad en todos lados. Depende de la historia y la cultura del lugar que se está estudiando.
 
-Hay quienes creen que el problema se soluciona con más policía.
 
-Eso es un error. La policía no tiene la habilidad para resolver el problema. Sirve para tapar uno de esos agujeros, pero, ¿qué hacemos con el resto?
 
“La policía comunitaria es una de las mejores herramientas para aplicar una política de seguridad pública”, afirmó. E insistió con la puesta en marcha de un sistema con estas características para comenzar con un cambio cultural.
 
-En Mendoza hubo un intento fallido que llevó ese nombre.
 
-Pero el concepto de ‘policía comunitaria’, según lo que supe de Mendoza, fue una culebra de otro color. Se disfrazó algo con ese nombre, pero no entendieron la idea. El objetivo es que esta fuerza pueda resolver conflictos sin tener que recurrir a la fuerza; que esté cerca de los vecinos y que pueda dialogar con ellos. En Estados Unidos al principio fue difícil, porque los policías más viejos no veían bien este nuevo modelo y se rehusaban a la imagen que se les estaba planteando. Pero los más jóvenes entendieron rápido de qué se trataba y los resultados fueron positivos.
 
-¿Cuál debería ser la educación de un policía para poder cumplir esa función?
 
-Lo ideal sería que, por lo menos, tuvieran cuatro años de instrucción. Además, los efectivos deberían ser todos mayores de 20 ó 21 años. Si son más chicos, no están capacitados para asumir la responsabilidad que implica darle seguridad a la gente.
 
-¿Y después?
 
-Lo primero que tienen que hacer los policías es dejar sus armas en los autos y salir a caminar las calles y hablar con la gente. Esto no significa que esas armas no deban utilizarse nunca; chicos malos va a haber siempre.
 
Académico, comunicador y consejero en la ONU
 
En su currículum, se lee que “Chris Eskridge es profesor de Justicia Criminal en la Universidad de Nebraska. Es profesor visitante de la Escuela de Leyes de la Universidad de Silliman y del Departamento de Sociología de la Universidad de Canterbury de Nueva Zelanda, entre otras prestigiosas instituciones académicas. Actualmente sirve como delegado al Consejo Económico y Social de la ONU, y es editor general del diario de la Justicia Criminal Contemporánea”.
 
En su conferencia explicó que la “Justicia Criminal” no debe ser confundida con Derecho Penal. Se trata de una ciencia que abarca diferentes disciplinas sociales que interactúan. Y señaló la necesidad de una especialización en Argentina para que aquellos que estudian las políticas de seguridad pública tengan un punto de encuentro.
Por Jorge Hirschbrand Foto: Cristian Guzzo

 

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