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Los Andes-Domingo 29: Opinión: El Sur y el abrazo del oso

Por Gabriel Bustos Herrera.

Casi se infartaron los oficiales jóvenes de la Escuela Militar, una tarde de 1953. Juan D. Perón -con palmas de general y presidente- les acababa de decir, al abrir el año militar, que había que ir pensando en formas de integración con nuestros vecinos. Y no sólo hablaba de arrimes comerciales y culturales: ante los azorados oficiales propuso integración política institucional y hasta defensa militar conjunta. Sonaba a absurdo en aquellos días: vivíamos inflamados por prejuicios nacionalistas y las hipótesis de defensa en los colegios militares tenían siempre a un vecino como enemigo potencial. Brasil era "el imperio verde" y Chile el "vecino desconfiable" (de Uspallata para allá todo era ripio y el viejo túnel parecía un agujerito miserable en la cordillera). Las fronteras eran paredes en serio.

Medio siglo antes de que Europa se uniera en un bloque continental, 40 años antes del intento del Mercosur, del Nafta y del amague de la Unión Sudamericana, El Viejo -como le llamábamos los adolescentes- les decía a los oficiales, que lo miraban sorprendidos: "Se viene la era de los continentes. Antes del 2000 las agrupaciones menores serán los continentes, no ya las naciones. Y entonces, el 2000 nos encontrará unidos o dominados. Por eso, es de estrategas inteligentes no esperar que se nos venga encima el 2000. Porque a la mesa de los grandes nos vamos a tener que sentar, sí o sí, con poder o sin él. Entonces, tenemos que ir construyendo poder regional y luego continental, para sentarnos después a la mesa grande y no ser sometidos por la voluntad de los imperios". Para incredulidad de sus contertulios, solía decir -apenas terminada la Segunda Guerra- que "tarde o temprano Europa se va a unir en un bloque". Y deducía que "lo de América vendrá como de cajón". Zorro viejo al fin, advertía sin embargo, que "a la mesa grande de América habrá que llegar bien fortificados desde bloques de integración regional y luego continental". No comía vidrios: sabía que el Gran Oso puede abrazarnos mimoso, pero si el "invitado" es escuálido, aprieta hasta el ahogo.

El 2000 llegó y pasó. Europa se unió y ahora amplía su mesa (aunque se retuerce por la nueva Constitución continental). El ex bloque soviético estalló en mil pedazos humeantes. Estados Unidos es más poderoso que nunca y hasta nutre su ánimo de hegemonismo mundial (es el gendarme del mundo, siente). China y los del Sudeste conforman un nuevo polo mundial. ¿Y la América sureña? 

Los sueños del ABC

¿Cómo está el ABC del que hablaba Perón, cuando suponía el esqueleto de Sudamérica sustentado por Argentina, Brasil y Chile? Basta ver los magullones del Mercosur, que, anémico, no consigue sobreponerse a sus mezquindades vecinales, ni ha podido generar instituciones supranacionales que lo consoliden. O los roces entre el Itamaraty brasileño y los tímidos zigzagueos de nuestra Cancillería por los celos del liderazgo continental. O la cuidadosa política de La Moneda chilena por mantenerse equidistante del bloque (le teme a nuestras conductas y hasta ahora ha hecho buen negocio con la bipolaridad). O la persistente indiferencia de los "europeos del Este" sudamericano con el grupo Andino. Y las irritantes sobreactuaciones del coronel Chávez, ahora émulo de Simón Bolívar, esgrimiendo petrodólares en lugar de espada y cañones, para su "revolución bolivariana".

Y no es sólo cuestión de historia o de discusiones académicas: cada vez son más contundentes los aprietes del Tío Sam para que nos metamos en el camisón del ALCA (de Alaska a Tierra del Fuego, endulzan). Y las operaciones de Europa para ser nuestra hermana mayor ante el mundo (el jueves, se comprometieron en Luxemburgo a firmar en julio próximo un acuerdo bi-regional). "Faltan decisiones políticas, para dar un salto cualitativo en las integraciones regionales y continentales", sinceraron el jueves Bielsa y el encargado de Relaciones Exteriores de la Unión Europea.

Bolívar y San Martín lo vieron claramente: independencias regionales, pero integración continental. Hoy, aquellas ideas tienen números impresionantes: 850 millones de habitantes, 30% del PBI del mundo, recursos, espacio, agua. El déficit es político.

¿El Sur también existe?

Pensando en nuestras pretensiones de "puerta de la conexión Atlántico-Pacífico", en Mendoza no es un mero entretenimiento discutir cuál integración continental, en qué términos y en qué marco. Nos puede ir la vida, en serio.

Porque, como decía un secretario de Redacción del diario, allá por los ’70: "La integración continental es irreversible. Pero, el asunto no es cambiar un imperio por otro".

Los líderes del Sur firmaron en el Cusco el Acta de Ayacucho, para gestar la Unión Sudamericana ("Europa es nuestro ejemplo. Al ALCA lo veremos después", expresaron sugerentes). Y se propusieron "obras anclas", anillo eléctrico y petrolero, fortificar la CAF (Corporación Andina de Fomento). Claro, es un camino complejo y no exento de moretones, aunque no enfrentemos diferencias raciales, de idiomas o problemas religiosos, como los que vivió Europa, que lleva 50 años en el trajín y todavía rema por la Constitución Continental.

Aquí, en el pago, hay aprietes desde afuera, pero también protagonistas de peso y con ambiciones en la mesa sudamericana. México sigue aferrado al Nafta -su acuerdo con Estados Unidos y Canadá-, Chile es esquivo, Brasil y Venezuela se sonríen coquetos, pero no disimulan sus pretensiones (obvio, son vecinos que tienen kilates en los grandes mesones mundiales). Bolivia y Colombia viven entre espasmos.

De estas cuestiones -no menores- me acordé hace unos días. Supe que el jueves, aquí, en el teatro Independencia, y el viernes en la Facultad de Filosofía, la Universidad Nacional de Cuyo concentrará a grandes figuras de la política internacional.

"El Sur también existe", reza el folleto que promete a Jorge Siles Salinas (de Bolivia), Luis Mayra Aguirre (el embajador de Chile en la Argentina), Methol Ferré (de Uruguay), el prestigiado Julio Jaguaribe (de Brasil), Fernando Suárez, Ramiro Podetti y el vicerrector Arturo Somoza (de Argentina), entre otros.

El título del encuentro -que se repetirá en Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires- promete, precisamente: "Desafíos de la Integración Sudamericana".

En un recorte del año pasado, Jaguaribe -politólogo, una eminencia y doctor honoris causa en varias universidades del mundo- advierte: "Sin alianza Brasil y Argentina no conseguirán sobrevivir.

Y sin esa unión, Sudamérica se convertirá en mero seguidor del mercado internacional".

Bueno será oírlos.

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