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Los Andes: Editorial: El mundial de fútbol y la educación

Es de esperar que las autoridades de la Dirección General de Escuelas eludan el camino fácil que eligió el Ministerio de Educación de la Nación y ponga en caja los intereses de los educandos y de la educación, en relación a la posibilidad de suspender las clases en los horarios en que se transmitan los partidos del Mundial de Fútbol, que se jugará en breve en Alemania.

17 de abril de 2006, 15:35.

Se ha llegado a la extravagancia de sostener que los chicos pueden aprender desde Historia hasta Matemática con el eje de la motivación pedagógica puesta en los partidos de fútbol. Nada menos que el ministro de Educación de la Nación, Daniel Filmus dijo: "El deporte es parte de la educación. Lo podemos vincular con la política y explicar a los chicos cómo un golpe de Estado utilizó un Mundial (1978) para tapar lo que ocurría en el país".
 
Que el deporte sea parte de la educación debe ser materia de análisis, por lo menos tal como está estructurada en estos momentos su enseñanza y su práctica. Difícilmente se podrá sostener esa afirmación frente a la constatación de que no existe política deportiva en general ni política deportiva escolar en particular, más allá de los esfuerzos denodados que pudiere hacer la mayoría de los profesores de educación física para revertir el problema.
 
En la Argentina el apoyo al deporte no pasa por los intereses de la población, de la salud de niños y jóvenes, de las necesidades de la Nación de contar con una población más homogénea y con intereses compartidos. Más bien hay una negación de política deportiva, porque la enseñanza y la práctica masiva, y sostenida en el tiempo, de los deportes, requiere inversiones que los gobiernos circunstanciales suelen no estar interesados en realizar, a no ser que puedan utilizar al deporte como un ariete político para fortalecer su hegemonía.
 
En otros países el deporte es una actividad nacional, practicada por el grueso de la población desde la más tierna infancia hasta edad avanzada, y suele verse a grupos de personas, de todas las edades, practicando en plazas y paseos o hasta durante el camino al trabajo sus rutinas, más que deportivas, de educación física. Otros tienen estructurado al deporte como un acceso a la educación secundaria y universitaria mediante el sistema de becas que facilitan el acceso a carreras muy onerosas a atletas. La variedad de posibilidades de instrumentar políticas deportivas que contemplen los intereses de las personas, de la sociedad y de la Nación, son numerosas y, a condición de que se alejen de ellas las políticas partidarias, suelen dar buenos resultados. Lo que no se entiende es que el gobierno, careciendo de una política educativa en materia de deportes, pretenda que destinar horas de clase a ver los partidos del Campeonato Mundial es un aporte a la educación.
 
Otra cosa es que se diga que los espectáculos del Mundial ejercerán tal atracción sobre el alumnado que posibilitar la visión de los partidos será beneficioso para el clima general de las clases; esto podría aceptarse con reservas.
 
Cuando se supone que el gobierno busca aumentar las horas efectivas de clase, porque sabe que la formación de los alumnos es deficiente y deben atacarse las causas de este problema, la pérdida de horas de clase debe reducirse al mínimo posible y la solución estaría en permitir el encendido de televisores solamente cuando juegue el equipo de la Argentina, como una concesión.
 
¿Hay contradicción entre no aceptar la posición extrema del Ministerio de Educación de la Nación de total permisividad, y auspiciar que se permita ver los partidos de la Argentina? No creemos que sea así.
 
El Mundial es un acontecimiento deportivo, que también tiene ribetes comerciales, políticos, personales e institucionales que nada tienen que ver con la educación, pero que despierta pasiones de multitudes y una prohibición total podría resultar contraproducente para el interés de la educación.
 
Especialmente porque -como todo gobernante inteligente sabe- no se puede mandar lo que se sabe que no se obedecerá.
 
Pero tampoco se debe someter el interés superior al inferior, el ejercicio de la autoridad a la demagogia.
 
Según el ministro de Educación de la Nación, cada provincia debe disponer su posición respecto a este asunto. Creemos que Mendoza debe optar por una concesión limitada, permitiendo que en las aulas se vean los partidos en los que participe la Argentina y mientras que el equipo de nuestro país se encuentre en carrera. Nada más.
 
Y terminar con la tontería de que los niños aprenderán mejor matemáticas si multiplican goles o historia si se les cuenta cómo la población argentina vivió la euforia de un engaño mientras el terrorismo y el Estado mataban, torturaban y amedrentaban a los ciudadanos.
 
Cada cosa en su lugar.

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