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Los Andes: Editorial: El lenguaje involutivo

Los problemas que se presentan hoy en día en el sistema educativo nacional son muchos y graves. Pese a que los equipos de enseñanza se pasan horas y días y meses tratando de idear sistemas que puedan facilitar la tarea de los alumnos, éstos, salvo contadas excepciones, no aprenden en la medida de lo necesario. Pese a que se intenta reforzar -por lo menos en el ámbito de la escuela mendocina- principios de disciplina sin los cuales la tarea docente se hace imposible, los chicos -buena parte de ellos- se portan mal, ignoran las indicaciones de los profesores y maestros, e incurren en groseras actitudes hacia aquellos y sus propios compañeros.

No hace falta ser un docente curtido por años de experiencia escolar para darse cuenta de que, en pocos años, el sistema de enseñanza ha experimentado un proceso de deterioro que compromete seriamente sus resultados y el futuro de los mismos que son su principal objetivo: los niños y adolescentes.

Carentes de conocimientos básicos incluso cuando se encuentran en los últimos años del ahora unificado sistema, que antes comprendía la escuela primaria y luego secundaria, los que procuran avanzar un poco más en la vida y encarar estudios de mayor nivel se encuentran con una infranqueable barrera: la mayor parte es incapaz de aprobar los exámenes de ingreso a institutos terciarios o universitarios. Los pedidos de ingreso irrestricto en nombre de la libertad de enseñar y aprender se basan, muchas veces, en el elevado índice de fracasos en la etapa inicial del ciclo superior.

Los chicos no aprenden, según se desprende de lo indicado por profesionales en la materia y consignado por Los Andes, porque no entienden lo que se les explica. No son capaces de expresarse de forma comprensible por sus profesores y es poco menos que imposible evaluar si en realidad aprendieron algo, a partir de sus escritos o lecciones orales.

Los chicos se portan mal, en muchos casos porque van a clase y no entienden de qué les están hablando, incluso en circunstancias en que el docente logra elaborar un discurso de contenido elemental, y reaccionan frente a esa barrera mediante la indisciplina y formas de comportamiento que resultan reprobables desde el punto de vista de la funcionalidad educativa.

Los expertos que se manifestaron en nuestra nota se muestran sorprendidos y muy preocupados porque encuentran que la carencia en materia de lenguaje se está convirtiendo en un factor común a buena parte de nuestra niñez y adolescencia, y eso es algo, añadimos por nuestra parte, que no debe sorprender si se buscan los elementos con que los menores se informan y aprenden en sus vidas cotidianas: programas de televisión de poco gusto y pésimo uso del lenguaje o, en el caso de los que tienen acceso a Internet -una minoría dentro del total de alumnos- en sitios en los cuales poco menos se habla un dialecto solamente comprensible para iniciados.

Debemos agregar a lo anterior el poco o nulo acceso de muchos niños y, especialmente, adolescentes, a libros donde se expresen ideas en un lenguaje que eluda la virtual tribalización del que utilizan cotidianamente. En la Argentina, según datos aportados por el diario La Nación, el consumo de libros no alcanza, en un tercio de la población escolar, a un ejemplar por año. Otra tercera parte tiene acceso a un libro por ciclo escolar y, el resto, se abastece mediante donaciones de organizaciones intermedias o gubernamentales.

La destreza en el uso del lenguaje debe provenir de su uso adecuado, lo que implica una buena enseñanza en los niveles iniciales y una asidua concurrencia a la lectura en los posteriores. Si los chicos no leen no existe posibilidad de que alcancen a comprender de qué se les habla o cómo tienen que explicar lo que saben o, incluso, lo que les pasa y sienten.

Es cierto que el idioma va evolucionando con el paso del tiempo, que desecha términos arcaicos e incorpora otros más modernos. Pero, en el caso que nos ocupa, de lo que se trata es de un proceso involutivo, con pérdida de funciones que solamente se adquieren a través de un adecuado manejo del idioma. No se puede volcar todo el cuerpo de conocimientos contenidos en libros de texto y otros temas al deficiente dialecto que utiliza parte del alumnado. Y debe ser enfatizando en la necesidad de leer como se podrá revertir este fenómeno que compromete la eficacia de la educación en el país y el futuro de millones de jovencitos. Así como son permeables a campañas publicitarias que los incitan a determinados tipos de consumo, podrían serlo a otras que les hagan saber el nivel de su carencia cultural y los desastrosos resultados de no obrar en consecuencia.

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