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Los Andes-Domingo 28: Opinión: Huelga en la universidad

Por Roberto Marcial Montero, ex ministro de Salud y Bienestar Social de Mendoza

29 de agosto de 2005, 15:19.

Me permito opinar sobre el conflicto planteado en la Universidad Nacional de Cuyo por el paro docente, porque soy padre de tres alumnos de esa Universidad, dos en los colegios secundarios y otro en una de sus facultades. Y también porque estoy convencido, por la experiencia recogida en todos estos años, de que tienen allí una oportunidad educativa de excelente calidad pese a la irracional política presupuestaria que sufren nuestras universidades.
Tengo pues, como supongo tienen todos los padres, sobrados motivos de preocupación por los días de clase que están perdiendo los alumnos ya que, además, por experiencia, sé que el tiempo perdido es muy difícil, si no imposible, de recuperar.
Pero me parece que centrar el eje del debate en el daño circunstancial que pueda afectar a nuestros hijos, deja lo esencial -las causas de las medidas de fuerza- fuera de lo que debe ser un análisis que quiera aportar algún elemento a las posibles soluciones. Al respecto hay que tener claro que los paros no son la causa del problema sino la consecuencia de irresponsabilidades inveteradas de quienes deberían prever la creación y hacer la provisión de recursos para el sistema educativo.
Acerca de este tema, si bien todo indica que los primeros responsables son aquellos que deben votar los presupuestos y quienes deben ejecutarlos, también la sociedad debe asumir su cuota de responsabilidad.
En efecto, parecería que todos, gobierno y sociedad civil, hubieran perdido la conciencia de la fundamental importancia del conocimiento como un valor en sí mismo y como instrumento imprescindible en los tiempos que corren.
Así, en el preciso momento en que se habla de la era de la economía del conocimiento, cuando todos coinciden en que cada vez más no habrá futuro para el país ni para sus habitantes sin la permanente creación científica y la incorporación tecnológica, cuando se repite que la riqueza de un país no son sus recursos naturales sino el nivel educativo y cultural de sus recursos humanos, la Argentina decide mirar para otro lado: la educación, la ciencia y la tecnología no son prioridad para nadie, ni para el gobierno nacional que dedica un monto ridículo para esas actividades, ni para la sociedad que no apoya su sistema educativo con firmeza y vocación.
El paro docente en los colegios de la UNCuyo lleva ya demasiado tiempo. Sin embargo, como no parece ser una actividad crítica ni los profesores cortan calles provocando caos urbano, gobierno y sociedad lo aíslan, lo encapsulan y dejan a los docentes librados a su suerte, como si, al no ser el daño visible, se lo pudiera barrer bajo la alfombra.
El país lleva ya, también, demasiado tiempo de retraso educativo. Es hora de que hablemos del problema sin eufemismos ni hipocresías.
Dos palabras para fijar mi opinión sobre la justeza de los reclamos: la retribución de la sociedad a sus integrantes debería fundarse en la capacidad requerida por lo actos que realizan, por la responsabilidad que estos implican y por su trascendencia social. Muy pocas otras actividades podrían reclamar, con mayor derecho que los docentes, la posesión y el ejercicio de tales virtudes. Y, sin embargo, sus retribuciones son manifiesta y escandalosamente más bajas que la de otros sectores a los que les sería difícil demostrar la posesión, no ya de todas, sino de algunas de esas virtudes.
He ahí, a mi juicio, el punto de partida y el marco para analizar el paro docente de los colegios de la universidad y juzgar, con el respeto debido, a sus profesores.

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