Así lo anunció el Goddard Institute for Space Studies (GISS), de la NASA. Los científicos toman la temperatura del planeta tanto en el suelo como en la superficie de los océanos, desde las estaciones meteorológicas y desde los satélites. Mientras que ordenadores como el GISS, elaboran mapas globales que permiten comprobar visualmente si se produce o no un calentamiento.
Lo que está ocurriendo es producto de lo que se denomina “efecto invernadero” (ver infografía). Según explicó José Boninsegna, director del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla), dependiente del Cricyt, en este momento la temperatura promedio del planeta es de 15,6 grados. Es decir, 0,6 más que la temperatura considerada óptima para todas las formas de vida.
Las proyecciones indican que para 2100, la temperatura promedio va a ascender a 20,8 grados. Sin ir más lejos, las generaciones actuales deberán soportar, en 2030, una temperatura media de 18 grados.
“Éste es el modelo pesimista. El optimista confía en que el hombre va a tomar conciencia y que se van a poner en marcha las medidas que establece el Protocolo de Kioto, entre otras. En ese caso, la temperatura sólo llegaría a los 16,5 grados”, explicó.
En el caso de que fuera así, de todas formas, el Gobierno mendocino y los del resto del mundo deberían comenzar a pensar en cómo adaptarse a los cambios que produciría este ascenso atmosférico de la temperatura.
En el caso de Mendoza, hay varias señales de alerta. Una de las más impactantes es el retroceso de los glaciares. Testimonios fotográficos que posee el instituto sobre el volcán Lanín (comparando la situación en 1896 y 2001) y el glaciar del Humo, en la cuenca del Río Atuel (1914-1984), así lo demuestran. Casi han desaparecido. “Vamos a tener que repensar algunas formas de cultivar y el uso del recurso hídrico, ya que va a haber menos agua en la cordillera y más en el llano”, agregó Boninsegna.
Otro de los cambios, según el doctor en meteorología e investigador del Cricyt Federico Norte, se está dando en las temperaturas mínimas. “Hay una tendencia al aumento de las temperaturas mínimas. Eso hace que por las noches la gente no pueda descansar bien. En el aeropuerto El Plumerillo, donde no hay tanta urbanización cercana, se ha notado que las mínimas están más altas que en otros años”.
Y agregó que el calentamiento global se caracteriza, justamente, por este acercamiento entre la mínima y la máxima. A su vez, hace que los fenómenos meteorológicos sean cada vez más frecuentes y violentos.
“Los fenómenos meteorológicos extremos comienzan a ser más frecuentes y más agudos. Este verano hubo tres tormentas extremas en la provincia: en General Alvear, a fines del año pasado; en San Martín, en enero, y la que afectó en forma extraordinaria a Luján y Maipú”, señaló Norte.
Recetas para frenar el cambio
Si se habla de un cambio global es porque al variar el clima, se van a modificar la flora, la fauna, las costumbres y hasta la economía de un lugar. Lo malo de la visión pesimista es que da por hecho que revertir el curso de los hechos es imposible. Por el contrario, hay innumerables medidas que pueden tomarse. Desde la educación hasta la implementación de tecnologías “limpias”, tales como la energía eólica(viento), la solar o la geotérmica. En el caso de Mendoza, en el Instituto de Ciencias Humanas del Cricyt se estudian sistemas para realizar casas solares que tengan mayor luminosidad y calefacción natural. Y sistemas de cocinas, calefones y hornos solares. En Río Turbio (Santa Cruz), se aprovecha la energía eólica para generar hidrógeno como combustible. Incluso ya hay motores de autos que lo usan.