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Los Andes: Editorial: Sismos, las dudas y las certezas

Demasiados motivos para sentirse insegura tiene la población argentina en esta época en la que nadie se considera a salvo en su hogar, lugar de trabajo o las calles. El agobio de los peligros que derivan de la acción de los usuales depredadores sociales se ve agravado porque tampoco nadie está seguro de su destino en materia laboral, o tiene alguna garantía de que sus inversiones no se verán esfumadas por algún infortunado giro de la economía, algo que ha sucedido ya muchas otras veces.

27 de agosto de 2004, 11:16.

Los mendocinos, por nuestra parte, padecemos los mismos motivos de inseguridad que nuestros compatriotas, pero a eso debemos agregarle la circunstancia de que nuestra provincia, y el conurbano que centra la ciudad capital, se ubican en una zona de fallas geológicas que, en materia sísmica, la convierten en muy inestable.

Esta es una condición a la cual no podemos escapar, y mucho menos ante cualquiera de las otras que hemos señalado como motivo de inseguridad. Aquellas pueden tener algún tipo de solución en el tiempo. Pero, las condiciones de sismicidad de nuestro territorio seguirán invariables a lo largo de los años. Ya Mendoza ha padecido en el pasado los efectos de sismos que provocaron graves daños en su planta urbana, con pérdidas de muchas vidas. El que la destruyó por completo en 1861 fue uno de los mayores de que se tiene memoria, pero hubo otros, posteriores, que también provocaron muchos daños y pérdidas de vidas.

La antigua ciudad de adobes demostró ser inadecuada para soportar los rigores de los terremotos, y la muestra más reciente la tuvimos en 1985, cuando miles de viviendas y edificios públicos se vieron afectados por un fuerte sismo que, por fortuna, no duró demasiado. Miles de antiguas casas de adobe tuvieron que ser reemplazadas, porque las que no colapsaron quedaron a punto de hacerlo.

Y los daños se extendieron a otro tipo de edificaciones que, como la antigua del hospital El Carmen, no pudieron resistir el movimiento del suelo. Así, quedó demostrado más allá de toda duda que las técnicas constructivas que proporcionan resistencia a los edificios ante los sismos no solamente están justificadas sino que deben ser aplicadas sin excepciones.

Los códigos de edificación de Mendoza demostraron su eficacia en 1985, cuando se verificó el contraste entre las casas denominadas mixtas y las realmente antisísmicas, o entre lo que sucedió con el hospital El Carmen y otros mejor edificados.

Sin embargo, muchas veces por descuidos provenientes del desinterés o, directamente, de un afán especulativo, las disposiciones en materia de construcción antisísmica no son cumplidas. Lo sucedido en una escuela de Maipú que, a pocos años de construida, demostró no ser segura por estar mal realizada la obra, nos llevó a preguntarnos en qué otros edificios públicos pasa lo mismo, aunque se lo advierta menos. Se sabe que en otras construcciones aparecen signos que llevan a tener sospechas, pero eso debe ser examinado con el mayor cuidado, de forma de disiparlas en caso de no estar justificadas o de proceder a las necesarias correcciones en mínimos plazos.

Una idea de un grupo de investigadores de la Universidad Nacional de Cuyo consiste en la realización de un estudio del actual estado de los edificios públicos, para lo cual ha recibido un subsidio del Gobierno de la Nación, algo muy necesario si se tiene en cuenta que otra investigación aportó el dato de que un tercio de los edificios públicos de Mendoza podría no aguantar un sismo de intensidad superior.

La Provincia debe colaborar activamente en este proyecto, para el cual se necesita la dotación de instrumentos especiales los que, en el futuro, pueden ser aplicados a un estudio mayor, que abarque a todas las estructuras que ocupan o utilizan las personas. Mayor seguridad ante los sismos representa disminuir el grado de inseguridad que, por tantos motivos, padece nuestra población.

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